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Yuval Harari.
«Las religiones no tienen futuro porque no responden a los problemas de hoy»

«Las religiones no tienen futuro porque no responden a los problemas de hoy»

Yuval Harari, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, publica 'De animales a dioses', un recorrido crítico por la historia de la humanidad

Álvaro Soto

Martes, 16 de septiembre 2014, 00:09

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«Estado Islámico es un problema menor. Lo importante de verdad es lo que está ocurriendo ahora en Silicon Valley», sostiene Yuval Harari (1976), profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén y autor de De animales a dioses (Editorial Debate, y Edicions 62 en catalán), un recorrido crítico por la historia de la humanidad desde perspectivas tan variadas, pero a la vez complementarias, como la biología, la economía o la política. Avalado por su éxito en Israel, donde ha vendido más de 300.000 ejemplares, y publicado ya en 20 países, la obra de Harari desmonta con erudición e ironía tópicos sobre el progreso, la ciencia, el capitalismo o la religión.

-Usted es muy crítico con el Homo Sapiens. ¿Cree que nos hubiera ido mejor como raza si no hubiéramos evolucionado?

-¿A quién nos hubiera ido mejor? A la mayoría de los animales, por supuesto. El ascenso del Sapiens fue una catástrofe para la mayor parte de los animales, para todos, salvo quizá para las ratas y las cucarachas. Tras la revolución agrícola, la mayor parte de la gente tuvo una vida más dura que anteriormente. Para ellos, el desarrollo de la humanidad tampoco fue bueno. Incluso hoy en día, las vidas de cientos de miles de personas son mucho más difíciles que hace 20.000 o 30.000 años. Pero para muchos otros, sobre todo para las clases medias de los países ricos y desarrollados, la vida es mucho mejor. Es una minoría, claro, pero los historiadores pertenecen a esa minoría, así que suelen contar la historia de la humanidad desde su punto de vista. Pero ese no es el único punto de vista, y probablemente tampoco es el mejor.

-Usted es muy crítico con el concepto de progreso que entiende la mayoría de la gente. ¿Qué es, entonces, el progreso?

-Podemos hablar de dos tipos de progreso. Existe el progreso material, tecnológico, el progreso de la producción, de la economía En ese aspecto, el progreso de la humanidad ha sido sorprendente. Hoy somos mil veces más poderosos que nuestros ancestros, porque nuestra economía es mucho más fuerte que en el pasado. Pero hay otro tipo de progreso, relacionado con la felicidad y el sufrimiento. Y aquí lo principal es si el poder tecnológico y económico se traduce en felicidad, en menos sufrimiento. Y en ese sentido, los logros son mucho menores. No estoy diciendo que no haya habido ningún progreso, porque en algunas zonas y en algunos ámbitos sí se han conseguido logros importantes. Por ejemplo, en los últimos 50 o 100 años, las pandemias que eran frecuentes a lo largo de la historia casi han desaparecido. En general, hace 200 años, el 33% de los niños morían antes de los 20 años. Pero hoy, en todo el mundo, incluso en los países pobres, únicamente el 5% de los niños muere antes de los 20 años y en los países desarrollados, esta tasa es inferior al 1%. Es un gran avance, desde la posición de evitar el sufrimiento. Ahora bien, en otros sentidos, a mí me parece que no somos más felices de lo que eran nuestros ancestros.

-En este sentido, usted defiende que la ciencia no siempre es positiva, que no siempre significa progreso.

-Personalmente, no creo tener una visión negativa de la ciencia. De hecho, me considero un científico. Lo que yo admiro de la ciencia es la objetividad y el hecho de que cuando uno no sabe algo, simplemente dice: se ignora, ignoramus, que significa que tú me preguntas algo que yo no sé y yo no me lo invento cuando te respondo. Esta libertad, que no se ve en la religión, aceptar que no conocemos todas las respuestas, es la característica más importante de la ciencia, y el descubrimiento de la ignorancia es lo que puso en marcha la revolución tecnológica. Pero es verdad que los científicos tienen una creencia casi religiosa en la ciencia. Creen que la ciencia es algo maravilloso, que todo lo que hace la ciencia es para el bien de la humanidad y que la ciencia nos va a permitir crear una especie de cielo en la tierra. Pero en los últimos 500 años hemos visto que no es así. La ciencia está muy ligada con el imperialismo europeo, la ciencia es responsable de que ha ocurrido en África o con los aborígenes africanos. E igual, cuando miramos al futuro, hay mucho peligro en las ideas relacionadas con la ciencia. O sea, que pueden llevarnos a una gran catástrofes. Hay que mirar la ciencia con los ojos bien abiertos, pero sin pensar que todo lo que surge de la ciencia es bueno y para el bien de la humanidad.

-¿Usted cree que la Historia nos ha enseñado, desde el mundo agrícola-recolector, que cuanto menos han tenido los humanos, más felices han sido?

-No creo que sencillamente tener menos sea la clave de la felicidad. Se trata, sobre todo, de adaptarse a las condiciones del momento frente a anhelar cada vez más. En cualquiera de las situaciones en que uno se encuentre, la gente, y la sociedad en general, tienen la tendencia de tratar de cambiar las cosas y de pensar: Esta situación no es buena, necesitamos más de esto y de lo otro, y solo así seremos felices. Invertimos todo nuestro tiempo y todos nuestros esfuerzos en obtener más cosas: más alimento, más dinero, más tecnología. Pero a menudo, esas cosas nuevas vienen con más problemas y más responsabilidades, y la gente está insatisfecha, y decimos: Necesitamos esto, lo otro y lo demás. Creemos que avanzamos a lo largo de la historia, pero no es así.

Crecimiento permanente

-El problema es que, para cambiar la sociedad, habría que reprogramar a cada ser humano porque la ambición por tener más es propio de cada uno de nosotros

-En realidad, vivimos en una sociedad que anima a todo el mundo a querer más. No se trata de una característica específica de una persona, sino de una tendencia cultural. La idea básica del capitalismo y del consumismo es que la economía tendría que crecer permanentemente. Quizá el valor más importante de la economía capitalista es el crecimiento y por eso se alienta a todo el mundo, desde la infancia, en la expectativa de tener cada vez más, de vivir mejor que los padres, de superar lo que había antes. Según esta idea, la felicidad del individuo consiste en que este mejore sus condiciones. Así que no es un rasgo individual, sino que es un valor ideológico.

-Pero si el capitalismo no trae la felicidad, tampoco lo hace el comunismo, como usted dice en el libro, ni el progreso o la ciencia ¿Cuál sería el mejor sistema para que el Homo Sapiens pueda desarrollar su vida?

-Realmente no lo sabemos. En el momento actual, la ideología capitalista es la única opción disponible porque las otras opciones que se pusieron a prueba en el siglo XX demostraron ser todavía peores. A principios del siglo XXI, podemos criticar todo lo que queramos el capitalismo, mucha gente lo hace, pero nadie tiene realmente una alternativa al capitalismo. Si miramos alrededor, todas las sociedades adoptan un tipo u otro de capitalismo. Incluso China. Teóricamente, se declara un país comunista, pero en la práctica, es mucho más capitalista que comunista. Se trata de una situación muy difícil. El capitalismo impulsa a la humanidad constantemente a crecer, lo que entra en conflicto con la estabilidad del sistema ecológico. Ahora mismo, nadie sabe cómo se puede resolver esto. Vemos que el bienestar ecológico del planeta está destruyéndose. Por eso, la labor más importante de los intelectuales es ofrecer alternativa, porque esta es la labor del pensador. Cuando uno tiene dos opciones, necesita buenos políticos que puedan organizar los partidos y los gobiernos. Pero ahora sencillamente no tenemos ninguna otra opción. Además, mucha gente tiene la idea de que el capitalismo es algo natural, que el capitalismo está en consonancia con las leyes de naturaleza yes la tendencia natural del ser humano, pero no se dan cuenta de que no, de que el capitalismo es una ideología y una religión, no es algo natural. El capitalismo es la religión que más éxito ha tenido en el mundo, la única que ha logrado englobar a todo el planeta, de modo que prácticamente toda la población del mundo, aunque no crean en el capitalismo de forma teórica, se comporta de acuerdo a lo que quiere de ellos el sistema capitalista.

-Entonces, ¿el resto de las religiones tienen futuro o van a ser sustituidas paulatinamente por el capitalismo?

-Las religiones existen, hay cientos de miles de personas que creen en religiones, pero yo no creo que tengan un futuro muy largo porque están anticuadas, obsoletas. A lo largo de la Historia, las religiones tienen que tratar de resolver los problemas que tiene la gente, tienen que ofrecer soluciones a sus problemas. En el siglo XXI, los problemas más importantes de la humanidad son el resultado de los avances tecnológicos, como la ingeniería genética, la relación entre el cerebro y los ordenadores Esto da lugar a nuevos problemas. Por ejemplo, qué ocurre cuando la esperanza de vida crece y crece. Un niño que nazca ahora puede vivir más de 100 años, y los científicos creen que en 2050 habrá gente que no tenga fecha de caducidad. El mercado laboral se ha visto revolucionado por nuevos algoritmos que permiten, por ejemplo, conducir un taxi mejor que los humanos o diagnosticar enfermedades mejor que los médicos de carne y hueso, y operar en bolsa. Así que, con estos progresos, una de las grandes cuestiones es: ¿A qué se va a dedicar la gente? ¿Para qué necesitamos a las personas? Para comprender estos problemas del presente y del futuro es necesario comprender la genética, la ciencia Pero en la Biblia o en el Corán no hay respuestas a estos problemas modernos. Por eso, las religiones están pasando a ser irrelevantes. En el siglo XIX se produjo la revolución industrial. En ese siglo también había cientos de millones de personas de cristianos o musulmanes, pero no recordamos precisamente el siglo XIX como una época de religiones. La ideología más importante fue el socialismo, que empezó como una secta muy pequeña, pero se expandió y cambió nuestras vidas. ¿Cuál fue su secreto? Pues que era relevante, que abordaba los nuevos problemas generados por la revolución industrial. Marx, Engels y Lenin no estudiaron los antiguos textos de hacía 2.000 años, sino que indagaron en cómo funcionaban las máquinas, las minas de carbón, las fábricas y el ferrocarril. Por eso, tenían cosas interesantes y pertinentes que decir en relación con estos problemas, generados por la revolución industrial. Creo que esto es algo que está ocurriendo otra vez en el mundo. El lugar más importante actualmente desde el punto de vista religioso no es Irak ni Afganistán, es Silicon Valley. Allí están surgiendo nuevas religiones, como la religión de la singularidad, cuyo profeta es Ray Kurzweil, director de ingeniería de Google. Este hombre sabe mucho de tecnología y de ciencia. No se considera a sí mismo un líder religioso, pero él dice que nos estamos acercando a un punto de singularidad donde todo el mundo se transformará por completo a través de la tecnología una vez que los ordenadores sean más inteligentes que nosotros. Pues es probable que esta teoría de la singularidad se convierta en la primera religión del mundo porque le promete a la gente vida eterna en la tierra a través de la tecnología. Y todo lo que uno pueda soñar se lo dará la tecnología. Así que estamos ante uno de los científicos más importantes del mundo. No sabe mucho de la biblia, pero sabe mucho de genética y de nanotecnología.

Canto del cisne

-Sin embargo, en nombre de las religiones tradiciones se sigue matando. ¿Es su canto del cisne antes de desaparecer o todavía tienen recorrido?

-Creo que es el canto del cisne. En el siglo XIX las religiones eran importantes, pero lo fueron más Marx y Engels. Ellos eran la vanguardia. Tenemos que entender algo esencial en la historia. Cuando se produce una revolución histórica importante, esos hechos no afectan a todos los individuos del planeta simultáneamente. Está una vanguardia, una parte central y una retaguardia. Eso mismo ocurrió con la revolución agrícola hace 10.000 años, que empezó con unas miles de personas en la zona actual de Siria, Turquía e Irak, aunque la mayor parte del mundo seguían siendo cazadores y recolectores. De hecho, en algunas partes del mundo había población viviendo de esta manera hasta hace 200 años. Por eso, sabemos que lleva su tiempo esta propagación. Lo mismo ocurre hoy. La vanguardia está en Silicon Valley y la retaguardia está en Irak, donde siguen luchando por valores propios de la Edad Media. Lo que yo creo es que van a quedarse fuera de la Historia. Esto ocurrió también en el siglo XIX con la Revolución Industrial. Algunos países como Reino Unido la promovieron y la experimentaron, otros países, como China o Egipto no la vivieron. Pero los pocos países que se industrializaron conquistaron a todos los demás. Ahora tenemos una segunda revolución industrial, en la que estamos produciendo cuerpos y mentes, y los estamos manipulando. Esto es lo fundamental. Algunos países van a experimentar esta revolución. Muchos otros en África y Oriente Medio se quedarán atrás, y se quedarán fuera de la historia, y no van a tener la oportunidad de atraparla.

-Entonces, no debemos preocuparnos de Estado Islámico.

-Ahora mismo, Estado Islámico es un peligro, es una irritación. Pero es una cosa menor. Lo que es mucho más importante es lo que ocurre en Sillicon Valley, mucho más que lo que ocurre en Irak. Pensemos en los últimos 20 años. ¿Qué ha sido más importante para tu vida? ¿El desarrollo de Internet o la revolución islámica en Irán? Incluso para la gente de Irán podría decirse que las nuevas tecnologías han cambiado su vida cotidiana mucho más que la Revolución Islámica.

-En el libro habla del final del nacionalismo, pero en Europa estamos viviendo procesos como los de Cataluña o Escocia. ¿De verdad es la última etapa del nacionalismo?

-Hay que entender dos cosas. Debemos ver el mundo a gran escala. Los peligros de la humanidad son a escala mundial y no hay ningún país que pueda afrontarlos por sí mismo. Estamos hablando de crisis económicas mundiales, de crisis ecológicas mundiales, por el calentamiento mundial del planeta, y lo más importante, de las tecnologías que van a revolucionar la humanidad, como la ingeniería genética o los algoritmos. Y todo esto va a provocar que la mayoría de los seres humanos no tengan valor para la economía. Y el Estado nación no es el nivel adecuado para afrontar estos problemas. Por eso, se ven procesos por los que los países pierden su poder. Y lo hacen porque están perdiendo su pertinencia, su capacidad para hacer cosas importantes. La mayor parte de los países en la actualidad no son independientes, tienen poca capacidad para adoptar políticas económicas, porque dependen de las fuerzas mundiales políticas, económicas y culturales. Eso puede hacer que Escocia se escinda, o Cataluña, porque cuanto menos poder tenga el país, más fácil es dividirlo. ¿Pero por qué? Porque el país ya no es importante. A lo mejor vemos que el Reino Unido se divide, y si es así, ocurrirá una forma tranquila. Pero imaginemos que hace 100 años Escocia hubiera querido su independencia. Habría tenido que lucharla, porque entonces era muy importante mantenerse unidos. Pero ahora no. Hace 100 años, Italia fue a la Primera Guerra Mundial con el objetivo de arrebatarle Trieste y el Sur del Tirol al Imperio Austro-Húngaro. Italia perdió 500.000 soldados en la guerra. Pero hasta tal punto era fuerte el nacionalismo que los italianos estaban dispuestos a perder esta cantidad de soldados por conquistar estos teritorios. ¿Hoy Italia estaría dispuesta a perder apenas 5.000 soldados? Seguro que no. Incluso si un país perdiera 500 soldados, un país se indignaría. Estados Unidos tiene miedo hasta de bombardear Irak porque tiene miedo a la reacción de su propio pueblo ante la pérdida de vidas.

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