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J. A. BRAVO
MADRID.
Miércoles, 2 de mayo 2018, 00:20
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La capacidad de movilización de los dos grandes sindicatos parece haber mermado tras la crisis, aunque ellos se sienten incluso más fuertes. Tanto que ayer, tras sacar a las calles a medio millón de personas en todo el país por el Primero de Mayo -ni siquiera la mitad que el movimiento feminista en los paros del 8-M y que las marchas de pensionistas del 17 de marzo-, advirtieron al Gobierno y las principales patronales con un «otoño caliente» si antes no se alcanzan acuerdos en los distintos frentes sociales abiertos.
Y no estuvieron solos a la hora de marcar el paso de las protestas. El PSOE se sumó respaldando la convocatoria de una posible huelga general, una opción que UGT y CC OO no descartan a medio plazo. De momento, el sindicato gallego CIG ya la ha convocado para el 19 de junio.
Como era previsible, la principal marcha reivindicativa del Día Internacional de los Trabajadores en España tuvo lugar en Madrid. Allí las centrales calculan que reunieron a 50.000 personas por las principales calles del centro de la capital, bajo el lema «Tiempo de ganar: Igualdad, mejor empleo, mayores salarios y pensiones dignas». Un eslogan largo, si bien necesario para englobar los mútiples objetivos que se habían planteado para este año. No obstante, esta vez el feminismo cobró una importancia especial después de que algunos movimientos criticaran que el pasado 8 de marzo CC OO y UGT no secundaran una huelga general que iba más allá de la equiparación salarial y laboral entre generos. Por todo ello, la secretaria de Mujeres de CC OO Madrid, Pilar Morales, y la responsable regional de Igualdad de UGT, Ana Sánchez de la Coba, intervinieron de forma destacada en los discursos finales.
Morales tuvo un mensaje especial para las víctimas de la violencia machista porque «las han asesinado» y «ya no pueden manifestarse» Durante toda la marcha también se corearon con cierta frecuencia lemas contra la «infame sentencia» por abuso sexual de La Manada y defendiendo el «No es uno», que convirtieron casi en minoritarias las consignas habituales defendiendo a la clase obrera. Sánchez, por su parte, incidió en que quieren «mujeres que nos representen en los puestos de responsabilidad» de las grandes compañías.
Afectados por expedientes de regulación en empresas, trabajadores del Teatro de la Zarzuela -que temen su «privatización» tras integrarse en menos de dos años en el Real- e incluso un grupo de civiles reclamando «mejores condiciones» para los militares también cobraron su pequeña cota de protagonismo en la manifestación de Madrid. Lo principal, sin embargo, volvieron a ser los salarios y las pensiones.
Este Primero de Mayo ha sido «un hito», aseveró el secretario general de CC OO, Unai Sordo, y si no se produce «un reparto» de los beneficios empresariales que ha traído la recuperación económica y que «la clase trabajadora no ha notado aún», irá acompañado de nuevas movilizaciones. De hecho, días atrás avisó de que «la opción del no acuerdo salarial no es una opción pacífica». El mismo habló ayer de llegar incluso a un «otoño caliente», una idea luego repetida por varios dirigentes regionales de su sindicato y de UGT -algunos llegaron a hablar de «guerra y guerra, caña y caña»- en las más de 70 marchas celebradas en todo el país.
En una línea similar, Pepe Álvarez, líder de la central socialista, apuntó que «este año no nos vamos a levantar de la mesa sin más». «Habrá movilizaciones crecientes», dijo. Y en ellas contarán probablemente con el apoyo de, al menos, Podemos y PSOE. Para el secretario de Organización de este último partido, José Luis Ábalos, los sindicatos «tienen razones» para una huelga al ser «excluidos» de los pactos sociales.
En este sentido, Sordo y Álvarez instaron a «recuperar el pacto de Estado por las pensiones» para «garantizar que son suficientes ahora y dentro de tres décadas». Y es que, dijeron, el Gobierno solo «ha metido en el congelador» la reforma de 2013.
En el resto de Europa, la tranquilidad y cierto ambiente festivo predominó en las marchas de sus capitales. Solo hubo incidentes en París por grupos anarquistas radicales que promovían «un día revolucionario», pues lanzaron cocteles molotov y rompieron escaparates. La Policía detuvo a más de doscientas personas.
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