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LA PRINCESA Y EL EMBAUCADOR

ÓSCAR BELLOT

Domingo, 22 de abril 2018, 00:51

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Siete años después de su estreno en la televisión estadounidense y con más de un centenar de episodios ya a sus espaldas, 'Suits' aterrizó esta semana en la parrilla de AXN White, para regocijo de quienes aún no habíamos reparado en este refrescante drama legal sobre el que muchos han vuelto sus ojos a raíz del compromiso entre una de sus intérpretes, Meghan Markle, con el príncipe Enrique de Inglaterra. Buena jugada de la cadena, que aprovechando el morbo que supone ver cómo se desenvuelve en su faceta de actriz la futura consorte del nieto de Isabel II, ha recuperado esta producción creada por Aaron Korsh que ya se pudo ver anteriormente en Calle 13.

Claro que, por entonces, era una serie más, jaleada ciertamente por la crítica y con un notable respaldo por parte de la audiencia, dentro de ese pobladísimo universo de las ficciones de abogados. Ahora la cosa cambia. No siempre tiene uno la oportunidad de contemplar a una futura integrante de la realeza dándose un apresurado revolcón, empotrada contra estanterías repletas de archivos por su compañero de firma, al que le pone ojitos nada más aterrizar éste en el bufete. Sin licencia de abogado, para más señas, ese Mike Ross al que le basta con su memoria fotográfica, un carácter decidido y la complicidad de otro leguleyo de mundano espíritu para abrirse paso en el despiadado mundo del Derecho.

Meghan Markle, esa chica que parece siamesa de Begoña Villacís, ya no estará en la octava temporada de 'Suits'. Desde que en noviembre se anunciase su compromiso con el príncipe Enrique, su vida ha cambiado por completo. Tampoco continuarán Patrick J. Adams y Gina Torres, el primero en busca de otros horizontes profesionales y la segunda dispuesta a encabezar un 'spin-off' de la serie. Tres pérdidas notables para una trama que tiene en la riqueza de sus personajes la auténtica clave de su éxito. Pese a ello, la incorporación de Katherine Heigl vaticina un buen porvenir para esta desenfadada producción que merece un detenido visionado, tenga o no aroma a realeza.

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