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Mandzukic, celebrando su tanto a Inglaterra. REUTERS
Mandzukic, el guerrero solidario

Mandzukic, el guerrero solidario

Marcado por una infancia traumática, se entrega en el campo, donde no reconoce a nadie, pero es generoso y amable con sus compañeros y vecinos en Croacia

Rodrigo Errasti Mendiguren

Enviado especial a Moscú

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Sábado, 14 de julio 2018, 01:16

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Mario Mandzukic marcó el gol más importante de la historia de Croacia el miércoles, minutos después de recibir una patada de Jordan Pickford que hubiese lesionado a cualquier otro. «Tiene los cojones como los toros de las calles de Pamplona o esos que hay en las carreteras de Andalucía», comentó tras la semifinal Davor Suker, el '9' de leyenda croata y ahora presidente de la federación de su país. Minutos antes de ese gol que permite a Croacia soñar con ganar el Mundial, Zlatko Dalic le preguntó a Madzukic si quería irse sustituido. «Su mirada me lo dijo todo», explicó el seleccionador croata, que fue más allá para definir a su delantero: «Mario dijo en una entrevista que dentro del campo no conoce a nadie. Cuando compite para su equipo no repara ni en la nacionalidad ni en la amistad». Eso sí, cuando marcó el gol a Inglaterra tiró sin querer al fotógrafo Yuri Cortez, al que pidió perdón tras el tanto y una vez ya habían logrado el pase para la final. «Esto solamente lo puede conseguir un gran equipo, un equipo valiente, que está jugando el torneo con un gran corazón», destacó el delantero croata.

Una infancia dura -a los seis años tuvo que dejar su pueblo (Slavonski Brod, de 63.000 habitantes) y buscar acogida en Alemania, ya que según su padre «delante de la puerta de casa mataban a gente»-, ha forjado la personalidad de este gigante de 190 centímetros y, dicen los que le conocen, con un gran corazón. Tímido pero bromista con los más cercanos. En el Atlético le recuerdan con cariño porque «es un tío con mucho carácter pero muy buena persona». «Es un currante de cojones, de los que defiende a los suyos siempre. Era una puta máquina de trabajar», recuerda uno de esos compañeros de aquella temporada en la que llegó para sustituir a Diego Costa tras dos campañas en el Wolfsburgo (allí llegó tras ser pichichi de la liga croata con el Dinamo de Zagreb) y otras tantas en el Bayern de Múnich, con el que marcó 48 goles, uno de ellos en la final de la Champions ganada por los bávaros en Wembley al Dortmund.

No terminó de empatizar con el Cholo Simeone, pese a que el argentino siempre le pone como una de las figuras clave de aquella temporada en la que el equipo venía de tocar el cielo con la Liga y la Champions perdida en Lisboa. «Genera muchas situaciones de peligro, ya sea de espaldas, ya sea en apoyos para la gente que viene de frente, ya sea en salidas largas para poder asistir. Es un jugador determinante», le defendía Simeone. Y es que empezó muy bien, marcando en la Supercopa que se ganó al Real Madrid. Los goles entraban, pero un día se lesionó y se agotaron. Y pasó al banquillo, lo que no llevó bien. «Me enfado, claro, el banquillo es como cuando eres pequeño, estás jugando en el barrio y te llaman de casa para que subas. Yo no puedo esconder mis sentimientos, no soy un robot», reconoce. En los momentos complicados tiende a aislarse, a rumiar a su frustración en solitario.

Sus excompañeros en el Atlético recuerdan que en un partido en Sevilla salió como suplente «algo cruzado», pero después en el autobús estuvo analizando lo sucedió y reconoció a los pesos pesados del vestuario que podía haber estado mejor, que se había olvidado por un momento de los compañeros y que podía dar más. En Madrid dejó varios amigos, entre ellos, Jan Oblak, con el que solía estar en la parte de atrás de los vuelos por manías, pese a que se comunicaba principalmente en inglés (Torres, Mario Suárez y Raúl García). A los que tenían más dificultades les apreciaba el esfuerzo y les decía cómo se decía de modo correcto con una sonrisa. También aceptaba consejos para mejorar en español.

No le dio tiempo a mejorarlo, porque tras un año se marchó a Turín, pese a haber sido el segundo máximo goleador tras Antoine Griezmann, donde encontró un hueco como extremo izquierdo. Y también se ganó a sus compañeros, incluso a los más bromistas, como Patrick Evra, que le bautizó como 'Mr. no good'. Encajó bien el apodo e incluso lo llegó a usar en las redes sociales. «No me gusta lloriquear ni buscar excusas; eso me deprime más», explicaba en el 'Corriere della Sera' sobre un choque que se produjo contra un cartel publicitario le provocó una herida profunda. «Prefiero luchar contra el dolor, pero fueron tres-cuatro meses complicados, porque la herida se infectaba y tuve que tomar antibióticos. Ya sólo al entrenar sentía dolor», reconocía, pero no le limitó para jugar. «¿Que yo corro más que Higuaín? No, yo corro más que todos», ironiza a lo balcánico.

Cerveza para sus vecinos

Mario es también alguien que no olvida a los suyos. Muchos de sus tatuajes hacen referencia a su dura infancia, y por eso quiso tener un detalle con los habitantes de Slavonski Brod, a unos 200 kilómetros de Zagreb y donde no siempre las cosas han sido tan alegres como estos días. En mayo de 1992 murieron asesinados 28 niños y hasta 2016 allí estaba el campo de refugiados sirio más importante de la ruta balcánica. «Cada año viene y trae camisetas y botas para los niños de la escuela de fútbol. Hace algunos años nos dio dinero para rehacer nuestro vestuario y sus duchas. No nos ha olvidado», dice Damir Ruhek, su primer entrenador en el NK Marsonia Slavonski Brod. «Es un fantástico deportista, pero más aún un hombre de gran corazón», subraya.

Y es que en estos buenos momentos 'SuperMario' quiere devolver todo el cariño a los que fueron sus paisanos, a los que invitó a cerveza tras reunirse en una plaza de la ciudad, a la que volvió con 12 años, para ver el duelo de Rusia por un valor de 25.000 kaunas (3.377 euros). «Jugar con Croacia es algo diferente, sentimos el apoyo del país y vemos todos los vídeos y mensajes que nos están enviando», reconoce agradecido tras su gol 32 en 88 encuentros internacionales con la arlequinada. En Rusia lleva dos goles en cuatro remates a puerta, una asistencia (en cuartos a Kramaric) y ha cometido una falta más de la que le han hecho. «La defensa empieza con él», explica Dalic. «Saldremos como leones», advierte él. Y es que así es Mario Mandzukic, un guerrero solidario.

LOS DATOS DE MANDZUKIC

Internacionalidades: 88

Goles totales: 32

Partidos jugados en el Mundial: 5

Minutos: 549

Goles: 2

Tiros: 12

Tiros a puerta : 4

Faltas cometidas: 11

Faltas recibidas: 10

Pases intentados: 138

Pases completados: 96

Balones recuperados: 10

Despejes: 12

Amarillas: 2

Distancia recorrida: 54,76 kms

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