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LUISMI CÁMARA
Sábado, 13 de septiembre 2014, 01:21
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Por nombres, no debería llamar la atención que Serbia, cuna de talentos y acumulador de medallas, y Francia, actual campeona de Europa, disputaran una de las semifinales de la Copa del Mundo. Sin embargo, protagonizaron las sorpresas del torneo en cuartos al batir a las dos grandes favoritas para estar en la penúltima ronda.
Milos Teodosic dio una lección soberbia en la primera parte de talento en estado puro, dirección de juego y puntería. Con la batuta en una mano y la metralleta en otra, castigó a los rivales posesión tras posesión. Si la defensa se centraba en él, aprovechaba la ventaja de alguno de sus compañeros; si su par se despistaba, lo doblegaba con un tiro lejano o una penetración tan estética como efectiva. Cerró la primera mitad con unos magníficos 18 puntos y 3 asistencias. Con la ayuda de Markovic, Kalinic y Raduljica controlaba el duelo a su antojo (32-46). Vincent Collet había logrado con su perfecta estrategia y su tela de araña defensiva meticulosamente tejida parar a las estrellas españolas, pero naufragó en el intento de frenar las acometidas de un Teodosic en estado de gracia. El '4' campaba a sus anchas y volvió del descanso con otro triple marca de la casa que daba la máxima ventaja a los suyos.
Los franceses se movían a tirones, a impulsos de algunos de sus hombres. Con los únicos recursos estables de Diaw y Batum y un adversario con más calidad colectiva y que tenía las cosas tan claras o más que ellos, la consecuencia lógica era la derrota. En el último cuarto, hicieron todo lo que estaba en su mano para remontar, apoyados en una fe inquebrantable. Se llegaron a colocar a cuatro puntos (61-65), pero los serbios mostraron ese gen especial que les hace unos ganadores natos. Tenían a Teodosic, que parecía matar el choque con un triple a dos minutos y medio de final (68-77).
Pero un nuevo arreón de orgullo de los 'bleus' les dejó al borde de una remontada épica. Y, en ese momento, la ausencia se hizo casi presente y los franceses notaron la falta de ese extra de calidad que aporta Parker pese al impagable esfuerzo de Batum (35 puntos) y el acierto desde el triple (nueve de 13 en este cuarto). Heurtel falló el tiro libre que hubiera colocado a los suyos a un punto cuando ya se había entrado en el último minuto y la posterior jugada de los suyos (entre sorprendentes gritos en la grada de «¡Orenga, dimisión!»), mientras que los serbios acertaban con los tiros libres que les daban el pase a la final. Esta vez sí, Djordjevic sonrió.
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