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Los jugadores del Real Madrid, con Sergio Ramos y Raphael Varane en cabeza, celebran el título de Liga conquistado ayer en La Rosaleda. :: juan medina / reuters
Final de la liga

Final de la liga

El enorme equipo de Zinedine Zidane gana también en La Rosaleda y conquista su primera Liga en cinco años

IGNACIO TYLKO

Lunes, 22 de mayo 2017, 01:00

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El Real Madrid sepultó recuerdos ingratos y conquistó en La Rosaleda su primera Liga en cinco años. Un reto que se marcó Zinedine Zidane y su extraordinario elenco de figuras desde que comenzó el curso y que se han ido trabajando gol a gol, victoria a victoria, partido a partido. Fue más regular que el Barça y consiguió un título que en los últimos años le cuesta mucho más que la Champions, seguramente porque es fruto del trabajo diario, no de grandes pero contadas noches. De nuevo, en la cita clave apareció Cristiano para mostrar el camino de la gloria. Enorme su esprint final, gracias a que aceptó a tiempo los descansos y pendiente aún de lo que ocurra el 3 de junio en la final de Cardiff, donde el Real Madrid busca la 'duodécima' y su primer doblete grande desde 1958, con permiso de una Juventus que aspira al triplete.

Costaba creer que la pifiara al final en La Rosaleda un equipo que marca siempre, gana con suma frecuencia y se presentó en el tramo final del campeonato pletórico mental y físicamente, muy bien preparado por Zidane, que ha demostrado ser mucho más que un simple alineador, relaciones públicas o gestor de egos, virtudes que ya de por sí serían suficientes para ponderarle como se merece. Tenía razón Míchel cuando dijo que las circunstancias actuales no tenían nada que ver con las que rodearon a esas Ligas perdidas por los blancos en Tenerife. Este campeón no es el mismo que aquel equipo dubitativo e inseguro que conducía Benito Floro y en el que jugaba el propio Míchel.

A diferencia de Jorge Valdano, preparador de aquel equipo chicharrero que asombró al mundo, Míchel no tendrá que proseguir su carrera con el peso psicológico de tener que devolverle algún día al Real Madrid lo que antes lo quitó.

Desde el principio a favor de corriente, el campeón completó un notable ejercicio de seguridad. Supo protegerse con el balón y algo peor sin él, pero desarrolló un plan perfecto para coronarse en La Rosaleda. Después de haber resuelto con éxito una a una todas las finales desde que Messi puso patas arriba el Bernabéu, los jugadores visitantes se presentaron tranquilos, serenos y confiados en la Costa del Sol, todos juntos pero sin cambiar los hábitos y sin concentrarse con antelación. Por algo el Real Madrid está acostumbrado a disputar finales casi a diario.

El duelo ya tuvo el comienzo soñado para el campeón. Apenas se había cumplido un minuto y medio de juego cuando el central Luis Hernández, formado en la fábrica madridista, cometió un error en el despeje que entre Isco y Cristiano transformaron en el 0-1. El malagueño le dio un gran pase en profundidad al luso, que definió a lo grande. Dribló a Kameni, que salió a la desesperada, y marcó a placer su decimosegundo gol en nueve partidos. Se repetía la historia reciente de Balaídos con los mismos protagonistas.

A pedir de boca

Pronto, al banquillo del Real Madrid le llegaron, además, excelentes noticias desde el Camp Nou. El gol del japonés Inui para el Eibar acercaba todavía más al campeón continental hacia el título de la regularidad. Hacían falta entonces nada menos que cuatro goles para que cambiase el panorama: dos del Málaga para remontar y dos del Barcelona para evitar el sonrojo ante el equipo bien trabajado por Mendilibar. Con este bloque preparado por Zidane, una quimera.

El partido se jugaba a un ritmo bajo que le interesaba al Madrid, sin urgencia alguna y mucho más pendiente ya de no conceder atrás que de irse al ataque. Y al Málaga le costaba abrirse porque conoce que su adversario es letal al contragolpe. El culé Sandro era el único que daba sensación de peligro cuando aparecía. Ejecutó un golpe franco maravilloso al que respondió Keylor, un felino en el tramo decisivo de la campaña. Se golpeó el tico contra el poste, pero se recuperó enseguida. También abortó un intento de gol olímpico del propio Sandro, y luego vio como un golpeo del ariete canario salió cerca del poste tras peinar Keko. Este mismo jugador erró una buena oportunidad porque cabeceó desviado. Ahí murieron las intentonas de los andaluces hasta su arreón final.

El duelo fue de guante blanco para el Real Madrid, sin apenas brusquedades. En el primer acto, sólo Camacho le recriminó a Marcelo que estuviera a punto de pisarle tras un intento de chilena del excolchonero. Fue una acción involuntaria. También el error infantil de Mikel Villanueva al dejar pasar el balón cuando Cristiano estaba sólo. Kameni, inmenso, evitó el segundo gol del portugués, que en el comienzo de la segunda mitad se quejó de una entrada Ricca, más fuerte de lo que indicaba el desarrollo del partido pero tampoco violenta.

Con el camino allanado, el equipo merengue fue festejando paso a paso el título. Y más cuando, tras una acción de carambola, Benzema anotó el segundo a los 55 minutos. Estaba ligeramente en fuera de juego el francés, pero eso era lo de menos. Todo el banquillo salió a celebrar un gol que representaba la Liga. Inui marcaba poco después para el Eibar. Éxtasis madridista, ni siquiera mitigado por la estéril remontada azulgrana. Con justicia y momentos de grandeza, el Madrid festejaba su Liga número 33 e Isco se marchaba ovacionado de su casa, que le despidió a lo campeón.

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