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Eleanor Catton, autora de ‘Las luminarias’
La fiebre del oro en la Nueva Zelanda del XIX

La fiebre del oro en la Nueva Zelanda del XIX

Eleanor Catton gana el premio Man Booker Prize con una novela caudalosa que mezcla misterio y una trama intrincada

Antonio Paniagua

Domingo, 14 de diciembre 2014, 08:21

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Con apenas 28 años Eleanor Catton se ha adjudicado el premio Man Booker Prize con una novela ambiciosa que habla de la fiebre del oro en la costa de Nueva Zelanda, un territorio despoblado que en 1866 atrajo como un imán a miles de hombres con ansias de riqueza. Las luminarias (Siruela), un libro que conserva los ingredientes del misterio y las tramas caudalosas del siglo XIX, ha exigido a la autora un esfuerzo ímprobo a lo largo de cinco años. El resultado es una historia de 800 páginas en la que desvelar una maraña intrincada de destinos se entrevera con los secretos que encierra el firmamento. La astrología me permitía jugar con los arquetipos del zodiaco, que a la postre es un compendio de la psicología humana, señala la escritora, que acaba de visitar España para promocionar su libro.

Pese a su juventud, Catton se pone el listón muy alto. Conforme iba escribiendo páginas, la novela se ramificaba y cobraba nuevos bríos, para desesperación de sus editores, que le habían impuesto limitaciones en cuanto a la extensión del relato. La narradora leyó novelas de misterio y de detectives decimonónicas para imprimir a su historia el ritmo de aquellos grandes novelones. Leyó con aprovechamiento Ana Karenina, Los hermanos Karamazov, La dama de blanco y otros tantos clásicos de la literatura, historias que imprimen a su historia una verosimilitud y un rigor infrecuentes en la escritura actual.

La crítica internacional se ha deshecho en elogios hacia esta historia de trama alambicada. El relato comienza un tormentoso día de enero en que una prostituta es detenida. El hecho pasaría inadvertido si no fuera porque coincide con otros hechos que atrapan el interés del lector. En un territorio agitado por la codicia y el ansia de enriquecimiento fácil, se descubre una fastuosa fortuna en la casa de un indigente borracho. La desaparición de un hombre adinerado coincide con la huida aparente de un capitán de navío de pésima nombradía que decide levar anclas. Los tres hombres, el mendigo, el ricachón y el marino, están unidos por su conocimiento de Anna Wetherell, la meretriz apresada.

La tentación de arrojar la toalla me asaltaba todo el tiempo, sobre todo a medida que la estructura de la novela se iba complicando y la novela crecía y crecía. Por contrato con la editorial, solo podía escribir un tercio de lo que realmente ocupó. Pero ese límite no supuso una cortapisa, al contrario, espoleó mi creatividad, dice Catton.

Perspectivas variadas

Para contar todo este enredo la autora se vale de múltiples perspectivas para contar los mismos hechos. No en balde, descree de la figura del detective omnisciente a lo Agatha Christie, por mucho que se haya inspirado en las peripecias del inspector Hércules Poirot para urdir su intriga.

"Me gustaba conseguir una ironía dramática: la idea de que todos nos podemos convertir en nuestro propio enemigo", aduce Catton, a quien le interesa más la intriga y el misterio que los hechos truculentos que impregnan la novela negra.

La neozelandesa Eleanor Catton, la escritora más joven que se ha alzado con la distinción, ha visto cómo de repente su obra se ha traducido a una treintena idiomas. Además de no escatimar su ingenio en la creación de lances y sucedidos, Catton hace gala de un dominio un gran dominio del idioma y un registro muy técnico a veces, con lo que logra ser muy precisa al nombrar las cosas. Este rigor se alía con generosas descripciones y una sabia dosificación de la intriga.

La escritora piensa retirarse una temporada para meditar el argumento de su próxima novela, que le gustaría tuviera una impronta dickensiana. Lo que sí es seguro que su siguiente empresa literaria no tendrá nada que ver con Las luminarias. A Catton no le gusta repetirse y le gusta que cada libro marque distancias con el anterior. Su novela precedente, El ensayo general, fue la tesis con que se graduó en un máster de escritura creativa. Con ella consiguió el aplauso del público y la crítica de su país, hasta el punto de que cosechó el premio Adam Award.

Antes que escritora, Catton es una mujer apasionada de la lectura. No concibe que se pueda escribir sin un entrenamiento arduo como lector. Dostoievski y Wilkie Collins son dos de sus maestros.

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