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Sergio Anguiano, piloto de Nájera. :: juan marín
La llamada del Dakar
MOTOR / DAKAR

La llamada del Dakar

Anguiano será el tercer piloto riojano que afronta el Dakar con una moto. Su reto es complejamente sencillo: acabar

JOSÉ MARTÍNEZ GLERA

Lunes, 26 de diciembre 2016, 17:36

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Sergio Anguiano afrontará a partir del 2 de enero la gran aventura de su vida, el Dakar. El rally africano y ahora sudamericano se ha convertido en un mito para los amantes del motor. Hace dos años, este piloto najerino de 39 años no se planteaba semejante reto. Ni siquiera conocía lo que significa competir. Anguiano ha vivido un aprendizaje rápido, muy rápido, y con apenas un puñado de carreras en su currículum, se adentra en un coto cerrado. El Dakar es una leyenda de la que Anguiano quiere participar, que no ganar. Acabar ya es un éxito.

El riojano llegará a Asunción en las próximas horas. Allí le espera su equipo, una formación modesta, alejada de las grandes estructuras del Dakar, pero en la que cuenta con José María Peña, ganador de esta prueba en quads en el año 2009. Su moto viajó a tierras paraguayas el pasado mes, una KTM de la que espera fiabilidad y que le acompañe hasta el último metro de los 8.819 kilómetros de los que consta esta cita.

Estos meses han sido muy intensos. Moto, gimnasio y navegación, además de trabajar, porque el Dakar es un sueño, no un modo de vivir. «En las últimas semanas me he entrenado en el gimnasio, ya que la moto está en Argentina. Es verdad que también he hecho algo de moto, sobre todo series de muchas horas, pero me caí hace unos días, me hice un esguince en un dedo de la mano y no la he vuelto a coger. He ido al monte, pero hay no hay altitud suficiente como para adaptarme a lo que me espera en el Dakar», comenta.

La carrera arrancará el 2 de enero, en Asunción. Por delante, trece días de competición, con uno de descanso. Las cifras acobardan, con más de 4.000 kilómetros cronometrados, seis etapas por encima de los 3.000 metros de altitud y 318 vehículos en carrera. Números que no asustan a Anguiano, que no duda en repetir que él no va al Dakar «a disputar la clasificación» sino a pensar qué va «a necesitar cada día». «Se prevé que lloverá mucho en los primeros días, cuando estemos en Paraguay y Argentina, por lo que tendré que pensar cómo me abrigo, qué ropa de agua llevo, por dónde cruzar los ríos. el día a día es lo importante. A partir de la tercera etapa estaremos a 4.000 metros de altitud, con cambios muy bruscos de temperatura, mucho calor por el día y mucho frío por la noche», advierte.

La caravana ha reducido su número de participantes. El Dakar busca nuevos objetivos, reinventarse. Así, este año ha reducido también su kilometraje, aunque al final serán casi 9.000 kilómetros. La prueba toca muchas ciudades, porque son muchas las que pagan porque les toque. Publicidad y economía. «Dicen que si superas los cuatro primeros días, todo es más sencillo porque las novedades se centran en esas primeras jornadas. El resto es muy similar al de años anteriores. Hay que tomarse cada jornada con mucha calma porque hay etapas, como la novena, la 'Súper Belén' con 977 kilómetros, pero es que hay otras muchos que superan los 800. Vamos a pasar por todo, por frío, por calor, por agua. Yo me muevo por lo que me dicen y lo que me comentan es que el calor argentino es asfixiante, húmedo, y que cuesta respirar», apunta.

El clima es una gran incógnita. Hace unas semanas se celebró en Argentina la Transcumbres, prueba de bicicleta de montaña. En veinticuatro horas sus participantes pasaron de protegerse del granizo acurrucados entre piedras a sudar a más de 40º centígrados. En el mismo punto, a la misma altitud, en la misma etapa, pero con un día de diferencia. La quinta jornada de este Dakar, entre Tupiza y Orura, se mueve por encima de los 4.000 metros. A esta altitud falta el oxígeno y el piloto piensa con menor claridad. «Lo que quiero es acabar y punto. Nada más. Y disfrutar si es posible. Es mi primera gran experiencia. Hace dos años no sabía nada de este mundo y en unos días voy a tomar la salida en al Dakar. Es un gran cambio», apunta.

Hace dos años no pasaba de escaparse con sus amigos y una enduro. Entonces se le ocurrió ir a Marruecos para sentir las dunas. Vivía el desencadentante del día actual. Luego llegaron Aragón y África y vio que era capaz de ir rápido sobre dos ruedas y, además, no perderse en la arena. «La primera carrera que he corrí en mi vida fue la Baja Aragón 2015. Hasta aquella cita yo me limitaba a disfrutar de la moto con mis colegas. Unos meses antes de ir a esta carrera, viajé a Marruecos, en San Bernabé del 2014. Allí coincidí con José María Peña, que me animó a ir a la Baja. Preparamos una moto de enduro y nos marchamos para Aragón. Acabé segundo en categoría Open. La verdad es que no me gustó mucho la experiencia, porque es una carrera en la que se trata de darle gas y punto. Correr al máximo. Apenas hay nada de navegación. También contacté más tarde con Murchi y este año hice el rally Intercontinental. Acabé segundo en la clasificación», recuerda.

Murchi ganó esa prueba, aunque años antes. Al calagurritano le atrae más África que América y también se puso en marcha hacia el Lago Rosa. Lo alcanzó. Cuando Sergio Anguiano concluyó el Intercontinental supo que el Dakar habitaba en su cuerpo. «Concluí, me vine a arriba y le dije a Peña que teníamos que mirar la posibilidad de participar en el Dakar. Nos pusimos en contacto con ASO, los organizadores de la prueba y me dijeron que me faltaban pruebas, así que me inscribí en una de sus carreras, la Merzouga, y también finalicé. Después, la ASO me admitió en el Dakar», dice.

Dicho y hecho. Su valía quedaba acreditada. Ahora necesitaba un equipo... y dinero. «Muy pocos los pilotos que pueden correr gratis. Sólo la inscripción ya cuesta 9.000 euros», desvela. Dinero es poder y Anguiano ha invertido en la marca más fiable en este raid. «Para ir al Dakar tienes dos opciones: una KTM o adaptar una moto de enduro. No hay más. En mi caso, tengo una KTM 450 Rally Réplica gracias a Motos Vidal. Es una moto muy evolucionada, con mucha experiencia en el Dakar. Sabemos que se puede romper, pero nos da más confianza que el resto», indica.

Anguiano se prepara para vivir entre dos mundos: el de los elegidos y el de los ilusionados. En el primero se incluyen los que aspiran a ganar; en el segundo, los que se enfrentan a este gigante a pecho descubierto, sin apenas medios. «Al final, son dos carreras en una. Por un lado, los que se juegan el triunfo; por otro, el resto. Quizá, ni nos veamos. En carrera, seguro que no; en el campamento, tal vez. Ellos llegan y tiene un montón de mecánicos esperando para preparar el coche o la moto para el día siguiente. Cuando yo llegue, tendré que trabajar en la moto con Peña y Rubio, sobre todo, y con el resto del equipo. Hace poco hablaba con un piloto que ha estado en el Dakar y me decía que es una carrera en la que no disfrutas. No duermes, no comes, no bebes, no. , nada. Es un sufrimiento constante, pero atrae, gusta. Yo no sé cuándo repetiré, si es que vuelvo. Esto es una ilusión que voy a cumplir y punto», sentencia.

El najerino dice estas preparado, aunque el nivel de exigencia del Dakar no se conoce hasta que no se vive. El hombre y la máquina en medio de la nada. «Muchas veces es más importante la cabeza que el físico, pero yo creo que van de la mano. Tengo mucha ilusión, pero sé que puede pasar cualquier cosa. Hay que ser prudente. Yo no me juego nada, porque no vivo de la moto. Es un hobby, una afición. Nada más. No tengo que poner mi vida en peligro. Voy a disfrutar, a navegar y a intentar acabar el Dakar». Y es que el riojano dice no pensar en esa leyenda negra que acompaña a esta cita: la muerte. Es raro el año que no registra un fallecimiento. «Sabes que está ahí, pero no pienso en ello. Riesgo hay, porque un golpe de mala suerte lo tiene cualquiera. Yo intentaré asumir los menos riesgos posibles», indica antes de recordar que él aspira a estar el 14 de enero en Buenos Aires, disfrutando de un sueño hecho realidad.

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