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Dos aficionadas polacas junto a un portugués.
Marsella vuelve a ser pintoresca

Marsella vuelve a ser pintoresca

Polacos y portugueses dibujaron curiosas escenas desde la noria del Puerto Viejo hasta Notre Dame de la Garde

Ignacio Tylko

Jueves, 30 de junio 2016, 20:20

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Casi tres semanas después de la batalla que libraron paramilitares rusos y 'hooligans' ingleses borrachos en Marsella, las fuerzas de seguridad francesas blindaron la capital de la región de Provenza-Alpes-Costa Azul con ocasión del choque de cuartos de final de la Eurocopa entre Polonia y Portugal.

Ya desde el miércoles por la noche, la vigilancia era extrema en el Puerto Viejo, el núcleo turístico de la segunda ciudad más poblada de Francia. Allí, radicales polacos también provocaron altercados el 21 de junio, antes del choque ante Ucrania.

Decenas de furgones policiales rompían la típica visión de los barquitos de pescadores, yates de lujo y ferrys para turistas que se entremezclan. 'The Shamrock', O'Malley's' y 'The Queen Victoria', focos de la cruentas peleas recientes, parecían pubs tranquilos.

Estado de emergencia máxima, pero sensación de relativa calma este jueves al pasear al mediodía por las angostas calles que terminan en el puerto. Polacos y portugueses todavía no inundan la ciudad, pero los que disfrutan del caluroso y húmedo día conviven en armonía también con cientos de cruceristas.

Sufren dos problemas. Por imperativo legal, en los bare sólo les sirven cerveza en vasos de plástico. Y en los supermercados marselleses próximos al puerto y al estadio está prohibido la venta de alcohol el día del partido.

Escenas pintorescas. Aficionados con camisetas de Cristiano, alguna incluso del Real Madrid, y banderas y bufandas con el lema 'Polska, tylko biale czerwone' (Polonia, sólo rojiblanca), junto a titiriteros, humildes pescadores que exponen sus triunfos, vendedores ambulantes de jabones con perfume a naranja, miel, rosa o coco y emprendedores que se dedican al negocio del alquiler de Vespas, a 25 euros la hora y 75 el día.

Fervientes católicos, muchos seguidores pagan ocho euros para subirse al trenecito turístico que les dirige hasta la basílica de Notre Dame de la Garde, en lo alto de una colina y con unas vistas espectaculares de la ciudad.

Abajo, la principal atracción es una noria, no el Fuerte de San Juán, el Museo de Historia o el Memorial de los Campos de la Muerte. Suena la lambada, a toque de tambor y violín. Acuarelistas y retratistas intentan hacer su agosto.

Poco antes del partido, los hinchas de ambas selecciones se aglomeran ya en el Rond Point du Prado, una enorme rotonda junto al estadio Vélodrome. Discusiones aisladas entre reventas de entradas y policías que forman columnas humanas. En su mayoría, la gente deseaba fiesta, no gresca. Cristiano y Lewandowski se jugaban los cuartos.

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