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Todos pierden

"...A diferencia de otras noches electorales, donde lo habitual era lo contrario (es decir, que todos ganaban), las elecciones generales convocadas por Mariano Rajoy en una fecha muy rara (sentido del humor gallego) pasarán a la historia de la democracia española porque nadie puede proclamar cabalmente su satisfacción..."

Jorge Alacid

Domingo, 20 de diciembre 2015, 23:37

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El 20D hizo realidad la cuadratura del círculo: todos perdieron. A diferencia de otras noches electorales, donde lo habitual era lo contrario (es decir, que todos ganaban), las elecciones generales convocadas por Mariano Rajoy en una fecha muy rara (sentido del humor gallego) pasarán a la historia de la democracia española porque nadie puede proclamar cabalmente su satisfacción. Si, como en las religiones protestantes, cada candidato se confesara ahora ante su Dios (sin intermediarios), todos deberían reconocer que han fallado: nadie alcanza sus objetivos. Todos retroceden: unos, respecto a sus propósitos y a los resultados de hace cuatro años; otros, porque se habían forjado unas expectativas tan exageradas que resultaban imposible de satisfacer.

Pierden también las empresas demoscópicas, cuyos vaticinios en los días previos (cuando hubo algún sondeo que pronosticaba el sorpasso de Podemos respecto y Ciudadanos al PSOE) fracasaron aunque no tan estrepitosamente como los realizados a pie de urna. La caída de los dos grandes parece especialmente notable: Pérez Rubalcaba llevó al PSOE a su suelo hace cuatro años, pero Sánchez todavía ha empeorado aquel resultado. Y Mariano Rajoy podrá exhibir para la posteridad un dato harto elocuente: en 1996, el PSOE de Felipez González ganó con el número de escaños más escaso de la historia (156 diputados), que el PP ha logrado esta noche situar unos cuantos escalones por debajo.

¿Y los emergentes? Progresan adecuadamente... si se tiene en cuenta que hace cuatro años apenas se representaban a sí mismos. Del 15M a esta parte, Podemos ha salido del asamblearismo a postularse como una opción con crédito en las instituciones, donde se enfrenta a la hora decisiva de pasar de las palabras a los hechos. Y Ciudadanos salta de Cataluña a la escala nacional... con parecido mal sabor de boca. Su desairada ocurrencia del último día de campaña le ha podido costar a Albert Rivera un puñado de votos: tal vez no demasiados, pero seguro que decisivos. Para votar a un partido que aspira a ser la muleta del PP, como denunciaban sus críticos, habrá electores que hayan seguido la advertencia del líder naranja y hoy hayan preferido decantarse por el original antes que por la copia.

Pero sí hay quien gana. Se supone. Se supone que gana la pluralidad, el dinamismo, la democracia. Se supone. Porque si el resultado de un voto tan fragmentado acaba deparando escenas a la catalana o la andaluza, esto es, meses y mese sin gobierno. Si ningún candidato logra sumar en la nueva Carrera de San Jerónimo los apoyos suficientes para formar Gobierno, la democracia acaba resultando lastimada. Así que se busca lo que suele faltar en la política española: grandeza. La mirada alta, la mirada lejana. Se busca estadistas. Para lo cual será requisito imprescindible que todos quienes aspiren a ser decisivos en la hora de la gobernalidad empiecen por confesar lo que el 20D acaba de sancionar: que todos los partidos han perdido.

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