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Nibali y la carrera de las ausencias
DECIMONOVENA ETAPA

Nibali y la carrera de las ausencias

Valverde se juega este sábado en la crono el podio con Thibaut Pinot y Jean-Christope Peraud

BENITO URRABURU

Viernes, 25 de julio 2014, 04:08

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Una contrarreloj de 54 kilómetros, en Bergerac, es lo que le queda a este Tour de Francia para terminar de completar un podio que ha estado muy peleado. Un podio que parecía tener bastante amarrado Alejandro Valverde y que después de dos días de penurias en los Pirineos se la ha complicado, aunque como mal menor se puede decir que no lo ha perdido, que se lo tiene que jugar, eso sí, con un físico muy desgastado ante dos franceses que quieren hacer historias, Thibaut Pinot y Jean-Christope Peraud.

Nibali lleva mucho tiempo, desde que abandonó Alberto Contador, en la etapa que llegaba a La Planche-des-Belles Filles, luchando contra la historia, o mejor dicho, pensando en hacer historia en una carrera que se le resistía al ciclismo italiano desde que la ganó Marco Pantani, en 1998. Nibali, mal que le pese, y sin quitarle ningún mérito, va a ganar el Tour de las ausencias -me refiero a Alberto Contador y Chris Froome- como le pasó a Luis Ocaña en 1973. Contra esa realidad no va a poder luchar.

Salvando las distancias del tiempo, inevitables, en aquel Tour, su gran rival, Eddy Merckx, no tomó la salida en la prueba, pero se dedicó a meter cizaña por la radio y la prensa, intentando quitarle valor a lo que estaba consiguiendo un ciclista con una personalidad irrepetible dentro y fuera de la carretera.

Ocaña ganaría ese Tour con unas diferencias de escándalo. Segundo quedaría el francés Bernard Thévenet, a 15:51, y tercero sería José Manuel Fuente, a 17:15. Ocaña se impondría en seis etapas. Las diferencias que consiguió hablan por sí solas de lo que fue ese Tour.

Merckx no lo corrió por que le convencieron que hiciese Vuelta y Giro. El belga se arrepentiría de esa decisión pero también evitó enfrentarse a un Ocaña que estaba pletórico y que salió con la idea de sacar más diferencia al segundo que la que le sacó Merckx a Roger Pingeon en el primer Tour que ganó, que llegó a los dieciocho minutos. Fue el propio Merckx quien calificó ese Tour como el de las ausencias.

En la carrera de Nibali, las caídas han sido las que le han dejado solo al italiano. Con cuatro etapas ganadas, una en Pirineos, otra en los Alpes, una más en los Vosgos y la de Inglaterra, su próximo objetivo es conseguir la contrarreloj, con permiso de Tony Martin, que le dejaría con cinco etapas ganadas y unas diferencias en la general todavía más llamativas, además de dominar en todos los terrenos.

Contra sí mismo

Da la impresión de que Nibali ha querido reivindicarse, tanto él como su equipo, para que nadie le recuerde que los dos grandes favoritos para ganar en París se quedaron tirados en la carretera. Es una lucha que ha mantenido consigo mismo, igual que la de la limpieza en el ciclismo.

Los datos de la llegada a Hautacam, siempre cogidos con cierta mesura, dicen que en 2008, Leonardo Piepoli, que luego daría positivo, marco un tiempo de 37:20, el mismo crono que logró Nibali en esa subida. Eso sí, quedó lejos de los 34:40 de Bjarne Rijs en 1996. Los tiempos que se consiguen ahora son peores que los de hace ¡diecisiete años! Sobran más explicaciones.

Han surgido comparaciones con la forma de correr similar que pueden tener Nibali y Armstrong, en un Tour que no ha tenido ni prólogo, ni contrarreloj por equipos, ni una crono larga. Nibali no corre como Armstrong, entre otras cosas porque no puede hacerlo. Los tiempos han cambiado.

Las formas de afrontar el Tour son distintas y, aunque le pese, con Contador y Froome, la historia hubiera sido distinta, lo que no tiene nada que ver con que hubiese podido ganar o no la carrera. De lo que no ha tenido culpa Nibali es de los accidentes de las dos grandes estrellas con las que salió la carrera de Leeds.

Nibali llegó al Tour con 47 días de competición, muchos más que todos sus rivales. Eso sí, la mayoría de ellos fueron de entrenamiento con un dorsal puesto.

Las diferencias que ha logrado no se han basado en uno o dos días demoledores, sino en ataques durante varias etapas en las que ha ido sumando segundos, a diferencia de otros corredores que, después de un día muy bueno, han tenido un bajonazo importante.

Astana es un equipo que va pasando facturas, a Movistar (Valverde, por lo del Giro de este año), a Horner (por la Vuelta del año pasado), y quizá por eso genera cierta controversia. Son formas de interpretar este deporte.

Un podio muy caro

A Nibali, antes de conocerle como el tiburón del estrecho le pusieron el mote de la pulga de los Pirineos. Se lo puso quien fue su primer mentor en el mundo del ciclismo por la facilidad en la que se imponía en las subidas cuando era juvenil.

El Tour de las ausencias llega a una contrarreloj de esas que puede marcar unas diferencias llamativas en las que tres corredores, Pinot, Peraud y Valverde, se van a jugar el podio y en las que Nibali podría acercarse a los guarismos que consiguió Jan Ullrich en 1977, cuando aventajó en 9:09 a Richard Virenque, en 14:03 a Marco Pantani y en 15:55 a Abraham Olano.

Los datos que hay esta temporada de las contrarrelojs en las que han coincidido algunos de estos corredores tampoco son orientativos, además de que no es lo mismo una prueba de seis días que hacer una crono con tres semanas de Tour encima.

En los 26 kilómetros de la crono de la Vuelta al País Vasco en Marquina, Peraud le aventajó en 26 segundos a un Valverde que salió a ganar la carrera y se quedó fuera del podio, en un día que se le cruzó desde la mañana.

En la Vuelta a Romandía, con 19 kilómetros, Pinot finalizó noveno a 35 segundos de Froome, mientras que Peraud acabó en vigésima posición, a 45 segundos. No dejan de ser simples datos, porque ni la distancia, ni las situaciones con iguales.

Lo que no admite duda es que el podio va a venderse muy caro. Nibali correrá en otra carrera, la que hemos citado antes que mantiene con la historia. Es líder desde la segunda etapa. Sólo un día le dejó el amarillo a Tony Gallopin, en Moulhouse. Lleva diecisiete días en los que nadie le ha creado el más mínimo problema, porque nadie excepto él, Valverde y Horner, saben lo que es ganar una grande.

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