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ÓSCAR BELLOT
MADRID.
Jueves, 10 de agosto 2017, 00:15
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Gareth Bale pasó con nota el examen. Con todos los focos apuntando a su figura, el galés firmó en Skopje una notable actuación a la que sólo le faltó el gol para alcanzar el sobresaliente. Aunque el MVP fue para Isco y la victoria del Real Madrid frente al Manchester United que permitió al club español alzar su cuarta Supercopa de Europa se sustentó en el dominio del mediocampo, el '11' fue un dolor de muelas para la defensa que planteó José Mourinho. Acabado el choque, los actores implicados en la historia de suspense en torno al futuro del extremo dieron carpetazo al culebrón.
«No contemplo la venta de Bale. Es jugador del Real Madrid y estamos muy contentos con él», proclamó Florentino Pérez. «Un jugador que juega una Supercopa europea es porque su entrenador cuenta con él, el club cuenta con él y él cuenta con quedarse en el club», asumió Mourinho, que en la víspera había puesto como condición para pelear por el galés que estuviese «en la puerta de salida». «Que se quede y sea feliz», agregó el luso. El aludido remarcó que vive ajeno a los rumores y que su deseo es permanecer donde está. «Se hablan muchas cosas pero la verdad es que estoy disfrutando en el Madrid y nada ha cambiado para mí. Estoy centrado en no sufrir lesiones y poder jugar bien», atajó.
Los padecimientos físicos y su escasa contribución a los éxitos de su equipo el pasado curso fueron los factores que le colocaron en el ojo del huracán. Tocó fondo tras caer lesionado en noviembre de 2016. Estuvo tres meses fuera. A su regreso no fue el mismo. Sólo marcó dos tantos en los once choques que disputó. Silbado en el Bernabéu, tuvo que retirarse durante el encuentro de ida de cuartos de la Champions frente al Bayern por un edema en el sóleo que le condenó a la suplencia en la final de Cardiff. Concluida la campaña, admitió el error de haber vuelto sin estar completamente recuperado.
La caída en picado de sus números, desde los 22 goles en 44 partidos que firmó en su primera temporada en el Real Madrid hasta los 9 tantos en 27 choques con que cerró la cuarta, se sumó a la deslumbrante aparición de Kylian Mbappé en el Mónaco. Un futbolista muy del gusto de Zidane, que lleva tiempo cortejándole. Más remiso a su reclutamiento se mostró siempre Florentino quien, pese a reconocer sus virtudes, alertó de que no podía haber tantos gallos juntos. «Si traemos a Mbappé, ¿quién sale?», cuestionó. Intocables para el técnico tanto Benzema como Cristiano, la única opción era Bale. Pero el empresario no quería desprenderse de su mayor apuesta.
Bale mantenía intacto su crédito en Inglaterra, donde sólo recuerdan al extremo de veloz zancada y letal golpeo de balón que maravilló con el Tottenham, y no al alicaído jugador del año pasado. El Chelsea y, sobre todo el Manchester United, no han perdido detalle de su situación en los últimos meses, lo mismo que los 'Spurs'.
Ajeno a esos coqueteos, Bale pasó desapercibido en la gira del Real Madrid por EE UU. Pero en Skopje le bastaron 90 minutos para demostrar que quien tuvo retuvo. Permutando continuamente su posición con Benzema, tan pronto se acostaba en la banda como irrumpía por el centro. Cocinó con Isco la pared que desembocó en el tanto del malagueño. Y en el minuto 61 envió un trallazo al larguero. Bale, que acumula 67 goles y 51 asistencias en los 151 partidos en que ha vestido la zamarra del Madrid, aclaró los nubarrones sobre su futuro. Rota la MSN por la espantada de Neymar, la BBC parece a salvo a menos que haya un giro inesperado de los acontecimientos.
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