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'Silvestre', en La Lonja. :: m.h.
SILVESTRE Y SOLIDARIO

SILVESTRE Y SOLIDARIO

ALBERTO PIZARRO - CRÍTICA DE ARTE

Jueves, 11 de enero 2018, 20:58

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Silvestre' es el título de la exposición que Carmelo Argáiz cuelga actualmente en La Lonja. Pinturas en diversos formatos y de variadas técnicas- alguna realizada parcialmente con barro- que prueban su buen oficio y fina inspiración. Los paisajes se alternan con animales y figuras de musa erótica. En suelo de la sala nos sorprende, posada, una pequeña bandada de aves, hechas con tierra, paja y agua.

Argáiz ha intentado alejarse de la tan extendida y artera consideración de la Naturaleza como puta( en tanto nos servimos de ella y la gozamos desde el ultraje). ´Mother nature is such a bitch`, dicen por ahí. Porque, cada cual a su manera, formamos parte de la cultura del desgaire, del todo es mío, del que venga atrás que arree, que necesita ser abolida urgentemente, haciendo rular el juicio ético de nuestros derechos y deberes.

Las obras, realizadas a lo largo de varios años, presumo que han sido concebidas desde el desaliento, aunque alumbradas en horas felices, esperanzadas. El artista ha intentado trascender a través de la intuición y la contemplación. Su leitmotiv parece ser sugerir, establecer correspondencias entre objetos y sensaciones, mostrando una realidad modificada que nos mueva a la espiritualidad.

La exposición es un sutil alegato contra la burricie de los que atropellan el planeta. En las telas ha representado- al modo expresionista, de boceto casi- animales enormes, feroces, en un intento metaforizar el daño que algunos poderosos le están infligiendo. Visiones del bosque, tratadas al modo simbolista, en cuyo suelo se adivina el corazón de la tierra, o se ve el fuego y la ceniza; y en cuyo un cielo las estrellas quieren ser lágrimas por lo que está aconteciendo. El mensaje está también en la bella simplicidad de esas aves de barro, hechas con esfuerzo de contención para mostrar la grandeza de lo pequeño, la fuerza de la insinuación. Esas aves, ¿querrán ser la corporeidad de las musarañas, enemigas de los profesores y entrañables compinches de Cupido, que nadie ha visto, aunque haya convivido con ellas en horas de dulce ensimismamiento? Musarañas tienen que ser, porque también aparecen en unos dibujos coloreados, apoyadas en cabezas y penes.

Meritísima muestra, pues, la urdida por este profesor de la Esdir, silvestre refinado y solidario, muy dado al campo, donde parece encontrar lo mejor de sí mismo. Un sutil alegato ecologista, de austera y enternecedora belleza plástica, que merece una sosegada visita. Una forma de avivar el recuerdo del turbadoramente grato olor de la foresta, de la pureza del aire del monte; o de reencontrarse con las musarañas, angélicas amigas de infancia y adolescencia.

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