Borrar
Gloria. El 15 de junio del 2013, Álvaro Untoria se calzó su primera chapela, gesto que quiere repetir el próximo domingo.
Del éxito al fracaso por un codo

Del éxito al fracaso por un codo

El najerino pasó de ganar el Manomanista de Promoción y de ser finalista en el Parejas y el Cuatro y Medio a sufrir en cada salida al frontón

V. SOTO

Domingo, 26 de abril 2015, 23:58

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La pelota tiene algo de primitivo. Su sencillez, su fuerza y sus tradiciones hablan de un deporte monolítico. Sin embargo, cada golpeo tiene detrás muchas horas de trabajo personal y de todo un equipo que no brilla en las canchas pero se hace imprescindible para el pelotari. En los 'boxes' hay desde médicos a preparadores pasando por fisioterapeutas o, incluso, ingenieros. La técnica lleva años implantado en el ADN de los frontones.

Gracias a las horas trabajo y pasión de algunos estudiosos, deportistas como Álvaro Untoria están ahora a las puertas de la gloria. Porque la historia del najerino no ha estado sólo adornada de miel y éxitos. La frustración, que acompaña habitualmente a los fracasos, también ha llegado a hacer mella al riojalteño. Aunque nunca para apartarle de los frontones.

Untoria se las prometía muy felices en el 2013, cuando su juego brillaba y encadenaba las finales del Cuatro y Medio, el Parejas y el Manomanista de Promoción. Logró el título del mano a mano y se ganó, por derecho propio, entrar en la élite. Asegarce le planteó, como un premio merecido, entrar en la Feria de San Mateo con el mejor compañero: Olaizola II. Sin embargo, el de Goizueta se lesionó y el najerino empezó a sufrir en cada partido. Ya lo venía haciendo, pero el dolor se multiplicó.

Su mano se hinchaba después de cada partido y se veía obligado a parar y volver a empezar desde cero. Y otra vez igual. Semana a semana. Las mismas secuelas, pero sin encontrar nunca el síntoma. El doctor de Asegarce, Íñigo Simón, se desesperaba. También Pedro García y Ana Álvarez, encargados de cuidar las manos del zaguero. «Era un problema que nos tenía desconcertados», reconoce Pedro García. «No sabíamos a qué recurrir para obtener un diagnóstico. Un día, en el frontón y después de un tiempo parado, Álvaro me echó una mirada que me decía que las cosas iban mal... Y, de repente, apareció la pista», recuerda el masajista. Terminó el choque y la mano de Álvaro volvía a aparecer hinchada.

«Una tontería»

Pero Pedro García ya no se fijó en los dedos ni en la palma. El codo era su objetivo. «Untoria tenía un problema de drenaje linfático y la causa era una disfunción mecánica, que interrumpía la circulación y provocaba la hinchazón», recuerda. «Todo partía de una tontería que nos estaba volviendo locos. La lesión la producía un cambio en la forma de golpeo que causaba una contractura y ésta, a su vez, colapsaba durante días el drenaje linfático», añade.

Con trabajo, algo que nunca le ha importado al najerino, y con muchos cuidados, todo volvió a su cauce unos meses antes del Parejas. Y Álvaro Untoria retomó la forma anterior. Sin problemas, la sonrisa volvía a afluir a la cara del riojano, que aprendió mucho de esos momentos duros. «Cuando estaba bien no era tan bueno ni con la lesión era tan, tan malo. Son baches que se deben pasar y que enseñan mucho para plantearte todo lo que te ocurre», explica el zaguero.

Ahora, sus manos son puro hierro y, de momento, no ha necesitado de cuidados extraordinarios ni precauciones añadidas. Después de once partidos en el Parejas de Primera, Untoria sigue fresco y su 'mal de codo' ya es sólo un borroso recuerdo. Un codo que ha sido para el najerino la diferencia entre la gloria y el infierno.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios