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El lingüista Luis Magrinyà .
«Los diccionarios no son infalibles»

«Los diccionarios no son infalibles»

El lingüista Luis Magrinyà aborda con ironía los malos usos del lenguaje en 'Estilo rico, estilo pobre'

Álvaro Soto

Sábado, 16 de mayo 2015, 07:23

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«Dos trenes han impactado». «No hay problema». «La selección española se mantiene fiel a su estilo». «Inglaterra ha estado durante unas semanas en una espantosa situación». «Se quedaron de pie en la puerta». En apariencia, todas estas construcciones son, lingüísticamente, intachables. Pero a los ojos de un experto como Luis Magrinyà, las cinco sentencias contienen, si no errores graves, sí incorrecciones que hacen que chirríen.

El mallorquín Luis Magrinyà, traductor, escritor y lingüista, pretende en su nuevo libro, 'Estilo rico, estilo pobre', poner un poco de luz en las zonas oscuras del lenguaje. Los anglicismos, las ultracorrecciones o la vagancia del hablante son los nuevos enemigos del castellano a los que Magrinyà, con un sorprendente estilo sobrio, irónico y cómico a la vez, hace frente. Un libro que, reconoce con humildad el escritor, «es el trabajo de un observador y por supuesto de un observador que se ha visto caer en un sinfín de trampas, trucos y florituras y con el tiempo se ha ido dando cuenta de que lo eran».

«Las adaptaciones léxicas, sintácticas, morfológicas, etc. del inglés son un síntoma de su hegemonía cultural, que evidentemente no se limita a la lengua (ni a la lengua española en particular). Cuando decimos que algo 'ha venido para quedarse' o que ha ocurrido 'en el momento adecuado en el lugar adecuado' creo que hacemos algo más que adoptar una fórmula expresiva inglesa: adoptamos una manera de pensar», explica el autor, que se muestra en todo momento partidario de «una búsqueda loable de la precisión», pero sin caer en la «obsesión». «No pasa nada por cometer errores, sobre todo si uno no sabe que los comete, pero está bien también que un día te salten a la vista y entonces pensar un poquito, empezar a detectarlos, tomar medidas, etc.».

Uno de los problemas está en que, en demasiadas ocasiones, la raya que separa el buen uso del lenguaje del error es demasiado fina. «Creer que 'estaba esperando junto a la puerta' es más 'preciso' que 'estaba esperando en la puerta' porque 'junto a' señala una posición en el espacio mejor que 'en' parte, la mayoría de las veces, en mi opinión, de un razonamiento equivocado. Más me creo que quien escribe 'junto a' en vez de 'en' en un caso así lo hace solo porque le suena más 'fino' y 'literario', y ahí es donde está el disparate», destaca el autor.

Criterio de autoridad

Para demostrar a los lectores que hasta el mejor escribano echa un borrón Magrinyà utiliza ejemplos sacados de los medios de comunicación y de obras de insignes escritores y hasta de académicos. Mario Vargas Llosa, Carlos Ruiz Zafón o Arturo Pérez-Reverte han cometido en alguna ocasión pecadillos lingüísticos. «Cada uno tendrá su propia idea de lo que es insigne o no, supongo; pero personalmente diría que el criterio de autoridad no sirve para nada y desde luego no nos exime de nuestros defectos o excesos», sostiene el autor, antes de reconocer que «una persona» («seguramente por falta de sentido del humor») se ha enfadado al ver reflejado en el libro uno de sus errores.

'Estilo rico, estilo pobre' destila cierta acidez hacia la Real Academia de la Lengua. Por ejemplo, el Diccionario de la Academia no sale demasiado bien parado del análisis de Luis Magrinyà. «Los diccionarios no son infalibles, y desde luego no son custodios de verdades reveladas. El DRAE carga no del todo inocentemente con ese peso y a veces lo consultamos con cierto fundamentalismo que la Academia no parece hacer mucho por frenar o desactivar. Un diccionario debería ser ante todo una obra científica, pero me temo que uno que define 'tren' como 'medio de transporte', 'autobús' como 'vehículo automóvil' y 'barco' como 'construcción cóncava de madera, hierro u otra materia' no da a entender que un equipo de profesionales se haya sentado a unificar criterios y a pensar un poco cómo definir», subraya el lingüista.

«La lengua es lo mejor que tenemos para comunicarnos y entendernos y, aunque es fácilmente manipulable -está en su mismo carácter serlo? y puede obedecer a los más tristes propósitos, estoy convencido de que es útil, fuente de conocimiento y alegría, y de que sirve -lo digo en serio? hasta para expresar lo inexpresable».

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