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El campeón nunca se rinde
cuartos de final

El campeón nunca se rinde

El Sevilla remonta un 0-1 en contra de la primera mitad gracias a los cambios estratégicos realizados por Unai Emery ante un Zenit que demostró ser un rival más duro de lo esperado

Luis F. Gago

Jueves, 16 de abril 2015, 00:01

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Llegaba el Sevilla al momento clave de su competición fetiche con la intención de seguir avanzando un paso más hacia la gloria. Tocaba una piedra difícil de apartar como era el Zenit ruso, entrenado por Villas Boas, pupilo de Mourinho, pero con un toque menos de cinismo, tanto en lo personal como en el planteamiento de los partidos. El técnico luso llegaba al Pizjuán con numerosas bajas. Cuatro de sus titulares absolutos no se presentaron por motivos de sanción y esa desventaja tocaba aprovecharla.

Salieron los hispalenses con novedades sobre el césped. No jugó de inicio el goleador Bacca, sino el suplente de oro sevillista, Gameiro. Vitolo, que desde que volvió de la selección española vivía una época de bajo nivel, se quedó en el banquillo para dejar su lugar a Reyes, siempre presente en los grandes momentos. Pero estos cambios, pensados por un gurú del fútbol como se ha convertido Unai Emery, de poco sirvió en el inicio. Los sevillanos salieron demasiados timoratos, con las ideas espesas.

El técnico vasco no lo veía claro desde la banda y menos cuando de Ryasantsev logró acertar ante la portería defendida por Sergio Rico. Marcó el Zenit ante el favorito de la competición. Todo pintaba mal. Un 0-1 que ponía los nervios a flor de piel porque ir a Rusia con tal marcador era sinónimo de finalizar la senda hacia la ansiada Cuarta. El tanto despertó a la bestia que en teoría todo campeón debe guardar en su interior. El Sevilla empezó a tirar de casta y se puso a crear córners como alegato a favor de la permanencia en la Liga Europa. Pero las jugadas de estrategia cayeron en saco roto.

Un buen Zenit, bien plantado desde el principio, usando sus armas, escasas pero efectivas, se marchó a los vestuarios con pie y medio en las semifinales. Emery lo hizo cabizbajo, como todos los jugadores sevillistas. Rotos por la falta de ambición en los primeros cuarenta y cinco minutos, fatigados tras fracasar tan cerca del final.

El Sevilla llevaba 31 partidos consecutivos sin perder como local. Más de un año, desde que lo hiciera en esta misma competición contra el eterno rival en octavos de final. En aquella ocasión logró remontar fuera de casa, sufriendo, a través de una tanda de penaltis tediosa. Ahora no querían hacer sufrir a la parroquia sevillista de la misma manera viajando hacia Petersburgo.

Unai movió fichas, tocó algunos claves con esa varita mágica que parece tener y sacó a relucir algún que otro as en la manga. Esa carta se llamana Bacca. Marcó cuando la desesperación hizo acto de presencia en todos. El colombiano saltó al terreno de juego por un desacertado Gameiro y no defraudó. Marcó el tanto del empate una jugada después de que el cuadro andaluz desperdiciara su córner número 15 en lo que iba de noche, un empate que hacía justicia para un Sevilla superior a la vuelta de los vestuarios. Se había quitado el estrés, la tensión innecesaria y empezó a jugar como solo este equipo sabe hacerlo desde que empezó 2015.

El tanto del máximo goleador rojiblando dio alas a una grada desanimanda e insufló ánimos a los que vestían de blanco. Los sevillistas apuraron sus opciones hasta el final. Incluso en los últimos diez minutos tuvieron tiempo incluso de pedir dos penaltis, bastantes dudosos eso sí. Mediante faltas, más córners, contragolpes, balones largos, todo era poco para conseguir una ventaja para viajar a Rusia aunque fuera solo mínima. El empate, sabían los sevillistas, era insuficiente. Y logró la proeza de la remontada en el córner número 21. Denis Suárez, otro de esos ases sacados por Emery al descanso, consiguió en el final otorgar una mínima sonrisa en la primavera sevillana tras una volea fantástica.

Ahora toca viajar a las frías tierras rusas, donde esperará un Zenit más correoso, con todos sus jugadores disponibles y la batalla por las semifinales será dura. Pero el equipo ruso cometió un error en la noche del jueves: dejó vivo al campeón cuando lo tenía noqueado y lo pagó caro. Toca el segundo combate definitivo en la vuelta. Otra historia.

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