Una dolorosa derrota

Así, el conjunto de Logroño ha pasado en pocos segundos de tener en su bolsillo el pase a octavos de final de la Liga de Campeones, a tener que esperar a mañana para que otros resultados "lógicos" le favorezcan y así continuar cuarto de su grupo.

El conjunto riojano deberá reflexionar en el viaje de vuelta sobre cómo afronta el final de algunos partidos "competidos" en Europa, de esos de los que tiene pocos en la liga española.

Ya el año pasado se quedó fuera de octavos, principalmente, por no ser capaz de pasar del empate en la pista del colista de su grupo y por no "amarrar" algunos partidos que tenía bien encaminados.

Y este año puede que lamente el punto "dejado" hoy en un partido que se presentaba como muy difícil, pero que tuvo en la mano gracias a una buena segunda mitad.

En parte, perdió por eso que se conoce como el "factor cancha", no porque le pesara, sino porque al Zagreb -que en su pista ha ganado a "grandes" como Kiel o PSG- le llevó a creer en sí mismo hasta el final, hasta ese lanzamiento desde el centro del campo que le dio el triunfo final.

Muy igualado

Antes el partido había sido muy igualado, como ocurrió en Logroño, donde ganaron los riojanos.

El conjunto croata empezó mejor y llegó a asentar una ventaja de tres goles mediado el primer tiempo (10-7) y la mantuvo hasta el descanso (16-13) gracias a las intervenciones de su portero y a algunas indecisiones de los riojanos.

Pero el Naturhouse saltó al campo en el segundo periodo muy concentrado y en cinco minutos empató (17-17).

El Zagreb no esperaba que su rival tuviera la iniciativa y se quedó descolocado, tanto que perdió fuerza y se vio atrás (21-24 poco después del cuarto de hora).

Así, la recta final llegó con los riojanos destacados aunque cada vez con menos margen; de hecho, el Zagreb igualó el marcador justo cuando se entraba en la recta final y los empates se sucedieron, a 28, 29 y 30, el que parecía definitivo.

Con ese marcador, Luisfe falló su lanzamiento con 15 segundos por jugar y los riojanos lograron frenar la circulación del Zagreb hasta el centro del campo, cuando hicieron falta en el último segundo.

Todo parecía terminado: Celica tenía que lanzar, con la barrera montada, apenas un metro por delante de la línea del centro del campo, y encima escorado. Pero ocurrió lo imposible: el balón tocó en la barrera y llegaba manso a las rodillas del portero del Natur, que, cayéndose hacia atrás, no atinaba a despejarla sino que la introducía en su propia portería.

El meta quedó desolado y sus compañeros empezaron a consolarle al tiempo que lamentaban haber tenido en su mano el pase a la segunda fase y no haberlo aprovechado; ojalá no tengan que lamentarse más.