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Naiara Galilea en 2014 y en 2001.
De niña a mujer
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De niña a mujer

Naiara Galilea lidera como capitana al Campus Promete que estos días intentará el ascenso a la Liga Femenina y representa la esencia de un club que se ha hecho grande tras 22 años de trayectoria

Luismi Cámara

Miércoles, 23 de abril 2014, 20:23

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Era una cría de la cantera de apenas ocho años cuando en el olímpico 1992 nació el Club Baloncesto Las Gaunas. Ahora es una de las veteranas y la capitana que lidera al Campus Promete en su objetivo por ascender a la Liga Femenina en la fase final que se disputa estos días en Logroño.

La cuadratura del círculo

  • Víctor Rubio es vehemente y apasionado cuando habla de baloncesto. Se le llena la boca de anécdotas, recuerdos y situaciones para disipar cualquier duda sobre los beneficios de una disciplina que adora y que lleva mucho más allá del provecho que supone practicarlo para la salud.

  • El que fuera presidente del Club Las Gaunas durante buena parte de sus 22 años de existencia se deja arrastrar por su amor por transmitir conocimientos y explica, con tanta claridad como entusiasmo, el profundo e inseparable vínculo que une al baloncesto con la educación.

  • Para este Doctor en Medicina, especialista radiólogo y maestro de carrera (ejerció durante tres años) y vocacional, este binomio indivisible supone la cuadratura del círculo porque los valores que transmite este deporte de equipo forjan el carácter y sirven para formar buenas personas. Tras disfrutar de una vida repleta de éxitos en el baloncesto, Rubio sabe con certeza absoluta que el mérito no está en alcanzar la meta, el triunfo reside en lo aprendido durante el camino recorrido.

Naiara Galilea es el paradigma de la trayectoria que ha llevado a un pequeño proyecto de escuela a transformarse en poco más de dos décadas en el actual y ambicioso Club Deportivo Promete. Ella y Luis Birigay representan la esencia que perdura 22 años después, el mismo el tiempo que ha pasado desde que comenzó esta especial relación que ambos mantienen. La base se declara fan de su técnico, mientras que su mentor desde que se inició en el mundo de la canasta la sitúa como el modelo para Paula, Elena y para todas las chicas de Logroño que vienen por detrás. Gracias al baloncesto ha conseguido estudiar, sacarse su carrera, su plaza Ahora está trabajando y puede seguir jugando, explica el entrenador.

Naiara y Luis estan impregnados de la filosofía de una entidad que pasó de resultar simpática y bien recibida por los adversarios en sus inicios a convertirse en un elemento incómodo, molesto y hasta irritante para los rivales a medida que el trabajo bien hecho comenzó a dar éxitos y a interponerse en las aspiraciones de los otros equipos.

Naiara ha mamado desde bien pequeña la doctrina impartida por Birigay. Esa en la que el técnico apuesta por el esfuerzo inteligente, por la que no se cansa por plantear a sus pupilas en cada entrenamiento situaciones complejas y variables para potenciar la imaginación y, sobre todo, la búsqueda de soluciones más allá de encorsetados sistemas y tácticas cuadriculadas.

La sustancia sigue siendo la misma. Antes eran María Elena, Noelia, Mónica o Cristina las que escuchaban y aplicaban por las canchas de categoría interautonómica un estilo poco habitual en el baloncesto femenino que se estilaba en La Rioja. Ahora son Dovile Miliauskaite, Amina Njonkou o Licet Castillo las que atienden y ejecutan. De lo amateur a lo profesional (si se puede llamar profesional a un deporte femenino en el que hay que ser muy buena y caer en el lugar adecuado para cobrar un sueldo medianamente digno).

Por el camino, han pasado miles de jugadoras... y de jugadores. Porque aunque ha sido la rama femenina la más exitosa, los chicos también han aportado su granito de arena al carácter de un club que nació con un sentido de familia que aún conserva, según explica Víctor Rubio. Es la sustancia que ha mantenido a lo largo de estos 22 años entre circunstancias cambiantes y modificaciones de estructura como cuando se decidió la fusión con el Japecu, un club con una filosofía de manada similar, para dar consistencia a la base, o el reciente cambio de nombre.

El propio Birigay lo tiene más que claro. Sabe que fichar para hacer un equipo es más fácil, pero cuenta a su favor con una base de ocho jugadoras de la cantera, muy comprometidas, que va a permanecer el año que viene, y el siguiente, y el siguiente en la categoría que esté el equipo y que permite competir a gran nivel sin grandes presupuestos. Se podría optar por otras jugadoras, pero éstas son las nuestras, defiende, y bromea entre risas con que él también es de la casa (ha pasado 15 de sus 30 años en los banquillos perteneciendo a Las Gaunas) y que tal vez fuera mejor con otro técnico, pero hay que asumirlo todo.

Por su parte, el actual presidente honorífico y médico rememora los tiempos en los que fue el máximo dirigente de la entidad. Era el mandamás pero no ejercía propiamente dicho como tal. De hecho, el cargo que él mismo solía concederse era el de apagafuegos. Lo mismo tocaba ir a por agua que vendar un pie que tramitar fichas, recuerda Rubio de aquel antiguo Las Gaunas que compara con una comunidad de vecinos en la que todos ayudaban e intentaban participar. Poco que ver con la más organizada situación actual, bajo el manto de la Fundación Promete. Precisamente una fundación era la apuesta del visionario Ángel Sainz de Azuelo para asegurar el futuro de la sociedad hace ya unos tres lustros. No ha sido exactamente como el directivo preveía pero, al final, el club ha llegado a su cota más alta de forma similar a como Ángel había imaginado.

Ahora toca dar el paso adelante definitivo, aunque no el más importante. El origen fue el momento más importante. Nada puede igualar eso, pese a que el ascenso supondría un hito, aclara Víctor Rubio.

Pese a ese anhelo y a la defensa de la importancia del pasado, si el domingo el Campus Promete logra una de las dos plazas en la Liga Femenina para la próxima campaña, al presidente honorífico, un hombre que se reconoce sensible y llorón, le caerá seguro alguna que otra lágrima con la mirada puesta en Luis y Naiara y con la memoria escapándose a los años 90, hacia ese club que Birigay defnía como rudimentario, de patio, porque entonces en muchos colegios no había ni polideportivo y que ya se ha hecho grande.

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