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España acumula un desfase de 67.000 millones en una década de descontrol fiscal

La cuarta potencia del euro cerró 2007 con un superávit de 22.000 millones, pero en 2015 gastó 45.000 más de los que supo ingresar

ADOLFO LORENTE

Domingo, 14 de febrero 2016, 01:07

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Había una vez un país llamado España que en 2007 llegó a tener superávit público. Un 2% del PIB. La cuarta potencia de la Eurozona gastó 21.960 millones menos de lo que fue capaz de ingresar, que en aquella época era muchísimo. Había una vez un país llamado España que creció sumergido en una burbuja inmobiliaria que estalló en mil pedazos y lo que entonces era un sueño, se convirtió de la noche a la mañana en la peor pesadilla. Se acabó.

Aquellos 'maravillosos' e irreales años jamás volverán y el país, una década después, ha desterrado de su diccionario la palabra superávit. Ahora, el estigma se llama déficit, síntoma de muchos males y máxima preocupación de Bruselas. Porque si en 2007 el país ahorró 22.000 millones, en 2015 tuvo que gastar unos 45.000 más de los que fue capaz de ingresar para mantener el sistema de bienestar. Esto es lo que en alemán se conoce como vivir por encima de tus posibilidades. 67.000 millones de desajuste motivados en parte por el desplome del PIB en los peores años de la crisis que provocan sudores en Bruselas, mientras en España sólo se habla de pedir más tiempo para cumplir pese a que el país es la potencia que más crece.

La biblia comunitaria se llama Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que estipula un límite máximo de déficit público del 3% del PIB y otro de deuda del 60%. Según los eurócratas bruselenses, ambos guarismos evidencian la sostenibilidad de las finanzas de un país. Sin embargo, desde el inicio de la gran recesión, la Comisión Europea ha echado el resto en controlar el déficit haciendo la vista gorda en lo relacionado al endeudamiento.

De hecho, esta decisión ha permitido que estados como España hayan podido reducir el déficit a base de endeudamientos brutales (se ha pasado del 35% del PIB al 100% en menos de una década). Dicho de otro modo: si se quiere cumplir con el PEC, la deuda debería reducirse en 400.000 millones para alcanzar ese 60%, algo que el Gobierno de Mariano Rajoy se comprometió a hacerlo en 2020 y, sin embargo, no se producirá hasta 2030, como pronto. Pero esto es futuro y el presente de las preocupaciones se llama déficit.

Según el calendario fijado a mediados de 2013 en la que fue la tercera prórroga concedida desde 2009, España debe bajar del 3% este año hasta el 2,8%. Hacerlo supondría acabar con una década de incumplimientos, de años duros por el impacto de la crisis y un rescate financiero de 41.300 millones aprobado en 2012 para evitar el colapso total del país. Los números están ahí.

Los desajustes se han corregido de forma notable, pero España sigue sin cumplir a rajatabla con las exigencias de Bruselas. Sí en el trazo grueso, porque reducir se ha reducido y mucho. Hay dos formas de hacerlo: o subiendo impuestos o recortando gasto. Y la Comisión Europea acaba de confirmar que Madrid se ha dejado llevar en el último año como consecuencia de la cita electoral. 2015 debería haber cerrado con el 4,2% del PIB, pero Rajoy avanzó el jueves que será el 4,5%.

También se espera un incumplimiento del objetivo de 2016, que en lugar del 2,8% se disparará hasta el 3,6%, lo que obligaría al nuevo gobierno a ajustar 8.600 millones nada más aterrizar. Según Bruselas, España no bajará del 3% hasta 2017, lo que cerraría por fin el círculo de una década de incumplimientos y estigmas. Del sueño del superávit del 2% a la pesadilla de los déficits galopantes que han situado al país como el peor alumno de la clase en la UE. No obstante, el esfuerzo realizado pasando del 9% al 4,5% en plena recesión ha sido brutal, como reconocen en la Comisión.

Dura batalla en Bruselas

En abril se confirmará si la cuarta potencia de la Eurozona ha vuelto a incumplir el déficit fijado en 2015 (del 4,5% en lugar del 4,2%), lo que abrirá de nuevo la puerta a las tradicionales amenazas de activar la vía de las sanciones. Tres décimas que provocarán que en 2016 se produzca el enésimo revés a la hoja de ruta pactada a no ser que el nuevo Ejecutivo acometa un duro recorte de más de 8.000 millones o una subida tributaria de similares proporciones. Sin embargo, a tenor de lo manifestado por unos y otros, ninguno está por la labor y ya han alentado la idea de que acudirán a Bruselas para explicarles por qué deben dar otro año de gracia a España. A día de hoy, una quimera.

Y si no, aquí algunas valoraciones realizadas por los primeros espadas europeos cuando han sido preguntados al respecto: «España no puede esperar más flexibilidad con el presupuesto», ha advertido el comisario de Economía, Pierre Moscovici. «No habrá más prórrogas para cumplir con el déficit», zanjó el vicepresidente de la Comisión, Valdis Dombrovskis. «Va a ser un desafío. Lo siento mucho, pero esta es la situación en la que nos encontramos», recalcó el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijseelbloem. El jueves reaccionó de forma seria al anuncio de Rajoy sobre el incumplimento de 2015: «En época de turbulencias, lo que necesitamos es mano firme y cumplir con nuestros compromisos. Lo ha dicho varias veces Mario Draghi, el Pacto de Estabilidad es el ancla de la confianza», recalcó.

Si Pedro Sánchez resulta investido presidente del gobierno y quiere su prórroga (Zapatero tuvo una y Rajoy, dos), no lo tendrá fácil. En el caso de conseguirla, parece claro es que no saldrá gratis. En la anterior ocasión, la Comisión enumeró una serie de deberes como estudiar una subida del IVA de los productos reducidos o la aplicación del factor de sostenibilidad en las pensiones . Tampoco se olvidó de otro de los clásicos: ahondar en la reforma laboral, aunque ahora se quiera derogar.

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