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Dos niños, en una escuela de Oviedo.
Del 'dardo en la palabra' al 'cañonazo en la palabra'

Del 'dardo en la palabra' al 'cañonazo en la palabra'

La 'Guía práctica de neoespañol' advierte de los malos hábitos instalados en el lenguaje

Álvaro Soto

Domingo, 29 de noviembre 2015, 07:59

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"Ahorcar los hábitos". "Van a saltar cabezas". "El barco hace aguas". "Me aburro como un lirón". "A la Generalitat le van a cortar el grifo". "Hemos firmado la pipa de la paz". "Hay que arriesgar el todo por el nada". "Agudizar el oído". "Tenía la ropa hecha añicos". "No es santo de mi devoción que salgas con esta ropa". Y así hasta el infinito y más allá. Todas expresiones erróneas y, sin embargo, comunes, en un idioma que goza de una excelente salud gracias a los medios de comunicación y que ya no se llama español, sino 'neoespañol'.

Este nuevo idioma es el que, con una acertada mezcla de tristeza, ironía y humor, ha recopilado en un libro Ana Durante, pseudónimo de una editora española que ha recogido en los últimos cuatro años los usos erráticos del idioma para presentarlos en la 'Guía práctica de neoespañol. Enigmas y curiosidades del nuevo idioma' (Debate).

¿Y qué es el 'neoespañol'? "Una lengua que brota de una vasta descomposición del castellano, de un desconocimiento profundo de la propia lengua por parte de los hablantes", explica Durante, que prolonga una larga tradición nacional que tuvo en Fernando Lázaro Carreter a su mejor exponente. "Pero ya no se puede hablar del 'dardo en la palabra', tendríamos que referirnos al 'cañonazo en la palabra", bromea Durante.

"Si se supiera quién soy, eso podría señalar a alguna editorial en concreto, y no me parecería justo, pues todas ellas sin excepción tienen responsabilidad en la deriva actual del español", justifica Durante el anonimato de la obra. Sin perder nunca la amenidad, Durante denuncia que "todas las instancias culturales del país, incluidos los medios de comunicación y la enseñanza, contribuyen a convertir el idioma que todos hablábamos hasta hace poco en este mejunje irreconocible, donde todo vale y todo convive en alegre caos".

La escritora se acuerda de internet, pero no achaca a la tecnología todos los males que padece el idioma. "Sin duda la red tiene su influencia, pero quizá no tanto por el apresuramiento que provoca la posibilidad de transmitir los acontecimientos en tiempo real, como por la fragmentación del pensamiento que la manera sincopada y continua de dar las noticias en internet supone. La ventaja de la inmediatez en general va en detrimento de la profundidad, y eso posiblemente tiene consecuencias en la manera en que pensamos y nos expresamos".

Más culpa, a su juicio, tiene la educación. "Hace demasiados años que en este país se imparte una enseñanza de contenidos ínfimos y con medios cada vez más reducidos. Todo esto tiene una consecuencia paradójica, y es que en una época y una sociedad en las que la cultura es más accesible que nunca, ésta ha perdido todo su valor y mucha gente desdeña incluso el hecho de poseerla". Así que, en opinión de Durante, no queda lugar para el optimismo. "He incluido en el libro una cita de Ludwig Wittgenstein que dice: 'Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente'. Si eso realmente es así, la situación es como poco inquietante".

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