Borrar
Vistas de ensueño. Antonio Banderas posa en la terraza de su nuevo ático en la malagueña calle Alcazabilla, con unas vistas impresionantes a la Alcazaba, a Gibralfaro, al teatro romano, a la catedral, alMuseo Picasso y al mar.
«He llevado un ritmo de trabajo que no era normal y el corazón me dijo ¡basta!»

«He llevado un ritmo de trabajo que no era normal y el corazón me dijo ¡basta!»

Antonio Banderas, en una nueva fase de su vida tras ‘el aviso’ que le dio su corazón, abre las puertas de su nuevo ático en Málaga

pedro luis gómez

Lunes, 3 de abril 2017, 15:33

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Camiseta blanca y pantalón vaquero diseñados por él, zapatillas de Balenciaga, barba canosa («la edad, amigo, la edad...») por exigencias del guión de su nueva película. Nicole se despide para ir al súper. Son las cuatro de la tarde y Antonio Banderas se sienta en su espacioso y precioso salón. No hay estridencias en su nueva casa malagueña, en el corazón de las culturas que dieron vida y alma a esta ciudad para ser lo que es hoy: los vestigios fenicios con las piletas para los salazones, la Alcazaba mora, el teatro romano, el barrio de la judería, y la Catedral cristiana... Arriba, coronando el monte, Gibralfaro. La torre de San Juan, con su Niña (así llama a la Virgen de Lágrimas y Favores) dentro, casi entra por la ventana. Frente, Picasso y su museo, legado por el genio. Dicen las encuestas realizadas que es el andaluz vivo más conocido hoy en día en el mundo. Pocas dudas. Desde luego es hoy por hoy también, con el genio de la plaza de la Merced, el más universal. Se acopla en un sillón de gusto y cómodo (conjugar ambas cosas es difícil), con una mesa redonda donde hay una revista, su libro de fotografías y poemas prologado por su admirado Manuel Alcántara (Secretos sobre negro) y una novela, Malacitanus, de Cristóbal Romero.

El salón está conectado a la cocina mediante una pequeña barra, y al fondo está uno de sus escritorios, con un ordenador, una grabadora y un reproductor y algunos recuerdos cofrades. Cuadros de gran tamaño en las paredes, dos esculturas de pie y una escalera de caracol cuyo eje central está repleto de esculturas de Chema Lumbreras representando a El Zorro, al Gato con botas o a Viberti... Arriba, una terraza que me atrevo a decir que es única en Málaga, y abajo otras dependencias. Es un ático para soñar por su ubicación y el excelente gusto con el que se ha decorado, donde la simplicidad se complementa con mucho estilo, otra cosa que también es difícil de combinar. Un piso homenaje a Málaga, con detalles que así lo corroboran.

-¿Cómo se encuentra físicamente hablando tras el susto de la patata (como llama cariñosamente a su corazón)?

-Me encuentro bien. Lo que ha abierto todo esto (se señala el corazón, en un gesto que repetirá varias veces a lo largo de la entrevista) es un espacio de reflexión. Yo sé por qué me dio el infarto. He estado trabajando en los últimos años montado en un camión de adrenalina y, en cuanto bajaba de ritmo, me pegaba como si me pillara un tren... Me ha pasado por un exceso de todo, fundamentalmente de trabajo, porque no bebo, pero sí fumaba y ya no. Si algo bueno ha tenido esto es que he dejado de fumar de sopetón, sin necesitar pastillas ni nada por el estilo. ¡Se acabó! He llevado, casi sin darme cuenta, una vida a una velocidad que no era normal. Lo dije en la rueda de prensa. El año pasado yo decía que mi estado natural era el cansancio, no recordaba lo que era descansar y cuando lo hacía mi cuerpo se asustaba, y mi corazón me dijo basta. Ahora mi reflexión es cómo voy a seguir viviendo...

-¿Y cómo va a seguir viviendo Antonio Banderas?

-Hombre, voy a seguir trabajando, pero lo voy a hacer a otro ritmo. Me voy a dar espacio, me voy a pegar un tiempo entre producciones, y sobre todo voy a dar el salto que anhelo desde hace tanto tiempo: ponerme detrás de la cámara, escribir mis guiones, y eso me dará tiempo. Por ejemplo, hacer una película cada uno o dos años. Tranquilamente, y se pueden hacer películas magníficas desde Málaga, desde Madrid, desde Hollywood o desde la Conchinchina, que el mundo ya es global, muy global. El paradigma del cine, además, está cambiando, ya cada vez más gente ve películas en televisión a través de aplicaciones en sus móviles o en sus iPads, mucho más que en los cines. Se ve más cine que antes, pero en formatos muy diferentes. Me apetece muchísimo contar historias que yo he vivido, historias mías. Escribir mis películas, mis guiones, prepararlos bien, hacerlas a mi gusto... Es como el que escribe un libro sobre la vida, sobre la amistad, sobre el amor, sobre la muerte, sobre todas las cosas que son importantes para nosotros, y eso es lo que vale. Esto creo que me va a calmar: poder decir ahora me vengo a Málaga, o a mi casa de Marbella, y estar varios meses preparando esto o lo otro, lo que antes no hacía, ver a mis amigos por las tardes. Está claro que seguiré atendiendo mis compromisos, por ejemplo con Puig o con la ropa..., pero reducirlo todo; no ir como hasta ahora montado en esta motocicleta loca por la que he circulado.

-Eso conlleva un cambio de mentalidad importante.

-Sí, por supuesto. Hay una palabra que me dijo uno de los grandes agentes de Hollywood con el que trabajé dos años. Me dijo: «¿Tú sabes cuál es la palabra más importante en Hollywood? Pues esa es no, y en la vida también». Y yo no he aprendido a decir no, y tengo que hacerlo, porque uno quiere quedar bien con todo el mundo y eso no se puede. Es imposible.

-¿Se arrepiente de algo de lo que ha hecho hasta ahora en estos momentos?

-No, para nada. Con lo bueno y con lo malo es mi vida, y con ello a pecho y eso lo llevo en el saco a las espaldas y es lo que me ha enseñado a vivir como soy.

-En el horizonte se otea Málaga, ¿para cuando su regreso definitivo?

-Sí, sí... es asi. Hombre, si tengo que ir a hacer una película a Roma o a Londres, donde vivo ahora mismo, me voy y punto.

-Y qué va hacer con su casa de Londres, ¿dejarla allí o qué?

-No... Esto tiene un espacio en el tiempo. Si hay que construirlo el edificio (su proyecto teatral que quiere desarrollar en Málaga, que sea epicentro del teatro en Europa), como mínimo requiere dos o tres años, y entonces, en ese momento, me plantearé si dejar Londres, si Stella (su hija) viene aquí... Ya veré, ya veré como me las aparejo.

-Menudo retorno triunfal.

-No lo sé.

-¿No lo ha pensado?

-A mí lo que me gustaría (una profunda pausa...) es ver una Málaga culturalmente potente a nivel mundial, y eso me hace una ilusión muy grande y me encantaría formar parte de ella, porque aquí hay mucha gente, en Málaga, que lo está haciendo muy bien. Muchísima, ¡y les pegan muchos palos, encima!... pero son fantásticos y hay muchos.

-¿Y qué le sorprende más, a lo que ha llegado Antonio Banderas o a lo que ha llegado Málaga?

-¡Jo, las dos cosas me sorprenden! Pero yo a Málaga la veo fantástica. Yo ya tengo una estrella en el paseo de la fama en Hollywood y esas cosas. Ya lo he dicho otras veces, lo mejor está por venir, pero refiriéndome a Málaga eso está muy claro, porque Málaga es como una niña con un futuro esplendoroso porque su presente lo es ya. Con este tema de la cultura, la ciudad está creciendo una enormidad ahora. La gran explosión se va a producir, si todo sigue igual, en diez o quince años, si se mantiene esta energía y si no se me pelean los políticos, si se sigue como ahora esto va a ser histórico, Málaga va a dejar huella, va a ser un bombazo... Ufff no sé si decirlo, porque después ya sabes lo que pasa con estas cosas.

-¿El qué? Dígalo... No sé qué es, pero ¿por qué no lo va a decir?

-Pues sí, lo voy a decir: aquí hay una persona fundamental que es don Francisco de la Torre Prados (actual alcalde de Málaga). Y lo digo porque lo siento, que no le debo nada, conste, porque nunca le pedí nada.

-Terminemos con su corazón, tal como empezamos. ¿Qué tratamiento tiene que seguir ahora?

-Afortunadamente me he recuperado muy bien, pero voy a cuidarme muchísimo. Voy a cambiar de hábitos. Y he decidido, además, que me sigan tratando en Málaga.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios