«El doblete es difícil, pero daré el máximo por lograrlo», dice Froome

Es un hotel con fachada de madera y flores. Al propietario le gustan los motores. Tiene una colección de motos antiguas y en la puerta, un Rolls Royce. Al fondo, un precioso Porsche 1500 Super decora el hall. Froome no tiene ahora el motor del Tour. Lo sabe, pero confía en recuperar buena parte de su cilindrada y ganar esta Vuelta. Tras vencer en el Tour, nadie se ha impuesto en la Vuelta. Froome haría historia. «Es una satisfacción que te reconozcan y te recuerden en el ciclismo, pero no lo considero lo más importante, no es una motivación que me mueva». Froome no es Contador, no busca ser leyenda. «Mi meta es ser el mejor deportista que pueda ser. Quiero demostrar que se pueden alcanzar éxitos corriendo limpio. Y quiero que mi familia, mi mujer y mi futuro hijo (nacerá en diciembre) estén orgullosos de mí», se fija como metas.

El día más importante

El doblete no es su obsesión. Lo cuenta bien acodado en los brazos del sillón, apoyando su discurso con suaves movimientos de mano. Gestos de un hombre tranquilo. «Lograr el doblete me parece muy lejano y difícil. Daré el máximo para conseguirlo y me siento bien para intentarlo, pero soy realista. Nadie lo ha logrado y después de acabar el Tour no comencé la Vuelta al cien por cien. Confío en mejorar y plantar batalla hasta el final», señala. Le gusta la Vuelta. «El público es cariñoso conmigo -agradece-. Aquí exploté en 2011, vi que podía aspirar a vueltas de tres semanas. He sido segundo en dos ocasiones y me gustaría dar un paso más, ganarla».

La lucha en la alta montaña empieza hoy. Con la etapa de Andorra: seis puertos en 138 kilómetros. «Es el día más importante de la Vuelta», asegura. Dice que «nunca» se ha enfrentado a un reto así, a una etapa con semejante concentración de dureza: 5.200 metros de desnivel. «El tiempo cambiará, bajarán las temperaturas y quizá llueva. Al venir de tantos días de calor, a mucha gente puede afectarle el frío. En esta segunda semana afrontaremos días realmente complicados, donde se perfilará más la lucha por la general». En la primera mitad de la carrera le han salido rivales nuevos y se mantienen los esperados. Muchos aún. «Desde Dumoulin, que lleva un minuto de ventaja y disfruta de un gran golpe de pedal, hasta escaladores como Aru, Chaves, Rodríguez, Valverde y Quintana. El abanico es amplio», enumera. Cerca de su hotel durmió el Movistar. Y allí Quintana apeló a su genética: «La montaña me llama». Hoy.

Frente al colombiano, Froome tiene a su favor la contrarreloj de Burgos, que llegará tras Andorra y la cordillera cantábrica. Es su colchón. Dispone de ese margen para economizarlo en los puertos. En el Tour fue de más a menos. Aquí viaje en sentido contrario. «No me encuentro en la forma óptima y por eso no le pido a mi escuadra que vaya a tope en las cuestas. Podría quedarme descolgado. Prefiero subir a mi propio ritmo y ser más conservador para ir creciendo poco a poco», explica. En el fondo, Froome corre contra Froome. Si alcanza su nivel del Tour será inalcanzable para resto; si no, será asequible. «Me veo bien, metido en carrera y motivado. Mi moral y la de mi equipo están muy bien, pero todavía no estoy a mi mejor nivel». Aun así, sólo Dumoulin pudo con él en la Cumbre del Sol.

El holandés, la revelación de esta Vuelta, le saca más de un minuto. De 'Purito', Valverde, Quintana y Aru le separan unos segundos. Sólo Dumoulin, tercero en el último Mundial de 'crono' le aguanta el paso en una contrarreloj horizontal. La Vuelta le va bien por ahora a Froome. Sonríe. «Pero será difícil», insiste antes de saludar y subirse a su bicicleta para dar un paseo por Andorra, paisaje del primer día descanso. La parte delantera de su bicicleta lleva un rinoceronte tatuado. «Me gusta ese animal». Fuerte, de los que embisten. Salvaje y en peligro de extinción. Son pocos los que en el ciclismo actual, tan medido, se atreven con dos grandes vueltas en el mismo año. Lo intentó Contador, que ganó el Giro y fue quinto en el Tour. Ahora, tras llevarse el Tour, Froome pelea por la Vuelta. Ya quedan pocos ciclistas como ellos.

La etapa reina de hoy es un continuo sube y baja con más de 5.000 metros de desnivel y solo 138 kilómetros de recorrido. La mitad de ellos, en subida. En los seis puertos programados, uno de categoría especial (La Collada de la Gallina), cuatro de primera y uno de segunda, los corredores se enfrentan a 56 kilómetros de ascensión.