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Alberto Contador y Chris Froome cruzan la meta de la decimoctava etapa. :: AFP
Contador pide lluvia en el Angliru

Contador pide lluvia en el Angliru

Vuelve a probar la resistencia de Froome, que responde en Liébana y aleja a Nibali

J. GÓMEZ PEÑA

Santo Toribio de Liébana

Viernes, 8 de septiembre 2017, 00:57

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El Beato de Liébana, autor de los Comentarios del Apocalipsis, dejó hace más de un milenio una de esas profecías de grandes cataclismos. De las que hablaban del Juicio Final. La etapa concluía en la puerta del monasterio de Santo Toribio de Liébana. Arriba, Alberto Contador redactó su propio pergamino. Le dijo a Froome lo que se le avecina: «Dentro de tres días te dejaré en paz, mientras tanto...». El apocalipsis, el último puerto del madrileño como ciclista profesional, espera mañana en el Angliru. El infierno. «Y dan lluvia», se relame Contador pensando en los descensos. Profecía bélica.

La etapa del monasterio lebaniego la ganó un belga anónimo como el beato, Sander Armée. Fugado. La movieron, claro, los ciclistas rebeldes: Fabio Aru, picado por el maltrato en su propio equipo (Astana), y Contador, acunado por la afición en su despedida. Y la rentabilizó Froome, más líder. En la cuesta de Santo Toribio notó que Nibali, el que más se le arrima en la general, arrastraba un ancla. Al italiano se le alargaba por todo el cuerpo la fatiga del miércoles en Los Machucos. Froome, con Contador a la par, le alejó 21 segundos. El madrileño se acerca una pizca al podio -está a 1 minuto y 17 segundos del tercero, Kelderman- y el británico se distancia de Nibali, ya a 1.37. En la meta, el italiano se calló su rabia. Froome sí habló: «Vuelvo a estar a tope. En Los Machucos pagué el esfuerzo de la contrarreloj. Ojalá no tenga que volver a subirlos jamás».

Le espera el Angliru, hermano mayor de Los Machucos. Y le espera Contador, que no deja de zumbar a su alrededor. Eso hizo en la etapa del monasterio. En el ascenso a la primera de las tres colladas, la de Carmona, todos iban pendientes de él. El beato encargado de dictar el juicio final de esta Vuelta. En el pelotón hay nombres que resuenan, como el de la collada de la Hoz. Contador está unido a esta montaña cántabra. En ella enterró a 'Purito' Rodríguez en 2012 y le quitó la carrera. Hoz. Guadaña. ¿Qué va a hacer Contador? «Unos cuantos corredores se han acercado en Carmona a preguntarme si iba a atacar», desveló el madrileño. No lo tenía pensado. El instinto, que es su combustible, le pedía calma. Pero... «Otros, como Aru, han empezado. Y yo he seguido. Había que saber cómo estaba Froome», contó.

La carrera pedaleaba a destajo. Una fuga de veinte buenos ciclistas se ganó el derecho a disputar el triunfo en el monasterio. Iban Rojas y Soler, Pardilla, Trentin, Mohoric, Visconti... Y los tres que llegaron hasta el final: Lutsenko, Alaphilippe y el belga Sander Armée. Los dos primeros ya habían conseguido su etapa. Armée es un ciclista belga sin palmarés. Un escalador delgado, sirviente habitual de corredores con más caché. Hizo sus cuentas. Alaphilippe se había desgastado en los Machucos. «Sabía que lo iba a pagar». Acertó. De Lutsenko se encargaron su piernas en el muro final, un kilómetro al 10%. Armée puso todo el poco aliento que aún tenía en esas pedaladas, las de su mejor triunfo.

La Vuelta corría por detrás. La destapó Aru. Anda perdido. Abandonado. Su equipo, el Astana, no le perdona que haya fichado por el UAE. En el Astana todo orbita ahora en torno a la nueva apuesta, Miguel Ángel López. Aru ya no cuenta. Lo comprobó el miércoles en la salida de la jornada que iba a Los Machucos. A su bicicleta, la única roja, no le habían puesto el plato de 36 dientes, ideal para los desniveles de la pared cántabra. Seguía con 39 dientes. Aru tuvo que correr con la bicicleta de repuesto. Y llegó a la meta con la rueda destrozada. El corredor sardo montó en cólera. Por eso se reivindicó en la collada de la Hoz.

Ese río revuelto animó a Contador. Necesita poco para encenderse. Estaba en su puerto, el de su gesta camino de Fuente Dé. Donde probó la resistencia de 'Purito' y donde le quebró. ¿Y si el mal momento de Froome en Los Machucos no fue pasajero? A Contador le queman preguntas así. Busca enseguida las respuestas. «Yo he ido de líder muchas veces y sé que por respeto los rivales dudan en si atacarte o no». No lo dudó. Trató en tres ocasiones de descabalgar a Froome del tren del Sky. De la Cruz le ayudó. El madrileño tenía ese cosquilleo en las piernas.

El poder del Sky

No era el único. Nibali quiso inventar miedo en el descenso hacia el desfiladero de la Hermida, la estrecha puerta de Potes. Con la fuga disputándose la victoria y Aru un minuto por delante, los favoritos dejaron el último combate del día para los dos kilómetros del monasterio. Ahí, Contador mandó en misión de rastreo a Stetina. Una ráfaga. El ritmo maquinal del Sky le tapó. Moscón, joven italiano, le funciona bien a Froome. Le da sus piernas. Poels, otro de los gregarios ilustres del líder, le prestó sus ojos. Vio a Nibali con la cuesta atragantándole el cuello. Se lo chivó a su líder. Froome no perdonó al italiano. Notaba que había recuperado su temido cambio de ritmo. Ese molinillo. Apretó el botón de la centrifugadora y se deshizo del italiano, de Kelderman y de Zakarin.

Sólo le siguieron dos: Woods y Contador, que cada día disfruta más. «Corro emocionado esta Vuelta», repite. Y convencido: «Esta vez sí he podido con la arrancada de Froome». Juntos entraron en el monasterio donde conservan como un tesoro un pedazo de la Cruz de Cristo. Lugar santo. De aquí salió una profecía sobre el juicio final. Eso será en el Angliru. «Estoy preparado», aseguró Froome. Contador sonríe. Ya tiene su victoria particular: vino a despedirse a lo grande. La Vuelta se divierte con el madrileño. Y anuncian lluvia para mañana.

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