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Gala y Dalí se conocieron en 1929 en la Costa Brava, adonde ella viajó desde París con Max Ernst. :: R. C.
Gala Dalí, retrato íntimo de una intrusa

Gala Dalí, retrato íntimo de una intrusa

«Ni Dalí ni Éluard ni Ernst habrían sido lo que fueron sin ella, una de las mujeres más fascinantes y extraordinarias del siglo XX», dice su biógrafa «El machismo y la misoginia no le perdonaron su transgresora osadía y su libertad», asegura Monika Zgustova

MIGUEL LORENCI

MADRID.

Sábado, 2 de junio 2018, 00:41

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Desde niña Elena Dmítrievna Diákonova (Kazán, 1894 - Portlligat, 1982), a quien el mundo conocería como Gala, se sintió distinta y se familiarizó con los amores a contracorriente. «Su hermano mayor y su padrastro se enamoraron de ella, y eso complicó su vida emocional», explica Monika Zgustova (Praga, 1957) que ha investigado a fondo su vida para escribir 'La intrusa' (Galaxia Gutenberg), el retrato íntimo de quien fuera esposa del poeta Paul Éluard, amante del pintor Max Ernst y musa del genial pintor ampurdanés. «Ni Dalí, ni Éluard ni Ernst habrían sido lo que fueron sin ella», dice Zgustova de «una mujer extraordinaria, fascinante y decisiva para el arte del siglo XX». «El machismo y la misoginia han querido convertirla en una arpía. Misteriosa, altiva, enigmática y libérrima, ni hombres ni mujeres le perdonaron sus transgresiones», destaca Zgustaova, periodista, escritora y traductora checa afincada en Barcelona. Ha rastreado la vida de Gala desde su infancia en Moscú, a su paso por un sanatorio antituberculoso en Suiza, sus días en el París de las vanguardias y su decisivo viaje a España en 1929, cuando conoce a Dalí y cambia una vida que concluiría a su lado medio siglo más tarde.

«A salvo de cualquier prejuicio, le daba igual lo que pensaran o dijeran de ella, de modo que se ganó la animadversión de una sociedad machista y misógina que, aún hoy y aunque sólo sea en España, la tacha de bruja, de mujer implacable, fría e inaccesible», dice su biógrafa. «Fuera de aquí se la tiene por una mujer fuerte e interesante», agrega Zgustova, autora de novelas como 'Vestidas para un baile en la nieve' o 'Las rosas de Stalin'.

Derriba tópicos como que Gala fuera promiscua y encadenara amantes de usar y tirar. «Es una leyenda que se acostara con jovencitos para que Dalí disfrutara mirando. El mito y la fabulación se imponen a la verdad», lamenta Zgustova. «Era fiel y leal en el amor, fieramente honesta en todas sus relaciones. Mujer de un solo hombre, se entregaba completamente. Pero era muy libre, de ahí que se viera con Éluard cuando ya estaba casada con Dalí».

«Era consciente de su atractivo y sabía que los hombre se rendían ante su potencial erótico»

Sentimientos y emociones

Adolescente tuberculosa, conoció en un hospital de Davos a un jovencísimo Éluard, su primer marido. «Para los padres del poeta fue una intrusa, como lo sería después en el matrimonio de Ernst y cuando irrumpió en la vida de Dalí, diez años más joven. Fue demonizada por el severo padre del pintor que de nuevo la trató como una intrusa», dice Zgustova. «También se había sentido una intrusa en el colegio de niñas ricas de Moscú, en el sanatorio antituberculoso donde era la única mujer y la única rusa, y en el grupo surrealista de París donde jamás fue bien recibida», enumera la autora al explicar el título del libro.

Saca a la luz episodios desconocidos, como su temprana relación con la poeta rusa Marina Tsvetáieva, «que tuvo en ella enorme influencia», la tóxica relación de Gala con el mayor de sus tres hermanos, «que enfurecía de celos al verla con otros chicos», y con su padrastro, «a quien Gala mitificó, pero que le trasladó su amor por la literatura hasta convertirla en una voraz lectora que devoraba un libro cada día».

Unas relaciones «que provocaron extraños sentimientos y emociones». «No es raro que se acostumbrara a los amores prohibidos, ocultos, complicados o directamente imposibles», dice Zgustova. «Era consciente de su atractivo y sabía que ejercía un gran poder sobre los hombres, que caían como moscas rendidos a su encanto y su potencial erótico». Cuenta Zgustova cómo «el bruto de Luis Buñuel estuvo a punto de estrangularla mientras la miraba con los ojos exorbitados por el deseo», y cómo se relacionó también con Giorgio de Chirico, que escribiría un ensayo sobre sus conversaciones con Gala.

Era amante de Max Ernst cuando en 1929 viajó con él a la Costa Brava «de muy mala gana» y conoció «a un Dalí de sexualidad indefinida, que salía de un historia muy fuerte con Lorca y vio en la belleza andrógina de Gala a una mujer masculina o un efebo femenino», dice la biógrafa. Enamorada, se instaló con él en pleno invierno en una cabaña junto al mar sin comodidades y estuvo a punto de morir de pulmonía. «Dalí y Gala fueron amigos, amantes y colaboradores. Ella le permitió tratar con la realidad, le ayudó como su agente, en su relación con marchantes y galerías, y como correctora de sus escritos», explica Zgustova. «No participó en la creación de sus cuadros, como se ha sugerido, pero Dalí nunca habría sido el genio que fue sin ella. Para él, para Éluard y Ernst fue mucho más que su amante», insiste.

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