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Un hombre rebusca en la basura ante una réplica del David de Miguel Ángel, en Nueva York.
Nueva York, glamour y miseria

Nueva York, glamour y miseria

Treinta autores desnudan en una antología el rostro bifronte de la ciudad, capital de las finanzas y la desigualdad

Antonio Paniagua

Domingo, 22 de noviembre 2015, 07:31

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Nueva York deslumbra con sus luces de neón, pero muchas veces deja a sus vecinos ciegos en la sombra. Porque la Gran Manzana es una ciudad de extremos. Es la urbe que vio crecer en ella el jazz, el ballet, el teatro, la novela, los derechos civiles o la militancia feminista. Aunque también es un lugar inhóspito para los sin techo, donde los precios de los alquileres de viviendas están por las nubes, los inmigrantes centroafricanos y asiáticos dormitan en el metro derrotados por la esclavitud laboral y los fumadores de crack permanecen ajenos a la fetidez de la atmósfera. Para Henry James, Nueva York era el territorio de una realidad desabrida, el imperio del dinero y las máquinas. Glamour y podredumbre de la mano. Opulencia y miseria. Primer mundo y tercer mundo en habitaciones separadas. Nueva York: historias de dos ciudades (Nórdica) es un libro que explora esa ambivalencia, una antología de textos que hurgan en esa grieta que separa lo mundano y lo inmundo.

John Freeman, antiguo editor de Granta, vivió el semblante bifronte de esa ciudad de plutócratas y menesterosos. Mientras su hermano erraba por albergues aquejado de una enfermedad mental, él vivía confortablemente con su novia en un piso adquirido gracias a la herencia de su abuela. El hermano afortunado apenas compartió con el desventurado, Tim, dos cafés. John y Tim Freeman cohabitaban en mundos paralelos. «Durante todo el tiempo que mi hermano no tuvo casa, nunca lo invité ni nunca entró en la mía», confiesa John Freeman.

El editor redimió su sentimiento de culpa. En enero del año pasado propuso a varios escritores afincados en Nueva York que ofrecieran su visión de esa ciudad en la que el champán más caro se derrama sin tasa y donde hasta las ratas pasan hambre. El resultado es una antología en la que participan cualificados representantes de las letras anglosajonas actuales, como Jonathan Safran Foer, Zadie Smith, Junot Díaz, Lydia Davis, David Byrne, Teju Cole y Taiye Selasi, por citar solo a algunos de los treinta autores que comparecen en este volumen, en el que también está presente Tim Freeman, el hermano del editor.

En el volumen, cuya edición española viene prologada por Antonio Muñoz Molina, se dan cita el artículo, el ensayo, el reportaje, las memorias, el diario, el collage y hasta tuits que sirven para enhebrar lúcidas reflexiones sobre la violencia, un ingrediente esencial de la ciudad desde que se fundó en el siglo XVII. Igual ocurre con la desigualdad, que está abocando a la extinción a la clase media y haciendo que la pobreza alcance niveles anteriores a la Gran Depresión. Nueva York es la encarnación de los contrastes insultantes, donde el 1% de la población gana más de 500.000 dólares al año mientras 22.000 niños carecen de hogar.

En el libro, Zadie Smith cuenta la historia de una avejentada drag queen que ha logrado aferrarse a su apartamento de Chelsea, deambula por las calles del East Side y tropieza con las sombras del pasado. Porque ahora ya no hay alquileres asequibles y se han perdido muchas cosas en el camino. «En la crisis de años setenta y ochenta, Nueva York perdió el puerto, y también la industria. De traficar en mercancías y fabricarlas, ha pasado a fabricar espejismos y traficar desvergonzadamente en ellos. La ciudad promete mucho y, en general, da bastante poco a cambio», argumenta Muñoz Molina. El escritor aduce que la ciudad vive de la ilusión de la especulación financiera y de las fantasías prefabricadas del turismo. Por añadidura, el clima es hostil, no hay término medio: el frío y el calor, la lluvia y la nieve, la humedad y el ambiente seco se sufren con crudeza y sin tregua.

El escritor añora la época en que Nueva York era una ciudad vibrante, que brindaba la hospitalidad de sus museos y arrebataba al visitante con una belleza sobrecogedora. «Ahora no hay esquina de Manhattan que no haya sido ocupada por un banco, un Starbucks, una sucursal de la ubicua cadena de droguerías Duane Reade. Hasta ser un artista pobre cuesta muchísimo dinero», arguye el académico.

La urbe que suscita los más bellos sueños es también la que genera las peores pesadillas. De la transformación que convirtió a Nueva York en capital de la desigualdad hablan estos textos, que transmiten la angustia que genera la lucha por la vida.

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