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Montoro intenta progresar entre la defensa macedonia y armar su brazo.
EL NATURHOUSE
CHOCA CONTRA
LAS ADVERSIDADES

EL NATURHOUSE CHOCA CONTRA LAS ADVERSIDADES

El arbitraje muy casero, la actuación de Arsic y la mala fortuna impiden al equipo riojano puntuar

MARTÍN SCHMITT

Domingo, 23 de octubre 2016, 00:15

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El Naturhouse cayó en Skopje. Un golpe durísimo porque, pese a luchar durante los sesenta minutos contra un público grosero al límite de la violencia, unos árbitros, los húngaros Herczeg y Südi, extremadamente caseros, y unas circunstancias que se escapaban de lo normal y de lo que es imposible controlar, tuvo un balón para empatar en el último suspiro. Pero Ángel Fernández, que recibió un gran pase de Richard Kappelin, que había parado el último balón, llegó a los seis metros y chocó contra Darko Arsic, el guardameta macedonio, la estrella del encuentro. Un jugador que acabó sepultado (literalmente) por sus compañeros cuando evitó el empate en el último suspiro. Pero el meta no sólo fue el héroe por esa última acción; también fue fundamental durante todo el partido.

Una derrota injusta si se analiza todo el contexto en el que se disputó el encuentro. Porque el Naturhouse luchó contra viento y marea para equilibrar un duelo que se le puso cuesta arriba a poco de empezar. Precisamente en la segunda jugada, cuando los árbitros húngaros mostraron de qué madera estaban hechos, de qué pie iban a cojear. Porque se inventaron durante todo el partido faltas en ataque franjivina cuando eran en realidad penaltis muy claros para los de Jota González, varios de ellos contra Luisfe Jiménez. Porque obviaron los colegiados la fricción del defensor cuando el extremo, Sanad o Ángel Fernández, saltaban a lanzar. Porque se inventaron faltas en el bloqueo de los defensores riojanos, exclusiones ilógicas contra Montoro o Garabaya. Porque no pitaron en un área con el mismo rasero que la otra. Un atraco. Otro más en Skopje, que ya es tierra maldita para el conjunto riojano después de lo sucedido en el 2014.

Jugar en pistas como éstas, con árbitros tan infames como los húngaros que ayer amargaron la existencia del Ciudad de Logroño y le apuntaron la primera derrota en la fase de grupos de Champions, parecía cosa del pasado. Pero el Ciudad de Logroño comprobó en sus carnes que hay colegiados que se dejan intimidar. O algo más. Casos hay varios en la historia del balonmano europeo.

Así las cosas, y sustentado en un gran Arsic en portería, el Metalurg tomó el mandato del luminoso. Empezó a abrir un hueco que llegó a ser de cuatro goles de diferencia (8-4, minuto 15). Los jugadores franjivino comenzaban a desesperarse. Sentían que era imposible arañar algo en una situación de tal adversidad, en ese entorno violento. Pero pusieron la cabeza a remojo, quisieron volver a jugar a su ritmo, su idea de juego, intentando abstraerse del entorno y superar los palos en las ruedas de los colegiados, como exclusiones o faltas en ataque inexistentes.

De esta manera, y tirando del coraje de hombres como el brasileño Haniel Langaro, el mejor de los visitantes junto a Pablo Cacheda, el equipo recobró su esencia con buenas defensas que provocaron errores del ataque posicional local. Con todo eso en contra, el Naturhouse pudo maquillar el marcador con un 11-9 al descanso.

La defensa y la portería no rindieron a su nivel, es cierto, pero en cuanto se acoplaron y Kappelin tocó algunos balones importantísimos, el Naturhouse se vino arriba. Comenzó el equipo de Jota González a recortar diferencias. Obradovic ya no jugaba con tanta tranquilidad. El 5-1 propuesto por la retaguardia franjivina cortocircuitaba la conexión con sus lanzadores Taleski y Dragas, que se creció en los instantes finales. Langaro pidió galones y se la jugó; Cacheda fue armando el camino para que el brasileño ejecutara con tremendos uno contra uno el buen trabajo ofensivo. El Naturhouse lograba silenciar el pabellón del Metalurg. El conjunto de Lino Cervar, que hasta ese momento había impuesto su juego tosco y lento, empezó a dudar de sí mismo. Y el Ciudad de Logroño no perdonó.

Pablo Cacheda, puro coraje, empató a trece minutos del final (19-19) y a partir de entonces todo fue un toma y daca. El Naturhouse se empezaba a reconocer, encontraba a Langaro, a Ángel Fernández y a Luisfe Jiménez, otro de los jugadores en alza esta temporada. Se puso por arriba en el marcador, y justo cuando Luisfe iba a marcar el 22-24, los jueces invalidaron la acción para señalar ¿falta en ataque? Increíble. Esto sacó otra vez a los franjivino del encuentro. Se sucedieron los errores, pérdidas de balón, pases a la grada, pequeñas distracciones que dieron alas a un Metalurg que estuvo a poco de claudicar.

La tortilla se volvió a dar vuelta y el partido se le puso en bandeja al equipo local. Mucho más cuando los árbitros señalaron, a un minuto y medio, que un balón rebotado que cogió Ángel Fernández medio metro dentro de la pista había salido. Desolación absoluta para los jugadores franjivino, que ya olían la derrota. Pero Kappelin detuvo, a diez segundos, el lanzamiento de Obradovic. Cogió el balón con su zurda y lo lanzó a Ángel Fernández, que fue perseguido por un defensor. Quedó mano a mano con Arsic y trató de colarle el tiro por la izquierda. La gloria fue para el portero y para el cántabro no hubo consuelo. Ahora toca lo más difícil. Levantar la moral y mirar hacia adelante. Hay cosas en esta competición, como los arbitrajes grotescos, que son imposibles de controlar.

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