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Sergio Llull, en una acción ante Shane Larkin. :: josé ramón gómez / efe
El orgullo de Llull levanta al Madrid y lleva al campeón a su cuarta final consecutiva
COPA DEL REY

El orgullo de Llull levanta al Madrid y lleva al campeón a su cuarta final consecutiva

Los triples del Baskonia volvieron a poner contra las cuerdas a los blancos, que sobrevivieron a su segunda prórroga en Vitoria

AMADOR GÓMEZ

Sábado, 25 de febrero 2017, 23:56

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VITORIA. Con el orgullo de Sergio Llull, con la casta, la valentía y el talento del base balear, el Real Madrid es irreductible. Gracias a Llull, que levantó al campeón en la recta final cuando estaba otra vez contra las cuerdas, el Real Madrid pudo forzar otra prórroga para presentarse en su cuarta final de Copa seguida y aspirar al reto de un 'póker' de títulos consecutivos inédito en la era ACB. De Llull asegura haber aprendido el genio Luka Doncic, que dio una exhibición en un segundo cuarto espectacular para abrir el camino de la final al defensor del trofeo, aunque tras el descanso se le complicó demasiado por la reacción de un Baskonia que cayó también víctima de sus propios errores.

La cabeza fría y la experiencia volvieron a resultar decisivas en una enorme y apasionante semifinal de Copa en la que el Real Madrid superó la tremenda presión ambiental y a un equipo local que, relanzado por su lanzamiento exterior, después de ir perdiendo por 13 (35-48) remontó hasta un 76-72, con un parcial de 24-11 entre el tercer y el cuarto período, en un momento de euforia en la pista y en la grada. Llegó a ponerse ocho arriba el Baskonia (87-79) a sólo tres minutos y medio del final del tiempo reglamentario, pero entonces, con el Madrid muy cerca del KO, surgió la figura de Llull, que nunca se rinde, para asumir una vez más la responsabilidad y anotar los siete últimos puntos de su equipo, aunque fallase el último triple a falta de cinco décimas.

Entre la guasa del «¡Era campo atrás!» y los gritos de «¡Así, así, así gana el Madrid!», Llull, Doncic y Randolph, además de una defensa blanca frente a la que se estrelló en el momento definitivo el nervioso Baskonia, a los aficionados del Buesa Arena no les quedó otra que despedirse de nuevo en las semifinales. Por segundo año consecutivo el Baskonia perdió ante este Real Madrid que cuando está al borde del abismo responde con grandeza, empujado por el carácter de una estrella como es Llull, capaz de tirar del carro él solo y de jugárselo todo cuando la situación lo requiere. Volvió a salir cara para el Madrid en un tramo final electrizante, y esta vez sin polémica.

Lo cierto es que en esta ocasión, al contrario que en cuartos ante el Andorra, el equipo de Pablo Laso fue quien se lo trabajó camino del éxito y el Baskonia pagó el miedo a ganar cuando Llull decidió tomar las riendas para llevar a una segunda prórroga consecutiva en la que el campeón tiró de físico y de su condición de bloque curtido para doblegar a un duro rival que soñó con la final merced a los triples de Beaubois, Larkin y Hanga. Fue el acierto del Baskonia desde la larga distancia la que pudo despedir a los blancos, pero cuando el choque entró en la fase de la verdad, el Madrid jugó mejor sus bazas. El conjunto vitoriano no fue capaz de frenar a Llull como tampoco anteriormente había podido con Doncic, descomunal en un segundo cuarto en el que, ejerciendo de base puro, jugándoselas como Llull y haciendo jugar, sumó 13 puntos, casi los mismos que el rival al completo.

La reacción que experimentó el Baskonia cuando se vio en clara desventaja en el tercer período frente a un Real Madrid superior también engrandeció el duelo, en el que los blancos sufrieron a partir de ese momento un apagón, sin Doncic en pista, para encajar sendos parciales de 11-0 y 10-3 y dejar en el aire el pase a la final. Con el esloveno en pista, pero sin Llull, continuó la cuesta abajo del Madrid, pero en cuanto volvieron a juntarse ambos, el Baskonia, lógicamente, tembló.

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