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Oinatz Bengoetxea festeja uno de sus tantos. :: eduardo buxens
Mucho nervio para Urrutikoetxea

Mucho nervio para Urrutikoetxea

Oinatz Bengoetxea borra a su rival de la cancha y jugará la final del Manomanista

M.G.

Domingo, 14 de mayo 2017, 13:12

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Mucho nervio. Demasiado para Mikel Urrutikoetxea. El vizcaíno y Oinatz Bengoetxea representan dos tipos de pelotaris diferentes. Ambos coleccionan títulos, ambos han ganado la triple corona, pero sobre la cancha son muy diferentes. Ambos son buenos y cuando es así la pasión marca diferencias. Bengoetxea derrocha nervio, pasión genio. Intimida incluso cuando hace el paseíllo, cuando celebra un tanto o simplemente cuando cierra el puño de su mano derecha, lo tensa hacia al cielo y prepara su golpe. Intimida. Bengoetxea ganó a Urrutikoetxea en un partido decepcionante del segundo y soberbio del primero. 22-8. Jugará la final del Manomanista, ese torneo que ganó en el 2008.

Tres pelotazos y un cuarto que voló por encima de la cabeza de Bengoetxea, en el siete, anunciaban un partido competido. Urrutikoetxea sumaba su primer tanto. Al público le gusta el pelotazo que desborda y el del Labrit se puso en pie, aunque su ojito derecho fuera el navarro y no el vizcaíno. Y menos mal que éste le levantó del asiento una y otra vez.

Un sotamano desde el seis y con el cuerpo muy abierto esterilizó la carrera de Urrutikoetxea al ancho. No llegó. Primer y único empate del partido. En un manomanista es raro, pero es que el encuentro de ayer careció de alternativas y de tacadas. Bengoetxea tensó su cuerpo. Su rival recuperaba la posición con calma, sin gestos.

Su rostro no expresa ni cuando gana ni cuando pierde. Pelotari calculador, de nueva hornada. Bengoetxea tiene el nervio de pelotaris de épocas anteriores. Ya lo tenía en aficionados. Ahora suma experiencia, porque la calidad también la tenía.

Entonces sí que se vivió un mano a mano. Tacada de once tantos. Cuatro saques, buscando altura entre el 5 y el 6 para provocar la duda: forzar el aire pegado a la pared o doblar el riñón para levantar la pelota. En resumen, cuatro tantos. Bengoetxea era eléctrico en sus movimientos. Y atrevido. Entraba de aire buscando el golpe ganador. Al ancho, al rincón o de carambola. Daba igual. Sus aciertos se mezclaban con los errores de Urrutikoetxea. Por momentos parece ausente, pero cuanto tiene pelota revienta a cualquiera.

Un error de exceso de vista de Bengoetxea rompió su triunfal caminar. Mínima parada para coger ritmo de nuevo. Cinco tantos más. Saque y gancho; gancho desde el cinco; gancho desde el tres. Todos ganadores. Y para mayor dominio, su adversario tampoco encontraba golpe. Pelota a la red superior tras pelotazo. Síntoma de no saber qué hacer, de bloqueo, pero tiene golpe. Esa es la verdad. Su tercer tanto desbordó al navarro. En los dos siguientes mostró un poco de su rico repertorio: gancho y dejada. Es preciso cuando define. Frío y preciso.

Sin embargo, el genio es el genio. Bengoetxea le devolvió la moneda. Pelotazo pegado a la pared tras castigarle antes. 18 y descanso. Una dejada al ancho del vizcaíno cuando el adversario había llegado a la veintena maquilló un poco el electrónico. Otra dejada, y otro error, cerraron un duelo del que se esperaba más. Bengoetxea lo celebró y lo exteriorizó; Urrutikoetxea lo lamentó, pero su cuerpo lo interiorizó.

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