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Historial cínico

Historial cínico

"Frente al mantra según el cual España goza hoy de la generación mejor preparada de su historia, cunde la evidencia de que el nivel de instrucción ha decaído"

Jorge Alacid

Miércoles, 15 de junio 2016, 12:32

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Según la flamante investigación 'Educación en España. Horizonte 2020', recién hecha pública, hay malas noticias: docentes y expertos no confían en que se alcance un Pacto de Estado por la educación en los próximos cinco años. En realidad, no hacía falta descubrir el Mediterráneo: cualquier paisano con alguna entendedera funcionando en su magín podía alcanzar una conclusión semejante. En el ruedo ibérico, la educación se convirtió hace largo tiempo en arma arrojadiza que sirve para todo. Cada cual (no sólo los partidos, no sólo los políticos) tiene sobre sobre este ámbito su propio historial, rebosante de cinismo. Porque la educación suele emplearse tan sólo para meter el dedo propio en el ojo del contrincante y, sobre todo, para llevar el agua al molino particular: porque, además de un valor indispensable, también es un negocio. En el sentido estricto (es decir, que hay quien vive de la educación y a ella debe su salario) y en el figurado: el día en que hubiera un acuerdo unánime sobre el ámbito educativo, se acabó el cuento para tantos y tantos actores de este juego que han fiado al disenso permanente su estrategia. Docente, sindical y política.

Los expertos seleccionados para este informe (que puede consultarse http://mab.to/VtCq0ezOa) ofrecen algunas claves que también podría compartir cualquier ciudadano (cualquier votante) con un interés incluso superficial por la educación: a saber, que el actual apoyo presupuestario para la enseñanza es insuficiente, lo cual no alarma tanto como su convicción de que debe descartarse que mejore el nivel de excelencia o la imagen de los profesionales "por falta de estímulos y reconocimiento". A pesar de ello, en el estudio se constata alguna esperanza, la de siempre: la existencia de "minorías activas de docentes, comprometidas y emprendedoras, que impulsarán importantes cambios en el currículo o en la práctica docente, entre otros".

No es un gran consuelo. Como rezaba aquel pasquín ideado por Dante para saludar a los bienvenidos al infierno de su Divina Comedia, debe abandonarse toda esperanza de que el debate educativo promueva lo que debería ser su propósito principal: cultivar mejores ciudadadanos. Arrojar luces entre tanta tiniebla. Frente al mantra según el cual España goza hoy de la generación mejor preparada de su historia, cunde la evidencia de que el nivel de instrucción ha decaído. De que proliferan entre nosotros la grosería y la falta de atención a los valores supremos. La tendencia a pensar en el profesor que reconviene al alumno como cenizo máximo al que debe ignorarse. Prevalece la moda reciente de que las aportaciones de la familia al futuro educativo de sus hijos deban limitarse a ese invento tan perverso como aberrante: el grupo de gusasap para papás y mamás. Donde en efecto el docente es un bulto sospechoso (al que puede incluso agredirse si viene a cuento, y a veces viene, dramática y lastimosamente) y los deberes que cargan los críos en sus mochilas, el Dios al que rendir tributo en el domicilio familiar.

Unos males que todavía pueden empeorar cuando se alcanza el ámbito universitario: el reino del enchufismo y la endogamia. Mientras esperamos a ver cuándo se presta en España la misma atención que merece la clasificación de la FIFA a los estudios que revelan el mejorable impacto académico de los campus patrios, seguimos instalados en la melancolía. Lo cual explica que Pisa quede siempre tan lejos: tan lejos como el sentido de Estado. Como el sentido común.

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