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De profesor de Ciencia Política a llave de Gobierno

De profesor de Ciencia Política a llave de Gobierno

El líder de Podemos se ha preparado desde pequeño para ser el líder político que ahora debe demostrar que es

ANDER AZPIROZ

Domingo, 27 de diciembre 2015, 23:48

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En apenas dos años Pablo Iglesias ha pasado de ser un profesor de Ciencia Política que se dio a conocer en tertulias de televisión a ser el líder del partido que más escaños ha conseguido en la historia de la democracia por detrás de PSOE, PP y UCD.

Quienes mejor lo conocen mantienen que desde pequeño ya se vio en él a que iba para 'animal político'. No se llama Pablo Iglesias por casualidad, como él mismo no se cansa de recordar cada vez que tiene ocasión. También ha confesado en alguna que otra ocasión que en la universidad le hubiese gustado estudiar Historia o Filosofía, pero que se inclinó por Derecho porque era el mejor camino para poder cambiar las cosas.

Pablo Iglesias ha procurado mantenerse fiel a sí mismo en el camino que le ha llevado de las aulas a la Cámara baja. Continúa viviendo en el modesto piso de Vallecas que heredó de su tía abuela. Y ya ha avisado de que de ningún modo piensa deshacerse de la coleta que le acompaña desde hace años, pese a que sí aceptó en su día quitarse el pendiente que llevaba en la oreja ante la insistencia de su número dos, Íñigo Errejón.

Carácter reservado

Su repentina popularidad ha chocado con su carácter reservado. Pese a los baños de masa que se ha dado a lo largo de los últimos meses, Iglesias reconoce que añora el anonimato, el no poder salir a tomar unas cañas con los amigos o sentarse en una terraza a disfrutar de un café. Allá por donde va la gente le detiene para hacerse fotos o pedirle autógrafos o darle ánimos, una incomodidad a la que aún así él siempre responde con una sonrisa.

El crecimiento de Iglesias y Podemos ha sido fulgurante desde que en enero del 2014 se presentase el proyecto político ante poco más de un centenar de personas en un modesto teatro del barrio madrileño de Lavapiés. La primera campanada de Podemos se produjo en las europeas de ese mismo año. Y la consiguió sin apenas medios materiales. En las elecciones municipales de mayo pasado llegó el segundo gran éxito. Pese a un bajón en unas encuestas que a principios de año llegó a liderar, las candidaturas de unidad popular apadrinadas por Podemos se hicieron con las alcaldías de Madrid, Barcelona, La Coruña, Zaragoza o Cádiz.

A lo largo del proceso de constitución del partido Pablo Iglesias demostró que puede ser implacable. Uno tras otro eliminó de su camino a todo aquél que osó plantarle cara de puertas a dentro. Y lo hizo siempre con el respaldo de una abrumadora mayoría de la militancia que apoyó todas y cada una de las propuestas sometidas a votación por el secretario general y su equipo. Sólo el aragonés Pablo Echenique y la andaluza Teresa Rodríguez han logrado sobrevivir a un choque de trenes con él.

La campaña electoral ha sido su lanzadera definitiva. Podemos despejó, y en buena parte en los cuerpo a cuerpo, sobre todo en el debate a cuatro, y en el contacto con la gente. Fue el partido morado el que más incondicionales congregó allí donde hacía escala, y ayer Pablo Iglesias recogió los frutos.

A lo largo del último año y medio Iglesias ha estado libre de ataduras. Ahora, en cambio, tiene sobre sus hombros la responsabilidad de cumplir con las muchas promesas que ha realizado durante la campaña electoral y por la que sus adversarios lo han tachado de populista. Ahora tiene la ocasión de demostrar que «sí se puede».

Anoche, en su primera comparecencia, volvió a tirar de discurso que le ha abierto las puertas del Parlamento.

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