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Jodido balonmano

"Con una multa en el bolsillo y la sensación de que el mundo estaba en su contra entró en el polideportivo..."

Eloy Madorrán

Martes, 3 de noviembre 2015, 13:39

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Apretó los puños con fuerza, contó mentalmente hasta diez y abandonó la habitación con la cabeza agachada. "Lo último que me faltaba hoy, una bronca del jefe", pensó. Cogió la bolsa de deporte, cerró la puerta de la tienda y se fue a entrenar.

Entrar en el polideportivo, saludar a sus compañeros y darse pega en la zapatilla fue terapéutico. De forma súbita su vida abandonaba el blanco y negro. Después de una hora y media de fintas, lanzamientos, golpes y bromas se sentía el amo del mundo. "Jodido balonmano", sonrió al ser consciente de lo bien que se sentía.

Al día siguiente falló el despertador y la llegada a la tienda fue una prueba de paciencia, valor y autocontrol. Aguantó los esperados "en 40 años yo nunca he llegado tarde ni un solo día", "los jóvenes solo pensáis en vosotros", no sabéis valorar el esfuerzo que hacemos por vosotros". De nuevo puños apretados y cabeza agachada.

Y sucedió lo inevitable: "Esta tarde recuperas el tiempo perdido". Saltó como un resorte: "Es sábado y ya sabe que tengo partido de balonmano". "Tú verás cómo lo haces, pero el tiempo hay que recuperarlo". No hubo clemencia.

Bocadillo para comer y paciencia. Las agujas del reloj parecían de plomo ¡cómo pueden ir tan lentas! En un tiempo récord cogió la bolsa de deporte, cerró la tienda y se montó en la bicicleta. Pero las prisas le jugaron una mala pasada, ¡otra! Una pareja de policías locales se cebó con él.

Con una multa en el bolsillo y la sensación de que el mundo estaba en su contra entró en el polideportivo. Llegar tarde le supuso una nueva bronca, en este caso de su entrenador, además de muchos minutos de banquillo.

No lo sabía, pero en esta ocasión el destino iba a ser su cómplice situándole en el campo de juego, lanzando a portería con el tiempo cumplido y la posibilidad de ganar el partido. Gol, abrazos, felicitaciones, adrenalina por las venas, aplausos, demostraciones de cariño... Atrás quedaron las broncas del jefe, el reloj que no avanzaba y la pareja de la policía local. Ni rastro de ellos. "Jodido balonmano", pensó ya solo, en el vestuario, sin poder evitar una sonrisa.

PD: A ti, que no te ganas la vida con el balonmano, pero no la concibes sin él. Larga vida.

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