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DOMÉNICO CHIAPPE
MADRID.
Martes, 1 de mayo 2018, 00:37
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Cada verano se reúnen más de cien mil personas en una fiesta de música electrónica y popular en el Sónar de Barcelona. En sus predios también se celebran jornadas de pensamiento sobre el arte y la tecnología. El responsable de la programación, José Luis de Vicente, también investigador de centros como Medialab y comisario de exposiciones como 'Máquinas y almas' en el Museo Reina Sofía, explica que ese espacio de debate reúne a una generación de creadores que no podían definirse a sí mismos. Que no encajaban en la definición pura de artistas o investigadores o emprendedores. Que ejercían los tres oficios a la vez.
-¿La cultura digital ha logrado evolucionar al compás del avance tecnológico?
-Yo creo que las que van por detrás son las instituciones. El problema es que tampoco sabemos de qué hablamos exactamente cuando decimos 'cultura digital'. ¿Lo que las comunidades de creadores desarrollan? ¿O cómo cambia la forma de relacionarnos y contar historias sobre nosotros mismos? Hay muchas tensiones por intentar imponer un discurso único.
-Si el territorio de la cultura digital es internet, ¿cómo afecta su transformación ante el enorme poder de Facebook o Google?
-Un cuarto de siglo después de aparecer el primer navegador, la arquitectura de internet se encuentra ahora en un momento de crisis. Si bien hace cinco años la sociedad había asumido que la innovación tecnológica era necesariamente beneficiosa, y era inútil oponerse porque traía el modelo de una nueva sociedad, ahora estamos viendo que determinados agentes pueden tener también intenciones ocultas no confesas, que se pueden usar para generar tensión y conflictividad social. Se empieza a asumir que el modelo económico de internet, de pagar con los datos personales, empieza a agotarse.
-La explosión de la utopía digital puede marcarse cuando las empresas grandes comenzaron a tragarse a las pequeñas. ¿Qué queda de la utopía y que hay de distopía? ¿Vivimos en el mundo pronosticado en 'Black Mirror'?
-El internet en el que se forjaron las utopías y el internet de hoy son dos espacios tan radicalmente distintos que no estoy seguro de que los podamos seguir definiendo con el mismo nombre. Vernos a merced de fuerzas que no controlamos, y que hasta cierto punto son invisibles, es la distopía digital. En la narrativa mediática parecen todopoderosas: capaces de ganar elecciones y saber lo que hacemos. Mientras que de lo utópico quedan algunas ideas que hemos interiorizado, como los modos de relación y lazos por encima de fronteras e identidades. A pesar de todo, ese sueño no se ha desvanecido y hay nuevas tecnologías, como 'blockchain', que recupera la idea de descentralización radical. Ahora se plantea cómo volver a aquellos valores iniciales.
-Parte de esta utopía era la libertad y surgen los modelos económicos de internet gracias a la laxitud legal. Nos encontramos con la paradoja de que los que desean volver a ese espacio libre claman por una legislación que proteja la intimidad y los derechos individuales.
-Algunas comunidades artísticas generan modelos alternativos y actúan como conciencia. Han sido las que más denuncian que hay grandes intereses que se resisten a la posibilidad de regular y legislar las interacciones y que dudan que esos agentes, amparados de su aureola de grandes transformadores sociales, sean beneficiosos. Los artistas deben generar voces críticas y mundos paralelos. Imaginar otros futuros posibles y transitar hacia esos escenarios alternativos. Es difícil ejecutar aquello que ni siquiera se ha concebido.
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