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Al portero y defensas cántabros sólo les dio tiempo a mirar cómo entraba el balón en el disparo de Alegre que significó el segundo tanto de la tarde.
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Inicio arrollador y descrédito final

Tras un primer tiempo de ensueño, en la segunda parte Miguel se convirtió en el mejor jugador riojano

C. F.

Domingo, 21 de septiembre 2014, 23:46

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Partamos de la base de que la Unión Deportiva Logroñés consiguió un bonito triunfo por 4-1, en una primera media hora arrolladora en la que sólo hubo un equipo sobre el césped, que vestía de blanco y rojo. Dos goles en seis minutos, conseguidos con calidad y finalizando jugadas en las que el balón había pasado por los pies de varios jugadores, eran demasiado para un conjunto cántabro que hacía honor a su nombre. El Tropezón no pasaba prácticamente del medio campo y se movía a merced del juego riojano.

El dominio partía de un balance defensivo espectacular, con robos de balón y salidas a la contra con tal rapidez que no daban tiempo a los rivales a situarse en sus puestos. Así fueron llegando los goles y no quedaba ninguna duda de que este equipo puede aspirar a muchas cosas, con esa seguridad atrás, en la que Titi entró como lateral derecho para cubrir la baja de Gago, y arriba Carlos Pouso decidió poner a los dos puntas del equipo.

Si entró el primer gol después de un toque de Sergio que dejó el balón a Menudo junto al punto de penalti para que éste dejara sin capacidad de reacción a Iván, cuando corría el minuto 4, dos más tarde, era Ubis el que pasaba hacia atrás a Alegre, que ponía el balón lejos del alcance del portero, junto al poste. Dos golazos en dos ocasiones. La guinda la iba a poner poco después Miguel, que evitaba el tanto de Rafa en una acción llena de reflejos, sacando una mano providencial.

Hasta la suerte se ponía del lado blanquirrojo en esta ocasión, cuando Moisés peinaba el balón lanzado por Menudo y el balón era repelido por el poste. El rechace dio en Iñaki y el balón entró en lo que era el tercer tanto. Eran veinte minutos de buen juego, de agobio a la portería cántabra.

Camochu dejaba todo decidido con un disparo según le venía el balón, después de un centro largo de Alegre. El asturiano, a la primera, levantó el cuero lejos de Iván que había salido a intentar evitar el gol.

Media hora de ensueño, de sobriedad y presión en defensa, y de fantasía a la hora de atacar, por las bandas, por el centro, ante un equipo que no tenía nada que ver con el que se había descrito de antemano y en temporadas anteriores. La chispa que le faltaba a los de Tanos era aprovechada por los blanquirrojos en sus ansias de levantar de sus asientos a la parroquia.

El trabajo estaba hecho, el público lo estaba pasando como nunca, los jugadores también estaban dejando sobre el césped la impronta de un juego versátil, participativo, siempre partiendo de la base de una presión excelente sobre los hombres clave del conjunto rival y una intensidad en todas las facetas del juego que hacían ver a un equipo sin fisuras y un juego muy directo.

Del blanco, al negro

Todo lo bueno que se pudo apreciar en el primer tiempo, cambió de forma radical en el segundo. Los cambios, en ambos equipos, alteraron la sintonía del encuentro.

La entrada de Fresno en el Tropezón y los cambios en el esquema de juego propiciaron que el conjunto de Herrera se hiciera con el control del balón sobre todo en el centro del campo, donde los blanquirrojos dejaron de ser los dueños de la parcela como en el primer periodo.

Se perdió la cohesión entre líneas, dejando unos huecos enormes en el centro, permitiendo que los rivales se hicieran con el control y pudieran hacer el juego que mejor se les da, el de la rapidez en las acciones de ataque.

Bajo el mando del citado Fresno, Álex se convertía en la pesadilla de la defensa, mientras que Iñaki pasaba del lateral a buscar la portería riojana. Ahí entró en acción el buen momento por el que atraviesa el guardameta riojano, que sacó una serie de manos decisivas para que el Tropezón no pudiera marcar los goles a los que se hizo acreedor.

Miguel ganó el mano a mano a Álex y a Fresno. Sacó dos balones a los que llegaba Iñaki antes que el defensor riojano y, contra lo que pudiera dar a entender el resultado que campeaba en el marcador, se convirtió en el hombre decisivo para la victoria blanquirroja.

Fresno, llegando con el balón sin nadie que le molestara hizo el tanto del honor cántabro, mandando un balón bombeadito desde fuera del área, con mucha clase, superando a Miguel, que nada pudo hacer por evitarlo. Aún tuvo otra ocasión Álex, perfectamente defendida por Miguel.

El triunfo estaba asegurado, pero las sensaciones del primer tiempo quedaron reducidas a la nada en el segundo. El público se acordó más de la excelente primera parte y aplaudió al final, aunque quedó cierta inquietud en el ambiente.

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