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El 'cártel de la leche' ganó más de 800 millones con sus abusos

Competencia aporta correos de cómo «movía todo el cotarro» y se repartía ganaderos para que no fueran libremente

J. A. BRAVO

Jueves, 5 de marzo 2015, 00:57

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madrid. ¿Han sufrido los ganaderos españoles una suerte de esclavitud laboral durante, al menos, los últimos 14 años? La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) estima que una parte sí, mientras el resto padecían una amenaza velada desde la industria láctea, que integró un cártel durante todo ese tiempo con el único fin de manipular el sector a su antojo.

A lo largo de 125 folios, el organismo que preside José María Marín Quemada describe un comportamiento casi mafioso, donde hasta una quincena de empresas lácteas -casi todas- y dos asociaciones regionales se repartían el mercado de forma anticompetitiva. Y para demostrarlo enumera una serie de «evidencias» fruto de «distintas reuniones» entre ellas, tanto bilaterales como multilaterales, e incluso revela la existencia de un G-4/G-5 donde participan precisamente las compañías con más peso: Lactalis, Puleva, Danone, Pascual y Capsa.

«El propio intercambio de información sobre la identidad y volúmenes de compra» a los dueños de las vacas, además de ofrecer datos «estratégicos» de las empresas a sus teórico rivales, «ya serían 'per se'» contrarios a las normas de libre mercado. Pero los implicados fueron aún más lejos al convertir en «una práctica habitual y complementaria» la 'cesión' de ganaderos entre empresas, pese a la oposición de éstos.

«Para evitar las batallas entre industrias», señala la CNMC, se estableció en algunos casos «un sistema por el cual se respeta el territorio y el proveedor del comprador». Así, «en la práctica no lo cambian (las empresas) hasta que haya quedado libre de su comprador anterior y éste último autorice expresa o tácitamente las entregas al nuevo».

Todo un círculo vicioso que suponía «un claro reparto de los medios de producción en perjuicio del ganadero, que no puede ofrecer libremente» su leche a cualquiera. De hecho, algunos de esos profesionales entrevistados por los técnicos de Competencia «han admitido con cierto temor» que cuando intentaban cambiar de empresa láctea, sus aparentes competidores se negaban a firmarles un contrato hasta haber hablado con el comprador anterior.

Otro elemento probatorio usado por el regulador han sido los correos cruzados entre las compañías implicadas. Así, en uno enviado desde Nestle en 2003 se afirma que una de ellas (Lactalis) no se podía «dejar ir a nadie por precio salvo a los ganaderos que ya tienen mejor pagados». En otro, remitido desde Puleva en 2004 se habla de «mover todo el cotarro» para impedir que alguna actúe de forma unilateral.

Bajar «calidades»

A finales de ese año, en un correo de Nestle se apelaba de manera eufemística al «espíritu de colaboración que distingue» a las empresas lácteas. Y en 2007, en un informe intervenido en la sede de Lactalis se afirmaba que las empresas que bajaron precios lo «compensaron en parte por temas de calidades», insinuando así un posible descenso de las mismas para abaratar costes.

Además, en dicho documento se dejaba constancia de las quejas de grupos de ganaderos porque, «aparte de bajar los precios, todos los emplazábamos a aumentar el volumen» de producción por menos dinero. En otra comunicación, esta vez de Puleva a finales de 2006, queda patente que se amenazó a proveedores con «ejecutar los avales» que prestaron si no aceptaban que se les impusiera una nueva empresa compradora.

Desde la CNMC se justifican los 88,2 millones de euros -la cuarta multa más alta de su historia- con que se ha sancionado a nueve empresas lácteas y dos asociaciones en que los «beneficios ilícitos» estimados para aquellas entre 2000 y 2013 han superado con creces el 10% del valor del mercado afectado por cada una (815 millones en conjunto).

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