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Amenaza de entierro en el patio del colegio
Reportaje

Amenaza de entierro en el patio del colegio

El Estudiantes teme por segunda vez en la historia un descenso que sólo podría evitar por cuestiones burocráticas

Javier Bragado

Sábado, 14 de mayo 2016, 09:00

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Antonio Magariños, catedrático y jefe de estudios del instituto Ramiro de Maeztu madrileño, fundó en 1948 un club que dejaría marca en el baloncesto español. Desde entonces, el Estudiantes, nombrado así para evitar el nombre del colegio pero con la intención de reivindicar su origen en las aulas, ha tratado de mantener siempre su espíritu colegial durante su evolución hasta convertirse en un club puntero de la canasta en España con una hazaña: nunca descendió y conservó su particular aire de pasión y amateurismo emparentado con la juventud de los pupitres. Los colores azul y blanco identificaban a las facultades de ciencias y de letras. De hecho, todavía hoy en día se corea con orgullo en las gradas: «¡Somos un equipo de patio de colegio!».

La idea de Magariños junto a la Institución Libre de Enseñanza surtió a un club de baloncesto que viajó en 23 campañas a Europa, saboreó el subcampeonato de una Copa Korac y se presentó en una Final Four de la Euroliga en 1992. Junto al equipo deportivo emergió también una conciencia de clase, un espíritu antisistema que todavía inunda las aulas del Ramiro de Maeztu de debates políticos e iniciativas. Allí Aíto García Reneses o Pepu Hernández aprendieron a botar el balón y los valores familiares de la entidad. Llegado el profesionalismo y el aluvión de seguidores, el equipo emigró desde el 'Internado', la mítica 'Nevera' del instituto -una cancha al aire libre estrenada en 1957-, la 'Piscina' y el todavía en pie polideportivo Antonio Magariños para peregrinar por el antiguo Palacio de Los Deportes, el Palacio de Vistalegre carabanchelero en el que se vio el último subcampeonato de Liga, el Madrid Arena y el regreso al nuevo Palacio de los Deportes después de años de problemas financieros y de arraigo itinerante.

La organización actual del Estudiantes es un castillo de naipes formado por una interminable sucesión de conjuntos de distintas edades y géneros que ahora peligra después de seis décadas de sempiternas estrecheces económicas. Lejos de los tiempos en que su manantial de jugadores brotaba a borbotones, en los últimos años en el equipo bajó en rendimiento deportivo y las ventas a grandes equipos que auxiliaban sus arcas han desaparecido. Sobrevivir después del entierro de 2012 -un descenso matemático que no se cumplió- y del concurso de acreedores de 2013 dependió de idear imaginativas formas de conservación. «Esta no es la primera vez en poco tiempo que se toca esta situación. Desde el año 2008 se está dando una situación a veces complicada», recuerda el entrenador Sergio Valdeolmillos después de tres meses en la entidad pero con la perspectiva de quien lo vio desde fuera.

«¡Maldito baloncesto, cuántos disgustos cuestas!» ya pregonaba uno de los primeros cánticos de la afición. La titubeante racha de la última década ha desembocado en una nueva experiencia en zona de descenso. Son la cuarta peor defensa y el tercer peor ataque de la ACB. Ocho victorias en 32 jornadas han dibujado una temporada en la que los méritos deportivos han situado de manera matemática al equipo madrileño en el penúltimo puesto, el que teóricamente envía a los hombres del Ramiro de Maeztu a una división no deseada. «Me da un poco de rabia porque creo que he conseguido lo más complicado. Encontramos una línea buena del equipo porque de ser últimos pasamos en nueve jornadas a estar salvados y ahora no por otras situaciones», afirma Sergio Valdeolmillos, el entrenador al que se recurrió a mitad de temporada y que logró equilibrar la balanza a pesar de la lesión de Nacho Martín, el pívot clave.

Todo sucedió sin que los seguidores hayan acusado a jugadores o entrenadores, otra peculariedad colegial. «Tenemos una gran suerte porque tenemos una afición que cuando peor ha estado el equipo más lleno estaba el Palacio. Tenemos una deuda muy grande con ellos», reconoce Javi Salgado. Los clavos están puestos y el hueco en el cementerio preparado aunque todavía hay quien confía en una nueva resurrección milagrosa del entierro. En su prehistórica temporada 1959-60 la máxima categoría se sostuvo porque al partido por el desempate no se presentó el adversario. En el año 2012 la guillotina estuvo más afilada porque también fue penúltimo de la clasificación. Entonces, los requisitos económicos de la ACB sacaron al muerto del ataúd porque ningún equipo de los ascendidos logró acumular los euros necesarios para pagar el canon imprescindible.

En el club con sede en la calle Serrano la amenaza ensombrece y preocupa a todo un batallón de voluntariosos trabajadores de los que sus días dependen de que el primer equipo se mantenga en la ACB. En los últimos años se sucedieron los entrenadores, una lista interminable y muchas veces inolvidable de jugadores con una serie de milagros y voluntades para aguantar.

En la última campaña el capitán ha sido Jaime Fernández, un hombre que aglutina los rasgos de identidad de más de 60 años de club: un base de 23 años que apuesta por la velocidad ante la superioridad física de sus adversarios. «He vivido mucho tiempo aquí. Por desgracia me ha tocado vivir más cosas malas que buenas. La gente que lleva siendo tiempo del Estudiantes ahora están viviendo un momento más amargo pero lo bueno es que la gente no se baja del barco cuando las cosas van mal. Eso hace al Estudiantes un club muy especial y se va a vivir en pocos sitios como aquí. Hay mucha gente crispada, pero también los jugadores. Es un gran orgullo poder pertenecer al Estudiantes», señala el madrileño. «Es la mejor afición de España, es el remanente, la marca y el gran poder de este club. Están ahí 10.000 u 11.000 aficionados y no levantas cabeza. Es para mosquearse. Pero luego tocará autocrítica porque es como se avanza en la sociedad y en la vida», reconoce el actual entrenador.

Pero a su lado no ha encontrado el relevo de los Pinone, Carlos Jiménez, Azofra, Felipe Reyes o Carlos Suárez que ayudaron a soldar un equipo con tres Copas del Rey y cuatro subcampeonatos ligueros. Ni mucho menos se han atisbado últimamente hombres con mimbres NBA como Fernando Martín (Blazers) o Sergio Rodríguez (Blazers, Kings y Knicks). Ni siquiera proyectos como Lucas Nogueira (Raptors). «Seguramente que el baloncesto echará de menos al Estudiantes en la máxima categoría porque es un histórico y que no esté en la ACB es una situación complicada de asumir aunque tenemos un referente de históricos en el fútbol que hicieron una reflexión, volvieron a subir y se tiene más claro el problema del porqué», argumenta con optimismo Valdeolmillos sobre el futuro. De momento, el patio de colegio está vacío ahora de talentos y de dinero. Sólo queda un entierro. Y la fe de numerosos aficionados para que resucite una vez más.

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