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Ceremonia de entrega de los 3.000 obstáculos.
Una medalla que no emociona
FIEBRE EN LAS GAUNAS

Una medalla que no emociona

CÉSAR ÁLVAREZ

Domingo, 24 de agosto 2014, 23:56

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El reglamento está para cumplirlo. Ante esa premisa indiscutible, la medalla de bronce que el catalán Ángel Mullera se colgó el pasado jueves tras acabar cuarto la prueba de los 3.000 metros obstáculos no admite discusión. El ganador, el francés Mekhissi, vulneró dos (no uno, sino dos) artículos del reglamento: el que aborda el decoro y el respeto a sus rivales y el que señala que se debe cruzar la línea de meta debidamente identificado con el dorsal bien visible. El francés, sabiéndose ganador, corrió los últimos 80 metros sin camiseta, y eso atenta contra el reglamento. Su descalificación es legal.

Ahora bien, Iniesta se quitó la camiseta cuando consiguió el gol en el minuto 116 de la histórica final del Mundial de fútbol de Sudáfrica. Es cierto que el reglamento futbolístico sólo sanciona ese hecho con una tarjeta amarilla, pero ¿hubiera sido justo que le dieran el título mundial a Holanda por ese gesto? Como ocurrió en Zurich, hubiera sido legal, pero ¿justo? También hay que reconocer que en el caso del francés, ese gesto venía avalado por una trayectoria cargada de hechos reprochables (peleas con sus compañeros sobre el tartán, empujones a mascotas.).

En cualquier caso, al ser un hecho que atenta directamente al reglamento general del atletismo, ¿no hubiera sido más lógico que entrara a sancionar de oficio el juez árbitro o incluso el estamento titular de la competición, en este caso, la Asociación Europea de Atletismo (AEA)? ¿Por qué tenía España -siendo parte implicada- que denunciar un hecho que había visto todo el estadio y miles de espectadores por televisión? La Federación Española actuó como debía, pero puso a los pies de los caballos a su atleta como se vio en la ceremonia de entrega de medallas, donde reglamento en mano, nadie podía obligar al campeón (también francés, Yoann Kowal) a fotografiarse con Mullera. No le invitó a subir al primer cajón del podio para posar ante la prensa gráfica, dejándole en una humillante soledad, porque el reglamento no lo exigía.

Ese reglamento (o legislación) al que Mullera se aferró para colgarse el bronce también fue el que hace dos años le permitió eludir la sanción por dopaje. Nadie pudo probar que hubiera consumido sustancias prohibidas, aunque unos correos electrónicos suyos desvelaban cómo interrogaba a un médico de cómo y cuándo consumirlas para no ser descubierto. El reglamento le permitió participar en los Juegos de Londres, aunque muchos compañeros le hicieron el vacío en la concentración.

Por todo ello, la presea de bronce está ya en el medallero español, y dentro de unos años nadie se acordará de las circunstancias, pero hoy por hoy, no emociona como el resto

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