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TOUR

Froome, el salvaje silencioso

Su familia se arruinó, y al tricampeón de la ronda gala le angustiaba que su madre no tuviera dinero para comprar helados

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 31 de julio 2016, 23:44

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Chris Froome siempre habla bajo. Evita discusiones. Es así desde que una vez le hizo prometer a su madre, Jane, que nunca más chillaría. Durante años, la de Froome fue una infancia que se tapaba los oídos con las manos.

  • Etapa

  • 1. Greipel André (Lts) 02h43 08

  • 2. Sagan Peter (Tnk) m.t.

  • 3. Kristoff Alexander (Kat) m.t.

  • 4. Boasson Hagen Edvald (Ddd) m.t.

  • 5. Matthews Michael (Obe) m.t.

  • 6. Stuyven Jasper (Tfs) m.t.

  • 7. Navardauskas Ramunas (Cdt) m.t.

  • 8. Laporte Christophe (Cof) m.t.

  • 9. Bennett Sam (Boa) m.t.

  • 10. Janse Van Rensburg R. (Ddd) m.t.

  • 11. Cimolai Davide (Lam) m.t.

  • 12. Mc Lay Daniel (Fvc) m.t.

  • 13. Howard Leigh (Iam) m.t.

  • 14. Richeze Ariel Maximiliano (Eqs) m.t.

  • General

  • 1. Froome Christopher (Sky) 89h04 48

  • 2. Bardet Romain (Alm) a 4 05

  • 3. Quintana Nairo (Mov) a 4 21

  • 4. Yates Adam (Obe) a 4 42

  • 5. Porte Richie (Bmc) a 5 17

  • 6. Valverde Alejandro (Mov) a 6 16

  • 7. Rodriguez Oliver Joaquin (Kat) a 6 58

  • 8. Meintjes Louis (Lam) a 6 58

  • 9. Martin Daniel (Eqs) a 7 04

  • 10. Kreuziger Roman (Tnk) a 7 11

  • 11. Mollema Bauke (Tfs) a 13 13

  • 12. Henao Sergio Luis (Sky) a 18 51

  • 13. Aru Fabio (Ast) a 19 20

  • 14. Reichenbach Sébastien (Fdj) a 24 59

  • 15. Thomas Geraint (Sky) a 28 31

  • 16. Rolland Pierre (Cdt) a 30 42

  • 17. Nieve Mikel (Sky) a 38 30

  • 18. Clement Stef (Iam) a 38 57

  • 19. Pantano Jarlinson (Iam) a 38 59

  • 20. Vuillermoz Alexis (Alm) a 42 28

  • 21. Buchmann Emanuel (Boa) a 47 40

  • 22. Caruso Damiano (Bmc) a 48 23

  • 23. Barguil Warren (Gia) a 52 14

  • 24. Zubeldia Haimar (Tfs) a 53 06

  • 25. Zakarin Ilnur (Kat) a 56 33

  • 26. Kangert Tanel (Ast) a 1h03 59

  • 27. Majka Rafal (Tnk) a 1h04 25

  • 28. Poels Wouter (Sky) a 1h06 57

  • 29. Van Garderen T. (Bmc) a 1h12 06

  • Montaña

  • 1. Majka Rafal (Tnk) 209 ptos.

  • 2. De Gendt Thomas (Lts) 130

  • 3. Pantano Jarlinson (lam) 121

  • Equipos

  • 1. Movistar Team 267h.20 45

  • 2. Team Sky a 8 14

  • 3. BMC Racing Team a 48 11

  • Regularidad

  • 1. Sagan Peter (Tnk) 470 ptos.

  • 2. Kittel Marcel (Eqs) 228

  • 3. Matthews Michael (Obe) 199

  • 4. Greipel André (Lot) 178

  • Chantilly - París Campos Elíseos

Más que del lugar donde se nace, uno es de la tierra donde decide descansar eternamente. Karen Blixen, la escritora interpretada por Meryl Streep en 'Memorias de África', eligió una colina de las tierras de Ngong, en Kenia, para enterrar los restos de su amante -'Denys', Robert Redford-. De allí es Chris Froome. En su autobiografía, 'Mi ascensión', dice: «Si tuviera que morir mañana, es aquí, a Ngong, donde vendría a hacer mi última excursión». A ese mundo primitivo y puro en el que creció pedaleando salvaje y libre. «Si allí levantas los brazos como cuando celebras una victoria de etapa, tienes la impresión de tocar el paraíso».

La infancia traza el destino. Cuando nació Froome era rico. Sus padres, de origen británico, vivían en Karen, la localidad a la que dio nombre la escritora danesa. En Karen, casi todos eran blancos. Los Froome poseían una casa colonial. Sus dos hermanos mayores -Jonathan tiene siete años más y Jeremy, nueve- pronto se irían a Inglaterra a estudiar.

Clive, el padre, había montado una empresa de turismo. Organizaba viajes, safaris. Tenían caballos de carreras, vacas, un jardín de tres hectáreas y varias personas de servicio. Eran la alta burguesía blanca de un país negro. Cuando tenía seis años comenzaron los gritos. Discusiones en las que su madre abroncaba a su padre. Para colmo, el negocio familiar se hundía. Clive había pedido un crédito que no podía pagar. Los bancos no perdonan. Divorcio y ruina.Perdieron la casa, todo. Mientras sus hermanos estudiaban en un colegio inglés, Froome, tan niño, asistió al desahucio. Vio a su madre llorar mientras trataba de tapiar la casa para evitar que el camión de embargo se llevase sus cosas... Aquella misma tarde en la que se quedaron sin nada, Jane le dijo: «Toda va bien, Chris. No somos objetos. Encontraremos una solución. Encontraré una solución». En ese brusco cambio de rico a pobre, Froome tuvo una ventaja. Jane nunca había hecho distinción entre negros y blancos. Su hijo pequeño iba a ser un auténtico africano. Hablaba swahili y corría libre por la sabana. La bicicleta y África le liberaban de los gritos en casa. «En las discusiones, mi padre nunca decía nada. Era mamá la que chillaba. Creo que el silencio de él enervaba aún más a mi madre. Ella era la que más sufría». Las cenas eran una tortura. Volaban vasos y platos.

«Viví la marcha de casa de mi padre como un descanso. Era el final de las broncas», cuenta. «En realidad yo no quería que volvieran a estar juntos. Cuando iba a pasar unos días con mi padre, le pedía que al devolverme a casa me dejara unos metros antes, así no se cruzaba con mi madre y no discutían». Chris llegó a un acuerdo con Jane: no chillar nunca más. Ella cumplió. Salvo cuando, años después, alguna mañana se escuchaba desde la habitación de Jane: «¡Christopher!». Tenía un buen motivo para gritar. Se acababa de despertar y sobre la almohada estaba sesteando 'Rocky', una de las dos enormes serpientes pitón de Chris. Ese chillido era el único que hacía reír al crío. El resto le dañaban. «Me resulta insoportable escuchar a gente que eleva la voz», confiesa el vencedor de este Tour. Por eso nunca, ni cuando le han lanzado sospechas de dopaje, ni cuando algún hooligan le insulta o agrede en la carretera, tiene una reacción violenta. Responde con calma y voz suave. Pero firme. Ningún león ruge antes de atacar. Cazan en silencio.

En la tierra de los masais

Jane tuvo que ganarse la vida. Estudió y se colocó en un hospital público. De sol a sol. Froome aprendió a divertirse solo. A adaptarse a su nueva vida. Sin un lujo. Su espíritu libre no cuadraba con las paredes de la escuela. Era disléxico. «Le tenía pánico a que me obligaran a leer en voz alta». Y sufría otro miedo íntimo: a que los otros niños descubrieran que él y Jane eran pobres. Cada viernes, una madre compraba helados para todos los críos. Chris temía el viernes en que la encargada era la suya. ¿Y si no podía pagarlos? «Eso me angustiaba». África, Jane, las pitones y su bici eran el universo de Froome. Hacía tiempo que ya no estaban sus hermanos mayores, los que le encerraban en una jaula con un pavo rabioso, los que le martirizaban.

África era para él y su madre. Los fines de semana en el Valle del Rift, en Ngong. Solos en la tierra de los masais. Iban en coche. Caminaban. Hacían una fogata y comían carne al raso. Ese lugar virgen ha sido luego su campo de entrenamiento ciclista. Los fines de semana eran para su madre y el resto de los días para la bicicleta y sus nuevos amigos, negros como David Kinjah, un antiguo ciclista que hasta había probado en el pelotón europeo. Su primer entrenador. Él le habló de ese otro mundo. Y lo descubrió en la televisión en 2002, la primera vez que veía el Tour. Eso era lo que quería. Kinjah le enseñó a pedalear y a sufrir.

En 2008 Froome era ya ciclista profesional en la Euskal Bizikleta. Mientras se preparaba para la tercera etapa recibió una llamada de su hermano Jeremy. Jane acababa de morir. El cáncer. Tenía 58 años. Maldito tabaco. Froome se desesperó. Golpeó. Ahí sí gritó. Voló a África. Se encontró con sus hermanos. Y los tres le pusieron voz a lo que ella hubiera dicho: «Si mamá estuviera aquí y nos viera así de tristes, nos habría encontrado ridículos. Nos habría dicho: No lloréis por mí. Saboread la vida. No perdáis el tiempo». Entre los tres decidieron repartir los restos de Jane en el mar, en Diani.

Tres años más tarde encontraron entre las cosas de Jane una carta. En ella les pedía que, si llegaba el día, repartieran sus cenizas en las aguas de Diani. «Al leerlo, mis hermanos, mi madre y yo compartimos una última sonrisa». Diani era para ella lo que las colinas de Ngong son para Froome. Su sitio. 'Memorias de África' termina con la voz de Meryl Streep contando cómo una pareja de leones había cogido por costumbre subir hasta esa colina de Ngong y echarse sobre la tumba de su amante, con todo el territorio de caza a la vista. «A 'Denys' le hubiera gustado saberlo». Suena la banda sonora y se filtra en el cine el aire cálido de Ngong. Fin. Justo ahí quiere dar Froome su última pedalada.

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