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Alexandra Coelho y Alexander Ahndoril.
«Las redes sociales pueden ser monstruosas»

«Las redes sociales pueden ser monstruosas»

La pareja sueca que se ocultó tras la firma de Lars Kepler indaga en la raíz del acoso y sus fatales consecuencias

Miguel Lorenci

Domingo, 7 de febrero 2016, 08:06

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Escribir al alimón «ha mejorado mucho» su relación de pareja. Lo reconocen Alexander Ahndoril y Alexandra Coelho, pareja que dio con la formula del éxito en 'El hipnotista', su primera novela negra, escrita a cuatro manos y bajo el seudónimo de Lars Kepler. Es un doble homenaje al astrónomo alemán Johannes Kepler y a Stieg Larsson, compatriota y creador del saga 'Millennium' de quien se consideran «herederos y admiradores». Un lustro después de su debut, entran 'En la mente del hipnotista' respaldados por un éxito global. Han vendido más de cinco millones de libros en cuarenta países de las intrigas de su atípico comisario, Joona Linna, que tiene ya su propia serie de televisión.

«Las redes sociales pueden convertirse en algo monstruoso y destructivo» asegura la pareja, de visita promocional a España. Y es que las mil caras del acoso, en especial el cibernético, y sus terribles consecuencias, están en la médula de este trepidante thriller psicológico cuya intriga se desarrolla en 'tableros digitales' como YouTube. «La novela negra ha de conectar con mundo real y con el mundo retorcido y oscuro al mismo tiempo, con esa violencia que es siempre horrible» explican. «Nunca haremos que la violencia resulte hermosa o romántica en nuestros libros. Es siempre terrible y ha de dar miedo», plantean.

Y en este libro aterra un sanguinario asesino en serie que cuelga en YouTube vídeos de mujeres minutos antes de matarlas. La novata inspectora Silverman, desbordada por la situación, tendrá que recurrir a Linna, quien regresa «casi del mas allá». El acoso de los medios y los malos le llevó a fingir su suicidio para desaparecer de Estocolmo, adonde regresa en un lamentable estado físico para tratar de desenmascarar al asesino ayudado por el también estigmatizado psiquiatra e hipnotista Erik Maria Bark, «a entrar en la cabeza del asesino».

«Casi un 10% de los suecos dice haber sido víctima de algún tipo de acoso, y en los últimos años las redes son el espacio donde se multiplica exponencialmente, donde es más salvaje y tiene terribles consecuencias» dice Alexandra, que sufrió en carne propia «el agobio de un acosador». Cuando era actriz teatral, un admirador entró en su habitación mientras dormía tras escalar hasta una ventana. «Aprendimos entonces que debemos tomarnos las señales de acoso muy en serio», tercia su esposo.

Hoy son extraordinariamente cuidadosos con su presencia en las redes. Creen que «es algo de lo que se abusa sin calibrar el peligro». «Un exceso de exposición en las redes sociales te puede destruir», insisten. «Si tienes un acosador, estarás solo. Puede empezar por una simple llamada, por una carta o un tuit y acabar en un situación infernal. La Policía no podrá hacer nada hasta que sea demasiado tarde», lamentan.

También fueron acosados para revelar su identidad. Una vez que su editor aceptó el juego de seudónimo, publicaron la primera de sus cinco novelas y el éxito les desbordó. Pronto tuvieron a los sabuesos de los tabloides suecos investigando quién había tomado el testigo de Larsson bajo ese seudónimo. «Nos asustamos cuando una noche, con nuestras tres hijas en una casa de verano, vimos a extraños con linternas a través de los cristales». Fueron conscientes de que estaban siendo vigilados y «el miedo fue, en alguna medida, el germen de esta novela». Se deshizo un secreto editorial que ellos se habían propuesto mantener «aunque hoy estamos mucho mejor dando la cara ante los lectores».

Cada uno tenía su propia carrera literaria antes de convertirse en Lars Kepler. «Nos peleábamos sin descanso por el estilo o la voz narrativa y ahora nos entendemos mucho mejor», dice risueño Alexander. Escriben codo con codo, pero se intercambian por correo electrónico las páginas que van puliendo y cerrando en una suerte de pimpón narrativo que le resulta «tan divertido como enriquecedor». «Una especie de 'jam session' en la que Lars Kepler tuvo enseguida su propio estilo», se felicitan.

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