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NO SÉ, RICK, PARECE FALSO

ROSA BELMONTE

Martes, 26 de junio 2018, 23:50

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Alo que no dijeron ni Celia Villalobos ni Bertín Osborne, como ya contó ayer Mikel Labastida, hay que añadir a Pedro Sánchez borracho. Según un vídeo que circula por ese estercolero que a veces es WhatsApp, contestaba un poco perjudicado a Esther Palomera para 'El HuffPost'. Fuera de cámara, al final también intervenía Montserrat Domínguez para preguntarle a quién daría sexo y látigo. La entrevista es de septiembre de 2015 y la que aparece manipulada es una parte de preguntas personales. Alguna sobre marihuana.

Es verdad que el problema no es ver a Pedro Sánchez borracho, sino verlo sobrio. Pero, como diría Chico Marx en 'Sopa de ganso' (y no Groucho), «¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?». Estamos acostumbrados a que los políticos mientan, pero, demonios, queremos que al menos las mentiras sean verdad para ellos en el momento en que las están diciendo. En el Mundial de Rusia lo han solucionado con el VAR (video assistant referee), el sistema de videoarbitraje. Es algo así como la VARdad frente al fallo de percepción humano. Pero no vamos a llevar eso encima todo el día. Eso que parece la sala de realización de un programa de televisión.

En medio de todas estas correcciones de lo que vemos se ha muerto Richard Benjamin Harrison, el viejo de 'El precio de la Historia' (o 'La casa de empeños'). Harrison era copropietario junto a su hijo Richard y su nieto Corey de la casa de empeños Gold&Silver Pawn Shop en Las Vegas ('Pawn Stars' es el título original del programa de telerrealidad). Durante sus quince temporadas, los espectadores se han familiarizado con el funcionamiento del espacio. Vemos cómo los clientes llevan objetos para empeñar y los trabajadores debaten sobre el precio y la calidad. Por supuesto, también hay una parte de 'reality' que tiene que ver con las relaciones familiares. La frase más famosa de 'El precio de la Historia' es una que pronunciaba Richard Benjamin: «No sé, Rick, parece falso». Es lo que deberíamos llevar escrito en la ropa y no «Realmente no me importa, ¿y a ti?», como Melania. Porque sí nos importa saber qué es verdad.

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