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El triunfo del modelo Luena

«... una estrategia política que puede definirse así: cuanto peor resultado obtiene el PSOE, más capacidad para gobernar»

Jorge Alacid

Lunes, 21 de diciembre 2015, 12:45

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Verano del 2014. A la luz de las entonces recientes elecciones europeas, un veterano político riojano lanza en privado el siguiente vaticinio: «El próximo presidente será Pedro Sánchez». Su pronóstico, que siembra la sorpresa entre sus interlocutores, tiene que ver con la lectura que admitía la letra pequeña de aquellos resultados: la emergencia de Podemos, siendo notable, no mordisqueaba la cuota de poder que en la izquierda seguía capitaneando el PSOE. Y el PP, excluido como socio en la búsqueda de cualquier pacto, se quedaba demasiado solo para pensar en gobiernos de coalición. Aquella profecía, como todas las profecías, corría un riesgo: que se cumpliera.

Que es lo sancionado ayer en las urnas. Aunque una interpretación exclusivamente aritmética (la suma de votos de PSOE, más Podemos, más Unidad Popular, más todo lo que se mueve por ese ámbito ideológico) puede condenar a los arquitectos de tal componenda a un ejercicio de malabarismo tan exagerado como desaconsejable: la opinión pública suele rechazar tanto enjuague. A su favor juega una baza: que no hay otra alternativa razonable. Porque no parece España el escenario ideal para un gobierno a la alemana, según el ejemplo añejo de cuando los socialistas germanos apoyaron una gran coalición con la derecha... y desde entonces viven en la oposición y Merkel gobernando. Lo de que nadie escarmienta en cabeza ajena, ya se sabe: es mentira.

Lo único seguro que nos deja la noche electoral es el triunfo a nivel nacional del llamado modelo César Luena, una estrategia política que puede definirse así: cuanto peor resultado obtiene el PSOE, más capacidad para gobernar. Los socialistas riojanos, bajo su mandato, han tocado suelo así en el Parlamento como en el mapa municipal, pero la aparición de los nuevos partidos y el deterioro del PP le permite disponer de más poder que nunca. Pedro Sánchez imita esa táctica: ha empeorado el balance de Rubalcaba, pero aguanta como primera fuerza de la izquierda y cuando se siente a negociar con Pablo Iglesias le hará ver desde el primer minuto quién manda en ese sector. Con un aviso: aunque supera a Podemos de lejos, el PSOE no puede dar por descontado su respaldo si un día el Rey le encarga formar Gobierno.

Los socialistas se consolarán como suelen: pensando que el PP lo tiene peor. En lo cual les asiste alguna razón: la suma de diputados propios, más los regalados el viernes por Albert Rivera en las declaraciones más desconcertantes de la muy desconcertante campaña, no llevará muy lejos a Mariano Rajoy. Tampoco a Soraya Sáenz de Santamaría, en el supuesto de que la formación naranja vetara al actual presidente a cambio de sus votos. De modo que las elecciones generales admiten una lectura a la riojana: lo ocurrido así en el Parlamento regional como en el Ayuntamiento de Logroño hace medio año sirve como lección de hacia dónde se dirige la política de pactos que ya habrán empezado a fraguarse. También sirve como lección lo ocurrido en Andalucía y Cataluña: meses y meses sin gobierno. Y una tercera lección: Emilio del Río ha sacado más votos en las generales que Pedro Sanz en las autonómicas.

Aunque debe descartarse que alguien aprenda algo de esas tres lecciones.

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