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Ante su gran oportunidad

Ante su gran oportunidad

Untoria afronta su primera final del Parejas tras empezar el torneo en el banquillo

VÍCTOR SOTO

Domingo, 26 de abril 2015, 01:09

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Las oportunidades no se encuentran, se conquistan. Se ganan con sudor y esfuerzo. La fortuna siempre debe pillar al artista trabajando. Y trabajo es el sustantivo que más emplea Álvaro Untoria. Hoy, el impresionante frontón Bizkaia (17.00 horas, ETB1) ofrecerá al najerino su primera gran oportunidad de alzarse con un título de la élite de la pelota.

Todo está tan abierto que ni las apuestas saben hacia dónde decantarse. La burbuja del nivel no marca inclinaciones. A la par todo: ganas, deudas pendientes, méritos y dinero. Porque lo que queda claro hoy es que las dos parejas que han accedido a la final merecen el honor de ganar. Pero, como en las películas de vaqueros, en la ciudad sólo puede quedar uno.

Álvaro Untoria llega a la cita pletórico. Aunque parezca mentira, sólo han pasado 77 días desde que el najerino fuera llamado de urgencia por Asegarce para cubrir la baja de Aretxabaleta. Brilló en Tafalla ese 8 de febrero y el remiendo empezó a convertirse en solución definitiva, sin él siquiera saberlo. El de Marquina no lograba recuperar sus manos y el riojano no encontraba techo a su progresión. Bengoetxea VI se frotaba los ojos. Había un diamante escondido en el Campeonato de Promoción y a él le había tocado en suerte.

El de Leiza, perfectamente respaldado, se lanzó a por los triunfos. Velocidad y remates hasta convertirse en el mejor delantero del momento. Con la precisión de un cirujano, ha abierto en canal partidos, extrayendo su esencia y dejando tantos increíbles. Su veteranía, a pesar de contar sólo con 30 años, ha ayudado a encauzar los nervios comprensibles del debutante Untoria. Y cuando trabajo y genialidad se unen, es difícil no llegar al éxito.

Idéntica fórmula define a Berasaluze II y Zubieta. El delantero vizcaíno, de 37 años, busca su primera chapela. Le han regalado los oídos con la misma frase: «La pelota te debe un título». Pero el deporte, cruel, no sabe de cuentas pendientes. Sus merecimientos, cosechados en una enorme trayectoria profesional, su capacidad de resurgir, tras verse hundido por la depresión y por las lesiones, y su estilo único le han hecho entrar en la historia de la pelota. Pero lucir ahí, sin títulos, es como andar de prestado entre los laureles.

Berasaluze se merece el título tanto como Untoria, Bengoetxea o Zubieta. Si el najerino ha sido la revolución del campeonato, el zaguero de Echarri Aranaz se ha convertido en la confirmación. En Zubieta hay pelotari para rato. Aspe lo prestó a Asegarce y, visto lo visto, se equivocó. La promotora eibarresa se ha quedado, doce años después, sin representación en la final mientras que la bilbaína ha hecho copo. Zubieta, un caballero de los frontones, es el estilo y la pegada. No acogota, pero irrita. Siempre elegante, siempre al ocho, siempre a la pared con la insistencia de un motor diesel que corre más que nadie porque Pablito no es delantero de defender, sino de morder adelante. Aguantó el de Echarri Aranaz todo el tute del Parejas (16 partidos) y, en el último de semifinales, estuvo a punto de arrojar la toalla. Las manos se le destrozaron y sólo su pundonor, su capacidad de aguante y varios centímetros más de taco le permitieron saltar a la cancha del Astelena para ganarse el derecho a la final. Dos semanas después, sus herramientas están casi curadas. Molestias sobran en el mundo de la pelota. Demasiada dureza y demasiado material en un torneo que ha llegado a ser dramático, con más de cuarenta sustituciones. Son excesivas. O alguien toma cartas rápidamente en el asunto o será mejor montar hospitales de campaña junto a todos los frontones.

Pero a la cita de esta tarde han llegado los mejores y los más valientes. Resiliencia llaman ahora los modernos a lo que toda la vida ha sido tesón y, en los frontones de pueblo, huevos. No hay favoritos, pero sí una coincidencia: con dos delanteros de inspiración y valentía y dos zagueros de fuerza, el espectáculo se da por hecho. Sólo los nervios, esa sombra que puede convertir al virtuoso en zote, planean sobre el negro del frontón Bizkaia. El que sepa llevar las riendas del temple tendrá un poco de chapela ganado. El resto de tela, se cortará sobre la cancha.

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