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V. SOTO
Sábado, 15 de octubre 2016, 12:48
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Era una cuestión de orgullo y el Campus Promete demostró que lo tiene. El duelo de la necesidad se saldó con una clarísima victoria de las locales frente a un Spar Gran Canaria que se traslado a Logroño y gastó en aviones y autobuses, pero que bien se podía haber quedado en las Islas disfrutando del sol. No comparecieron deportivamente las insulares, que demostraron, especialmente tras una primera mitad desastrosa, los méritos realizados para continuar como colistas de Liga Femenina. Ni en ataque, ni en defensa ni en juego combinativo, el Gran Canaria mostró ayer que puede estar herido de muerte cuando sólo han transcurrido cuatro jornadas.
No se prometía un duelo sencillo, pero desde el inicio éste cayó claramente a favor de las riojanas, con un parcial de 9-0, contundente y síntoma de que las canarias ni estaban ni se les esperaba. Entre la emoción del inicio demoledor, Juana Molina se reencontró con Lobete, seis meses después, con un recital de acierto exterior. Tres triples antes del descanso que le valieron los aplausos más cariñosos de la tarde hasta los debuts de las jugadoras del filial María Barneda y Laura Arroyo. La grave lesión de rodilla de Molina es historia y en nada ha cambiado su potencial de muñeca.
Junto a ella, el peso del trabajo interior recayó en Laura Herrera y Leslie Knight, imparables por velocidad y, sobre todo, por confianza. Al final del primer cuarto, las de Andreu Bou mandaban por un claro 22-6, que se disparó al 40-19 en el descanso. Los mismos argumentos y el añadido de Nicole Romeo pusieron al Gran Canaria al borde del ridículo con el 37-11, aunque finalmente la diferencia se redujo ligeramente tras un parcial de 0-8, al final del segundo cuarto, cuando las locales parecieron bajar el pistón. Pero fue sólo un respiro.
El Campus Promete necesitaba el triunfo para enmendar su mal inicio de curso y lo hizo a lo grande, llegando incluso a una diferencia de cuarenta puntos a falta de dos minutos (76-36). Pero, sobre todo, cimentó la victoria en el juego coral, con cuatro jugadoras por encima de los diez puntos y combinando el acierto exterior con el juego en la zona y con los contraataques que desarbolaban, una y otra vez, a las canarias, incapaces de ver aro. Sólo unos tímidos seis puntos finales de las visitantes evitaron mantener esa humillante cifra de 40 puntos arriba. Pero era lo de menos. Barneda, con dos puntos, cosechó su ración de aplausos con una penetración intrépida y el partido murió 37 minutos más tarde de que se hubiese roto. Ahora, con la moral alta, Zamora vuelve a ser una piedra de toque el domingo.
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