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REFINANCIAR Y LA TEORÍA DE JUEGOS

MARTÍN TORRES GAVÍRIA finanzas@larioja.com

Lunes, 27 de julio 2015, 00:20

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Refinanciar es negociar. Y negociar es el juego más viejo del mundo. Eva consiguió que Adán infringiera la norma del paraíso a través de la negociación. Él probaba la manzana a cambio de algo que solo ella le podía dar. Y picó.

En el afán pedagógico de esta columna voy a explicar y a definir, en palabras de andar por casa, todos los conceptos que intervienen en una refinanciación. Puede que a alguien le sea útil en estos tiempos. Y, para que sea mucho más divertida la lectura, mientras usted va leyendo estas líneas imagínese que lo dicho aquí se puede aplicar tanto a personas físicas, véase usted o yo, como a países mediterráneos cuna de filósofos y ruinas arquitectónicas. Éste es un artículo polivalente.

Según el diccionario de la lengua española, deudor es el que debe o está obligado a satisfacer una deuda. Y acreedor es el que tiene derecho a que se le satisfaga una deuda o el que tiene acción o derecho a pedir el cumplimiento de alguna obligación.

Hasta aquí todo claro gracias a la Real Academia Española. Empecemos a describir la situación. Uno (acuérdese persona física o país) es deudor porque debe. Ha necesitado dinero, lo ha pedido, se lo han prestado y se lo ha gastado. Puede que ese uno (persona física o país) se lo haya gastado productivamente en una casa, en los estudios de los hijos, en una enfermedad, en crear puestos de trabajo, en definitiva, en crear riqueza. Todo esto sería positivo y estaría bien, habría merecido la pena el haber pedido dinero. Pero también puede que lo haya malgastado en vicios, postureos, en cosas innecesarias, en crear vagancia subsidiaria, es decir, tirar el dinero. En este caso, no ha servido de nada el préstamo, no se han satisfecho las necesidades vitales y lo más probable es que se tenga que volver a pedir.

Pero el acreedor, el dueño de la pasta, cuando presta lo hace bajo dos premisas fundamentales. La primera porque quiere ganar, no porque sea altruista, y para ello cobra unos intereses. Y la segunda premisa, pero la primera en importancia, porque espera, y está seguro, que se le va a devolver lo prestado. Es muchísimo más importante para el acreedor recuperar lo prestado que los propios intereses. Pero he aquí, que por diversas razones, crisis económicas, malas cabezas, despilfarro, etc., llega el vencimiento del préstamo y el deudor dice que no paga y además, según y cómo, hasta le pide más dinero al acreedor. ¡Comienza la refinanciación! ¡Comienza la negociación! En este río revuelto entra un tercero en liza, el más peligroso de todos, el quebrantahuesos. Este es el que le va a solucionar la vida para siempre al deudor. Si antes pagaba XXX de cuota, ahora con X le va a sobrar y además le vamos a regalar el gas de Siberia. ¡Cuidado, deudor! Te quitarán las pestañas.

He dicho al principio que negociar era un juego, pero también es un arte. En toda negociación la parte que más tiene que perder es siempre la posición más débil. Por tanto, se trata de que el otro no huela tu miedo (los perros lo hacen). Hay dos tipos de negociación 'ganar-ganar' (win-win) a mi juicio la mejor, ambas partes ganan y el resultado es una suma. Y 'ganar-perder' uno gana lo que el otro pierde, en Teoría de Juegos lo llaman el juego de la suma cero. Se dice que más vale no firmar un acuerdo que firmar un mal acuerdo. Hoy en día las entidades financieras están por lo contrario: más vale firmar un mal acuerdo a que no lo haya. Lo único que se necesita es voluntad de pagar ¡Aprovéchenlo deudores!

Y a esos politicastros expertos en Teorías de Juegos y defensores del 'yo gasto y tú pagas' hay que decirles: jugamos todos o se rompe la baraja.

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