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Bette Nash. :: Eric BARADAT / afp
No hay edad para volar

No hay edad para volar

Bette Nash, de 81 años, comenzó a trabajar como auxiliar de vuelo con Eisenhower, cuando cocinaba langosta o pato a la naranja en el avión

DANIEL ROLDÁN

Sábado, 23 de diciembre 2017, 00:52

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A las dos y diez de la mañana suena el despertador en casa de Bette Nash. Cinco minutos después, suena el segundo. Es mejor asegurarse y ser precavida. El siguiente paso es desayunar un par de huevos, arreglarse hasta el más mínimo detalle y coger el coche desde su casa de Virginia para llegar al aeropuerto nacional Ronald Reagan de Washington para comenzar su jornada laboral. Bette es auxiliar de vuelo en American Airlines y su ruta favorita es viajar desde la capital estadounidense hasta Boston y volver.

Un viaje de hora y veinte que le permite dormir todos los días en casa. Y la ruta elegida por Bette durante los últimos años. En los corrillos la llaman 'La ruta de Nash'. Las ventajas de ser una veterana, aunque esta excusa se queda corta: tiene 81 años y es, con casi toda probabilidad, la auxiliar de vuelo más veterana del mundo. Por su cabeza no pasa la palabra retirada. Quiere seguir hasta los 90, si la salud se lo permite. Ni siquiera se planteó la jubilación a los 65 años. En Estados Unidos es obligatoria para los pilotos, pero la ley no dice nada de los auxiliares de vuelo. Y ahí sigue Bette, impecablemente vestida, atendiendo con su sonrisa perenne cualquier duda que le planteen los viajeros. «Había muchos empresarios y las mujeres entraban con sus abrigos de piel, sus joyas y sombreros. No veíamos las chanclas y las zapatillas deportivas de hoy», cuenta Bette, que comenzó a trabajar a los 21 años en la extinta Eastern Lines, con Dwight Eisenhower de presidente, en 1957. «Cuando Kennedy asumió el poder, todo se liberó. Llevábamos uniformes que eran una locura, que incluso tenían minishorts y botas», explica a AFP.

Una época en la que los aviones eran otra cosa y su trabajo, también. Las azafatas cocinaban langosta o pato a la naranja y cortaban asado para la primera clase, que tenía derecho a platería y vajilla de porcelana. «Había cinco carritos: bebidas, aperitivos, plato principal, carro de postre y los licores digestivos», apunta. Eso sí, no había mezcla de clases. Los turistas, en vuelos de turistas. «Vendíamos los sándwiches a 50 centavos de dólar y el vaso de leche a 15. No había bebidas frías. Solo café, té, chocolate y caldo», añade Nash, que a lo largo de su carrera ha pasado por huelgas, compras y desapariciones de compañías.

Ha sufrido todo tipo de contratiempos en vuelo, hasta que un inodoro se soltase debido a unas turbulencias. Pero no lo cambia por nada. Celebra seis décadas de trabajo con el cariño de sus compañeras. «Es mi mentora. Siempre ve la taza medio llena», afirma Florence Tate, compañera de Bette, a la CBS.

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