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REUTERS

Un verano en Río

365 días de un momento para la historia: "Fue el sueño de un niño hecho realidad"

Víctor Soto

Logroño

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Lunes, 21 de agosto 2017, 18:30

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Hace 365 días, a Carlos Coloma se le saltaban las lágrimas. En Río de Janeiro hacía calor, mucho. Pero no tanto como en Albelda de Iregua. A miles de kilómetros de su casa, el ciclista lograba entrar en el olimpo de los campeones.

Era el 21 de agosto del 2016 y Coloma se colgaba un bronce olímpico, un galardón que recompensaba una vida de trabajo y que, como él ya intuía, le iba a cambiar la vida. «Todo ha mejorado», explica un año después. «Más marcas me respaldan, tengo un equipo nuevo y un material espectacular, he recibido muchas muestras de cariño... Pero sigo igual», asegura.

Y eso que ha sido un año atípico para el albeldense. Acostumbrado a largas rutinas de entrenamiento, a la soledad de las sendas y que hasta los corzos de Cameros le saluden, en este 2017 el ciclista se ha visto visitando platós de televisión, teatros, dando conferencias y luciendo pajaritas en lugar de maillots ciclistas. «He tenido que cambiar partes de la rutina de ciclista profesional pero, a cambio, he conocido a muchas personas, he vivido nuevas experiencias y me he relacionado con profesionales de otros deportes», indica.

«Tengo más marcas que me respaldan, un equipo nuevo, material espectacular... pero sigo igual»

Han sido menos horas de sudor que ahora está recuperando. Como en julio y comienzos de agosto del 2016, Coloma se ha recluido en Navacerrada. Unas pocas horas de familia y casi un mes de vida monacal en alturas y de entrenamientos durísimos. Si en el 2016 el plan sirvió para que España cerrase con un bronce ese especial verano en Río, ahora el albeldense quiere subirse al arcoíris.

El Mundial de Cairns, en apenas tres semanas, es el objetivo marcado y Coloma se muestra satisfecho por las sensaciones. «Estoy siguiendo la misma dinámica y las sensaciones son realmente buenas. Estoy realizando entrenamientos muy duros y tengo la sensación de que el final de año va a ser muy buena», pronostica.

Pero, a pesar de que el medalla de bronce olímpico continúa «con mucha ambición mirando hacia el futuro y pensando en seguir progresando y llegar a Tokio 2020», no puede evitar, de vez en cuando, volver a ese 21 de agosto del 2016. «He visto la carrera muchas veces. No es sólo por mi medalla, sino que creo que cualquier aficionado a la bicicleta de montaña disfruta con esa carrera. Fue espectacular», rememora. «No me arrepiento de nada y creo que salió todo a pedir de boca. Fue una carrera perfecta ante rivales que son los mejores no sólo de la actualidad, sino de la historia, como Schurter, Kulhavy o Absalon», asegura y reconoce que el manantial de lágrimas que vertió en el podio aún afluye a sus ojos en las repeticiones. «Fue algo especial, el sueño de un niño hecho realidad», reconoce. «Te permite afrontar de otra manera la carrera, pero no cambia ni la ambición ni las ganas de seguir ganando». Palabra de Coloma.

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