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Luis Enrique, ante su amigo Abelardo, durante el recordado 5-0 del Real Madrid al Barça, en el que marcó uno de los tantos blancos.
Luis Enrique, el cromo antimadridista

Luis Enrique, el cromo antimadridista

El asturiano vuelve como entrenador al estadio en el que más disfrutó como culé: «Es gratificante que te piten en el Bernabéu»

P. RÍOS

Viernes, 24 de octubre 2014, 01:20

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Luis Enrique es menos visceral como entrenador que como jugador, pero habrá que estar atentos a la sabiduría popular que indica en el refranero que la cabra siempre tira al monte. Ya se le ha bautizado estos días como 'El Figo del Bernabéu' por la animadversión que despierta en el casa blanca, pero también podría valer 'El Mourinho del Camp Nou' por el odio que se le tiene en Barcelona al extécnico portugués del Real Madrid. El martes, recién acabado el Barça-Ajax con victoria por 3-1, sin presión mediática, Luis Enrique ya dijo que «en el Bernabéu es donde más orgulloso se siente un culé». Quedó claro así, en frío, sin preguntas malintencionadas y sin interpretaciones interesadas, que los clásicos le van. Y mucho.

En su etapa de jugador del Barça, ocho años entre 1996 y 2004, eran muy esperadas sus manifestaciones en la semana de los clásicos que también vivió como futbolista del Real Madrid durante cinco temporadas, entre 1991 y 1996. En uno de ellos, en 1994, marcó un gol al Barça en un 5-0 y lo celebró con ganas, un detalle que en el Barça se le ha perdonado por todo lo que hizo después. Ahora, como técnico, es más comedido, aunque ese carácter beligerante que lleva dentro siempre puede salir a la luz si se le buscan las cosquillas.

No es que aquel cambio de chaqueta en 1996 hiciera en un primer momento demasiado daño a una afición merengue que nunca mostró un gran cariño al asturiano, que de blanco fue más combativo que brillante. Pero el hecho de que fuera cazado pasando la revisión médica con su nuevo club, con el Madrid todavía compitiendo en descomposición, y su meteórica adaptación al Barça, que sí supo rentabilizar su estilo y carácter futbolístico, comenzaron a enojar en el Santiago Bernabéu. La afición madridista ya le odió de por vida cuando celebró un gol en un clásico de noviembre de 1997 mostrando la camiseta y besando el escudo del Barça, que ganó 2-3 aquel día. «Si quieren lloro cuando marco un gol. A quien no le guste mi manera de celebrar que no vaya», manifestó.

«Si a alguien le interesa calentar el ambiente y sacar a relucir cosas que dije en su momento en el pasado, de las que no me arrepiento de ninguna de ellas, pues perfecto. He intentado ser lo más rentable posible para los clubes en los que estuve, y como persona y como entrenador, lo mismo. Si alguien tiene otras intenciones, yo seguiré adelante por mi camino», comentó en enero de este mismo año cuando volvió al Bernabéu por primera vez como entrenador, al frente del Celta que perdió 3-0. Su mensaje no fue conciliador. Quedó claro que no se arrepentía de cosas que dijo. Y la hemeroteca está repleta de ellas.

«La época en el Real Madrid no me trae buenos recuerdos. Me veo en las figuritas y en televisión y me siento raro de blanco. Creo que el color azulgrana me sienta bastante mejor», comentó tras aquel recordado gol de 1997, resumiendo posteriormente por si no había quedado claro: «Me veo en los cromos con la camiseta del Madrid y no me reconozco». Abroncado en Chamartín en cada visita posterior a dicha declaración, afirmó en su día que «para un jugador del Barça siempre es gratificante sentirse pitado en el Bernabéu».

Luis Enrique, que se las tuvo con Zidane en 2003 en sus últimos días como futbolista, manteniendo la crispación hasta el final, ya no volvió a cambiar de colores y, como si tuviera alguna cuenta pendiente, antes de ser entrenador del primer equipo del Barça siguió lanzando mensajes al Madrid. «¡Qué maravilla ser aficionado del Barcelona y culé anoche! Fuimos infinitamente superiores. Pocas veces he podido ver una diferencia tan grande. ¡Qué maravilla ver a Iniesta, Xavi y Messi, y a Puyol marcando gol! Ayer fue un orgasmo futbolístico. En casa del eterno rival, con un estadio repleto... Una obra de arte al alcance de muy pocos equipos del mundo», escribió en las redes sociales tras el 2-6 del Barça en 2009.

Luis Enrique, que disputó 14 clásicos de Liga, con un balance de seis victorias, cuatro empates y cuatro derrotas, marcó cinco goles en ellos como azulgrana. Ahora no podrá marcar ni celebrar un gol de un compañero subido a sus hombros, como hizo en su último clásico en el Bernabéu en la temporada 2003-04, el día de la vaselina de Xavi (1-2). Ahora le toca ser respetuoso, pero que nadie lo dude. Si gana, tendrá que frenar al apasionado antimadridista, quizás más que barcelonista, que lleva dentro.

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