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Walt Disney posa delante de Mickie Mouse.
50 años sin la leyenda de Walt Disney

50 años sin la leyenda de Walt Disney

El mayor genio del cine de animación, de cuyo fallecimiento se cumplen hoy cinco décadas, mantiene el récord de Oscar ganados, con 22 en 46 años de carrera

Álvaro Soto

Jueves, 15 de diciembre 2016, 00:42

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Ni nació en Almería ni está criogenizado, pero solo los grandes personajes pueden permitirse generar a su alrededor todo tipo de leyendas urbanas. Leyendas como Walt Disney, que se encuentra en este reducido grupo de visionarios que con sus ideas han cambiado el mundo. Hoy, cincuenta años después de su muerte, el imperio que levantó aparece más poderoso que nunca: ya no se trata solo de unos dibujos animados creados en un estudio en Los Ángeles, ahora es una empresa global que solo el año pasado contabilizó un beneficio neto de 8.637 millones de euros.

Pero nada de eso se habría producido sin el talento de un hombre que no dejó de creer en sí mismo ni cuando a su alrededor todos lo consideraban un loco.

Nacido en Chicago en 1901, Walt Disney fue un niño solitario, maltratado por su padre y víctima de acoso escolar. Su vía de escape era la imaginación. A los 19 años, después de haber formado parte de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial, regresó a Kansas, donde vivía su familia, y se unió a otro joven que trabajaba en el cine de animación, Ub Iwerks.

Juntos empezaron a producir cortos que se emitían en los cines de su Estado. Su gran momento llegó en 1923, cuando rodaron Alicia en el país de las maravillas mezclando figuras de animación y reales. Fue como descubrir la gallina de los huevos de oro. Ahí Walt Disney fundó la compañía que lleva su nombre y los primeros años fueron brillantes. De su cabeza surgió en 1928 Micky Mouse, con el que logró el Oscar al mejor corto animado en 1932, año en que se instauró esta categoría. Se llevó los nueve primeros Oscar con clásicos como Los tres cerditos o El viejo molino y fue siempre uno de los preferidos de la Academia. En total, en sus 46 años de carrera, consiguió 22 estatuillas, un récord que todavía nadie ha superado.

Aunque no fue entendida en su época (después se convirtió en un clásico), Fantasía (1940) abrió la puerta a la época más gloriosa del estudio. Después de ella llegaron Pinocho (1940), Dumbo (1941), Bambi (1942), Cenicienta (1950), una nueva versión de Alicia en el país de las maravillas (1951) y La bella durmiente (1959), y no dudó en explorar nuevos terrenos, con la mezcla de personajes reales y animados, como en Mary Poppins (1964).

Pero el rey de la animación tuvo su lado oscuro. En el libro El americano perfecto Peter Stephan Jung recogió la opinión de un extrabajador de Disney que lo definía como racista, misógino y antisemita. Como pagaba sueldos muy bajos, sus trabajadores se unieron en un sindicato, y dicen que eso le marcó tanto que no dudó en sumarse a la caza de brujas y declarar en 1947 ante el Comité de Actividades Antiamericanos. Su antimarxismo fue aireado en el libro Para leer al pato Donald, escrito por Ariel Dorfman y Armand Matterlat, que argumentaban cómo los personajes de Disney se regían por el más salvaje espíritu mercantil.

Tampoco se le podía considerar como un hombre familiar. Prefería pasar el tiempo trabajando en su despacho y cuentan que una vez, en su casa, al asomarse a una ventana, vio a una niña jugando en el jardín. «¿Quién es?», preguntó. «Tu hija», le respondió su mujer.

A su muerte, el 15 de diciembre de 1966, Disney ya había abierto su primer parque temático (el primero de los cinco que tiene abiertos, el último, inaugurado el año pasado en Shanghái). El entretenimiento y el merchandaising son parte básica del imperio Disney, pero este no tendría razón de ser sin las películas. Tras una época en la que Pixar y Dreamworks parecían haberle comido terreno, la empresa ha vuelto a tocar la gloria con 'Frozen', una de las diez películas más taquilleras de la Historia. Pero aunque muchos piensen lo contrario, Walt Disney no resucitará para verlo. A su muerte, con 65 años, se extendió el rumor de que su familia había congelado su cuerpo hasta que se encontrara un remedio contra la enfermedad que acabó con su vida, el cáncer de pulmón. Nada más lejos de la realidad. Disney fue incinerado unos días después de su fallecimiento.

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