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Juan Martínez de Irujo tras acabar su rueda de prensa.
Irujo para el corazón de los frontones

Irujo para el corazón de los frontones

Una patología cardíaca aún sin diagnóstico definido aparta «temporalmente» al delantero de la práctica de la pelota

VÍCTOR SOTO* vsoto@diariolarioja.com

Miércoles, 20 de julio 2016, 23:34

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Pamplona. Juan Martínez de Irujo disputó ayer el peor partido de su vida. Un encuentro para el que llevaba preparándose más de un mes de noches de insomnio. Puntual, a las 11.30 horas, comparecía ante medio centenar de medios de comunicación para lanzar un escueto mensaje: «Abandono temporalmente la práctica de la pelota, aunque mi deseo es volver a vestirme de blanco, que es lo que más me gusta en la vida».

Desde que a finales de mayo unas pruebas médicas rutinarias hicieron saltar todas las alarmas, el día a día del navarro ha sido un sinvivir de lamentos y preguntas sin respuesta. El corazón de Irujo no funciona bien. Una cardiopatía obligaba a la empresa a tomar una decisión drástica. Ayer, el doctor Txema Urrutia no quería entrar en más detalles. «Hasta que los estudios no hayan determinado qué le ocurre, no puede hacer un esfuerzo de alto nivel», explicaba el galeno, sin entrar en honduras. «Las lesiones pueden tener un componente genético o desarrollarse a lo largo de la vida de una persona. En este caso, se ha visto en unas pruebas y habrá que seguir valorando», incidía.

El corazón de Irujo, una máquina capaz de bombear sangre a más de 180 pulsaciones, de aguantar encuentros titánicos y de empujarle a cotas inimaginables dentro de la historia de los frontones, es ahora la causa de una retirada obligada a los 34 años. Aunque, batallador como siempre, el delantero no ha dado el choque por perdido. «No quiero ser optimista ni pesimista. Ni me quiero hacer ilusiones de que voy a volver a jugar ni de lo contrario. Pero me voy a mover a nivel internacional para saber qué me ocurre», adelantaba el bravo puntillero.

Jamás había sentido ningún síntoma, ni su músculo le había lanzado aviso alguno. «Después de que te diagnostican, igual notas cosas. Pero, en principio, no tuve ninguno», indicaba.

Sin embargo, el ambiente reinante y el gesto de Irujo no dejaban ayer demasiado margen al optimismo. Hosco, visiblemente preocupado, a Irujo le costaba soltar cada palabra. «No está siendo nada fácil ni para mí ni para los de mi alrededor. Empiezas a darle vueltas a la cabeza y a preguntarte qué te pasa», aseguraba. Pero «por respeto a la afición a la pelota» y a sus «seguidores», Irujo dio la cara, aunque fuese un suplicio. «Tenía necesidad de contarlo. Se estaban especulando muchas cosas y por eso y por mi amor a la pelota, estoy aquí», resumía.

Año para olvidar

Y es que desde que este año está siendo para olvidar. El de Ibero disputó su último encuentro el pasado 9 de abril. Era la final del Parejas y la tarde prometía. Entonces, con el 10-10 en el marcador, se lanzó en dos ocasiones consecutivas a devolver sendos ganchos de Olaizola, con tan mala fortuna de que en el último golpeo, el cuero estalló contra su dedo corazón dejándolo roto y lleno de esquirlas. Esa accidentada desgracia se ha convertido en un mal menor. Ayer nadie se acordó de la fractura, sólo del corazón del navarro. Y de que, dentro de la enorme desgracia y de la brutal pérdida que su baja supone para la pelota, el diagnóstico es una buena noticia para evitar males mayores.

Ahora, Juan Martínez de Irujo inicia su pelea más importante, más allá de títulos, chapelas y honores. El corazón de la pelota late en él y nada debe distraerle de esa disputa sin público entre él y la enfermedad hasta que pueda volver a disfrutar (y hacer disfrutar) de su deporte.

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