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Alejandro Valverde, ayer en la contrarreloj.
El Tour cierra la puerta a Valverde

El Tour cierra la puerta a Valverde

El murciano se derrumba en la crono y no entra en el podio de Nibali, Peraud y Pinot

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 27 de julio 2014, 00:57

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«¡Locos! ¡Dejadle respirar!». El público recrimina a las cámaras y micrófonos que se precipitan sobre Valverde treinta metros más allá de la meta en la que ha perdido el podio del Tour que ya es de Nibali. Valverde, resudado, boqueando, desaparece bajo el enjambre de focos. Las jirafas que sostienen los micrófonos le apuntan, recogen el retrato de una «decepción». «El cuerpo no me ha respondido. Quizá sea un cambio de ciclo», dice entre tragos y pausas para recobrar el aliento. La contrarreloj final del Tour es como un espejo. Desnuda a todos. Se ve lo que queda dentro. Y Valverde, que llevaba días perdiendo tiempo por las goteras de los Pirineos, estaba ya vacío. Ayer, en 54 kilómetros entre Bergerac y Perigueux, se sabía quién iba a ganar la etapa, el bestial Tony Martin, con su enorme chepa y los 58 dientes de su plato. Se sabía también el nombre del vencedor del Tour, Nibali, cuarto en la 'crono'. Sólo faltaba por aclarar la identidad de los dos lados del podio que hoy verá París: los ocuparán el viejo Peraud y el joven Pinot, verdugos de Valverde. Nunca ha subido al podio. No lo hará ya. El Tour le ha cerrado definitivamente esa puerta.

La meta de Perigueux parece un hormiguero después de recibir una pisada. Cuando el coro de cámaras ve que llega Peraud, abandona a Valverde. Llora Peraud. Llora su director, su masajista... Se abrazan. Tiene 37 años y es ciclista de ruta desde los 31. A esa edad dejó el mountain bike por un sueño, el Tour. Será segundo en París. Ayer, con su estilo atropellado, acabó séptimo la etapa, con 45 segundos sobre Pinot y dos minutos mejor que Valverde. «¡Dos franceses en el podio!», soltó. Treinta años después.

Valverde ya es historia en el Tour. Las cuatro etapas que tiene y sus cuatro plazas entre los diez primeros le han costado caro. ¿Cuántas carreras ha dejado de ganar por preparar el Tour? Zubeldia, octavo al final en este Tour, ha metido su nombre cinco veces en el 'top ten' sin tener la cilindrada del murciano. Ayer se fundió enseguida. En el Movistar llevaban días convenciéndole. Mimando su autoestima. Caricias morales. Pinot no es contrarrelojista. Peraud no tiene su talla... Con esos ánimos dio cuerda a su reloj. Pero el globo anímico se desinfló a los diez minutos de la contrarreloj. En un giro a la izquierda, al entrar en una carretera estrecha. Chasqueaba el gesto. Se le borraba el podio. Tenía que remontar quince segundos y ya perdía más de un minuto con Peraud en el kilómetro 19. También Pinot corría más.

Ni el calor, tan ausente en este Tour, le resultó ayer reparador. Ni pudo con Peraud, buen contrarrelojista, ni con Pinot. «Este tercer puesto confirma mi potencial, pero no quiero que me cambie la vida. Quiero disfrutarla», dijo la sensación gala.

Es un chico distendido, divertido. A Pinot no le iba la escuela. Menos mal que lo que él no aprendió lo sabe su hermano Julien, que iba para ciclista hasta que una dolencia cardiaca le aconsejó dedicarse a la universidad. Es licenciado en Educación Física y preparador de su distraído hermano. Es su conciencia, la voz que le riñe. Por Julien, Thibaut se conoce mejor como ciclista. Sólo Julien ha logrado convencerle de que se meta en un velódromo para pulir su aerodinámica. Late Francia.

Y resuena Italia, que vuelve a tener un vencedor de Tour. El trágico y genial Pantani fue el último, en 1998. Nibali le sucede tras dominar de principio a fin esta edición. Sin Contador ni Froome, nadie ha tenido su motor. Nibali conoció el ciclismo en moto, desde la cola del asiento del scooter de su padre. Allí, con los pies colgando, sacaba fotos a los ciclistas en Sicilia. Salvatore, el padre, era fotógrafo y se ganaba así un sobresueldo en las carreras. Vicenzo, crío avispado, hacía sus propias fotos. Y luego las vendía por su cuenta para comprar un sillín, unas zapatillas...

Con otro scooter le ha entrenado esta primavera su preparador, Paolo Slongo. El técnico italiano tiene en la cabeza cada gesto de Froome. Lo había diseccionado. Sabía que el keniano lanza siempre un primer ataque, de 20 o 30 segundos. Luego se detiene, limpia los músculos e inmediatamente arranca con violencia, con un molinillo de pedales de minuto y medio. En el Tour del 2013 nadie soportó ese ritmo. Por eso, porque presumía que el rival iba a ser Froome, Slongo obligaba a Nibali a seguir su scooter. Le chinchaba. «¡Soy Froome!». Exprimía al límite a Nibali, que vino preparado para pelearse con dos motos, con Froome y con Contador, y que, por caída de ambos, se ha pegado con ciclistas de a pie. En este Tour, la única moto es italiana, una 'nibali'. Tremenda cilindrada.

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