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APARTAR LA MIRADA

CARLOS SANTAMARÍA ANECDOTARIO

Jueves, 24 de mayo 2018, 23:56

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Mirar hacia otro lado siempre ha sido tentador; a veces es un alivio apartar los ojos para no ver las cuchilladas que nos regala la vida. Desviamos la mirada cuando el médico nos saca sangre, o al pasar junto al mendigo del parque que bebe vino en un cartón. Yo, que soy observador, intento no girar la cabeza, pero hay veces que resulta inevitable, por eso no juzgo muy duramente a todos los que durante décadas miraron hacia otra parte en el País Vasco y Navarra. Se entiende bien; el miedo es libre y hay gente que nunca podrá ser un héroe. Era más sencillo bajar al bar y charlar sobre el partido que recordar al vecino al que habían metido una bala en la nuca.

Víctor es un exguardia civil al que ETA quiso matar una mañana de septiembre en Leiza. Los agentes estaban retirando un cartel de la banda terrorista y en ese instante explotó una bomba camuflada en la propia pancarta. Murió un cabo de 32 años y cuatro agentes, entre ellos Víctor, fueron heridos de gravedad. Al dolor de las heridas físicas hubo que sumar otro, la sensación heladora de ser un apestado: «Notabas que te evitaban por la calle, ese vacío, ese silencio al entrar a la cafetería». Víctor acaba de participar en un ciclo de charlas por institutos de La Rioja junto a otras víctimas riojanas. «Después de todos estos años, para mí ha sido hasta terapéutico poder contar mi experiencia».

Ahora es el momento de todos ellos, por eso es tan necesaria la serie de reportajes que han hecho Pablo García Mancha y Justo Rodríguez en este mismo periódico. Bajo el nombre 'Memoria riojana del terrorismo' hemos podido dar voz a las víctimas después de tantos años postergados en el silencio de su propio sufrimiento; durante décadas vieron cómo todo el mundo les apartaba la mirada. El ejemplo más gráfico de la podredumbre social que lo impregnaba todo fue aquel atentado en Beasain. Ocurrió el día de Reyes de 1979. Un comando etarra ametralló a un guardia civil y a su novia cuando estaban dentro de su coche. Murieron los dos y nadie se acercó a socorrerlos. El cuerpo inerte del guardia cayó sobre el volante. El claxon estuvo sonando durante más de media hora.

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